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Mostrando entradas de agosto, 2015

La levadura de los fariseos. Lucas 12:1-3

 "En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas". CONCLUSIONES. Según la Real Academia Española la hipocresía es: "Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan."  Este comportamiento era muy natural para la secta de los fariseos en el tiempo de Jesús.  Este grupo de personas eran versados en las Sagradas Escrituras; sin embargo no la cumplían, más bien se limitaban a poner por obra  mandamientos impuestos por ellos mismos y no por Dios. Hoy día, este comportamiento también es normal en nuestra sociedad; pues muchas cosas

El temor a la muerte (Lucas 12:4-5)

“Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.” CONCLUSIONES. 1.  Solo Dios tiene el poder de quitar la vida material y solo él tiene la potestad de enviar el alma al infierno. Pareciera ser que Dios nada tiene que ver con la muerte física (diríamos que porque es Dios y no es malo); pero no es así, por lo tanto aun en la muerte debe estar presente la voluntad permisiva de Dios.  Hay agentes como la violencia, la enfermedad, los accidentes, las catástrofes, los atentados, etc. que pueden inducir la muerte física; sin embargo para que se produzca una muerte real, el alma tiene que ser separada del cuerpo y esto solo lo puede hacer Dios en el ámbito espiritual.  Un homicida desconoce el proceso de esta separación; él solo sabe disparar y herir mortalmente el cuerpo de su víctima.

Hijos de resurrección (Luc 20:27-40)

  “Llegando entonces algunos de los saduceos, los cuales niegan haber resurrección, le preguntaron, diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo mujer, y no dejare hijos, que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano. Hubo, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin hijos. Y la tomó el segundo, el cual también murió sin hijos. La tomó el tercero, y así todos los siete, y murieron sin dejar descendencia. Finalmente murió también la mujer. En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer? Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento; mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento. Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Pero en cuanto a que los m

El boleto de entrada al cielo. (Luc 18:15-17)

"Traían a él los niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendieron. Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él." CONCLUSIONES. Hay un dicho popular que reza:  "El niño nace bueno, pero la sociedad lo corrompe", el cual es muy cierto, sobre todo en esta época.  Analicemos uno de esos niños que todavía no ha sido contaminado por el mundo y encontraremos unas virtudes o cualidades que agradan sobremanera a Dios: La obediencia.   Un niño es feliz cumpliendo las exigencias de sus padres; así mismo Dios busca que nosotros como hijos le obedezcamos en todo, sin excusas.  Un niño hace la voluntad de sus padres, no la de El; pues aún no tiene carácter ni pretensiones, ni predilecciones, para tomar la decisión de si obedece o no.  Los niños que no obedecen, desafortunadamente ya