Mientras estemos vivos hay esperanza.


La salvación de nuestras almas es algo muy valioso, pues esta define nuestro futuro eterno en el reino de los cielos o en el reino de las tinieblas; sin embargo, esto no tiene valor para la mayoría de la humanidad que solo espera gozar mientras viva; pero que, por su ignorancia no sabe lo que le espera más allá de la muerte.

Este caminante de la imagen ya tiene un camino trazado el cual espera recorrer con esperanza y seguramente, aunque no la vea, más allá del horizonte espera encontrar una meta.

Texto: Eclesiastés 9:4.

Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto”.

CONCLUSIONES.

¿A qué se refiere esta esperanza? Lo más valioso para Dios y para sus hijos, es que tengamos asegurada la salvación de nuestras almas y el único que la puede asegurar es nuestro Señor Jesucristo, cuando rendimos nuestras vidas a Él y le permitimos que nos lave de nuestros pecados, que nos santifique y que coloque la presencia de su Santo Espíritu en nuestros corazones; y cuando tenemos la certeza de estos hechos en nuestras vidas, entonces en nosotros ya hay ESPERANZA DE VIDA ETERNA, que es la que no tiene el mundo porque anda apartado de Dios: “Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?”. Romanos 8:24.

Sin embargo; el mundo a pesar de andar en contravía de la voluntad de Dios, todavía tiene esperanzas de arrepentirse y de acudir a Jesucristo, siendo este otro tipo de esperanza denominada ESPERANZA DE RECONCILIACIÓN con Dios, la cual no tienen los que están muertos, pues estos ya están en el infierno, donde no tienen posibilidades de arrepentirse y lo único que les espera es un veredicto en el juicio final y luego el traslado de sus almas y espíritus al lago de fuego y azufre donde sufrirán pena de eterna perdición.

Por su parte, los que están muertos no pueden hacer absolutamente nada a favor de su salvación y tampoco pueden hacer nada por ellos sus descendientes que aún viven sobre la tierra; pudiera ser que el difunto tuviera mucha fama cuando estaba vivo, o que tuviera muchas influencias, o muchas riquezas; pero nada de eso le servirá cuando esté en el infierno, pues allá será como un triste león muerto que ni siquiera puede repeler las moscas que se asientan sobre su nariz, y por eso dice el texto: “Porque mejor es perro vivo que león muerto”. El león a pesar de su ferocidad no puede hacer absolutamente nada porque ya está muerto; y en cambio el perro vivo aún puede ladrar, saludar a su amo, comer y dormir.

La esperanza de reconciliarse con Dios se termina para el hombre común cuando este muere y aunque haya dejado muchas riquezas, libros, monumentos, fundaciones, y empresas, de nada le sirven para inclinar la balanza de su juicio hacia el cielo: “Cuando muere el hombre impío, perece su esperanza; Y la expectación de los malos perecerá”. Proverbios 11:7.

Entonces nuestra esperanza no debe estar puesta en las cosas temporales de este mundo, sino en alguien que es eterno y este es Dios: “Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza”. Salmos 62:5. La verdadera esperanza produce paz y reposo para nuestras almas, como lo indica este versículo, ya que está fundamentada en el Dios Eterno.

Y no es que solamente los cristianos debamos tener esperanzas en Jehová, sino que también todas las religiones y culturas deben poner su esperanza en el único y verdadero Dios, pues hoy están confiando en ídolos o dioses hechos por hombres, en los cuales no hay ninguna esperanza de vida eterna: “Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia, Oh Dios de nuestra salvación, Esperanza de todos los términos de la tierra, Y de los más remotos confines del mar”. Salmos 65:5.

Y por eso dice el mismo Dios que es bienaventurado todo aquel que pone su esperanza en Jehová y no en las cosas pasajeras de este mundo: “Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, Cuya esperanza está en Jehová su Dios”. Salmos 146:5.

Cuando el justo muere, su esperanza sigue viva, porque está fundamentada en un Dios real; por su parte el malo y pecador no arrepentido, ya no tendrá más esperanzas al momento de su muerte: “Por su maldad será lanzado el impío; Mas el justo en su muerte tiene esperanza”. Proverbios 14:32.

Ahora, la forma de conseguir y mantener viva la esperanza está revelada en la Palabra de Dios y esta surge a partir de las tribulaciones, las cuales producen paciencia en la persona que las padece, y ambas (tribulación y paciencia) conllevan a superar las pruebas y las pruebas superadas llevan al crecimiento de la esperanza de vida eterna: “Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza”. Romanos 5:3-4.

Y Si usted no tiene tribulaciones, seguramente aún no se ha arrepentido ni ha entregado su vida a Jesucristo; pues cuando Dios nos recibe por hijos, entonces empieza la disciplina y esta consiste en aflicciones y tribulaciones: “Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo”. Hebreos 12:6.

El trabajo de un sembrador debe ser permanente para llegar a ver los frutos de su cosecha; es decir que su esperanza no puede desfallecer una vez ha sembrado la tierra, porque si le falta, entonces dejará de regar, abonar y podar los cultivos y los frutos se perderán; así mismo debe actuar el cristiano una vez la llama de la esperanza se encienda en su corazón: “O lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto”.  1 Corintios 9:10.

Y la esperanza no es cualquier cosa, ni cualquier sentimiento común, pues es una virtud tan especial que está casi al mismo nivel del amor y de la fe: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”. 1 Corintios 13:13.

Ahora, la esperanza también tiene su protagonista, su consumador, su autor y este es Jesucristo, en quien nos gloriaremos un día en su presencia, si nuestra esperanza se mantiene en crecimiento: “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Colosenses 1:27.

Entonces como buenos cristianos, debemos revestirnos de estas tres virtudes, la fe, el amor y la esperanza: “Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo”. 1 Tesalonicenses 5:8. El yelmo es una armadura antigua que cubría la cabeza de los guerreros y Dios nos manda hoy a cubrirnos con esa esperanza como si fuera un yelmo.

Esa esperanza de salvación se personifica en Jesucristo, quien, a través de su muerte en la cruz del calvario, rasgó el velo que nos impedía entrar hasta el lugar santísimo donde está el Padre; por eso Jesucristo debe ser nuestra esperanza: “Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza”. 1 Timoteo 1:1.

Por lógica, el mundo tiene otros intereses, que no son compatibles con los intereses que Dios tiene para el género humano y entre ellos está el conseguir riquezas para a través de ellas poder disfrutar de los placeres del mundo; pero esta esperanza solo produce muerte, pues el dinero de nada sirve para comprar la salvación, que entre otras cosas es gratuita: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”. 1 Timoteo 6:17.

¿Y en qué momento se podría decir que ya tenemos una esperanza viva de salvación? Cuando entregamos nuestras vidas a Jesucristo y se produce en nosotros el nuevo nacimiento; ya en este momento podemos “saborear” esa esperanza de vida eterna; solo que esto no lo puede experimentar la gente del mundo mientras no busquen de Dios: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”. 1 Pedro 1:3.

Estimado hermano y amigo, mientras estemos vivos tenemos la posibilidad de tener un encuentro con Jesucristo quien es el autor de la esperanza de salvación y cuando morimos sin arrepentimiento ya se pierde toda posibilidad de obtener esa esperanza y por consiguiente de obtener la vida eterna.

No esperes a mañana para tomar una decisión ante este hecho tan trascendental, trata hoy mismo de materializar esa esperanza en tu vida, porque el tiempo se agota y mañana podrías estar ya muerto y sin ninguna posibilidad de salvación: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol”. Eclesiastés 9:5-6.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 

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