Entradas

Mostrando entradas de octubre, 2017

Como ser salvos de la ira de Dios. Romanos 5:9-11

“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira . Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”   CONCLUSIONES. En los tiempos antiguos hubo dos ciudades que fueron destruidas por Dios con fuego y azufre, ellas fueron Sodoma y Gomorra.   Había allí tanta maldad, que Dios no tuvo más remedio que destruirlas, pues allí solo había varios justos los cuales eran Lot el sobrino de Abraham, su señora y sus hijas.   El resto del pueblo estaba hundido en el pecado, en los vicios, en la injusticia, en la depravación sexual, en la idolatría y el olor nauseabundo de esas ciudades subía hasta la presencia de Dios. El mundo de hoy también está depravado en igual o mayor escala que Sodoma y Gomorra, con varios

Amor tan grande nunca encontrarás. Romanos 5:6-8

“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. “   CONCLUSIONES. Hay muchas personas que se encuentran en estado de somnolencia; donde truena y no se dan cuenta; donde tiembla y el temblor pasa desapercibido, donde gimen seres envueltos en la miseria y su llanto es descartado por sus oídos, donde Dios llama y se hacen los desentendidos.  Hablo de la indiferencia, el mayor de los males de esta humanidad:  Indiferencia ante el mundo que está en el caos por estar alejado de Dios, indiferencia ante el prójimo que gime y llora a causa de la injusticia, indiferencia ante Dios quien espera pacientemente que le busquemos y le obedezcamos, etc. Es así como Cristo murió por nuestros pecados y está esperando que nosotros acudamos a él para limpiar

El Soplo de Dios

“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” Génesis 2:7.                 En primer lugar, Dios tomó del polvo de la tierra, tomó arcilla, y con sus manos de artífice único modeló con el barro una figura perfecta, la figura de lo que vendría a ser el primer hombre con todas sus facciones y órganos; ahora era barro modelado, pero siempre barro, arcilla inanimada, sin vida.   Quiere decir que el cuerpo humano no se formó por la teoría de la evolución de las especies, no fuimos ni algas marinas, ni peces, ni orangutanes, tampoco salimos de una gigantesca explosión, como tampoco de una solitaria y peregrina bacteria que viajó millones de años luz hasta llegar a la tierra. ¡No! El cuerpo humano lo formó Dios. Esto es más científico, más razonable, más lógico, más comprensible, más comprobable, más práctico, más confiable, que todas las teorías e hipótesis humanas. Pero ahí no termina el pro

Resultados de la justificación. Romanos 5: 1-2

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.”   CONCLUSIONES. En temas anteriores se habló de que la justificación provenía de dos elementos fundamentales: 1.   La fe viva, contada como justicia. 2.   La remisión de pecados a través del lavamiento por la sangre de Jesucristo. Ahora bien, ¿de qué nos sirve entonces ser justificados? Hay una vida después de la muerte física, donde estarán presentes el alma y el espíritu.   Esta vida será en eterno gozo o en eterna condenación y todo depende del resultado del proceso de justificación concluido aquí en la tierra.   Si buscamos la justificación y la logramos, entonces nuestra vida futura será en el reino de los cielos; sin embargo, si no buscamos la justificación o esta no llegó a su culminación por causa de una fe sin obras,