El temor a la muerte (Lucas 12:4-5)

“Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.”


CONCLUSIONES.

1.  Solo Dios tiene el poder de quitar la vida material y solo él tiene la potestad de enviar el alma al infierno.

Pareciera ser que Dios nada tiene que ver con la muerte física (diríamos que porque es Dios y no es malo); pero no es así, por lo tanto aun en la muerte debe estar presente la voluntad permisiva de Dios.  Hay agentes como la violencia, la enfermedad, los accidentes, las catástrofes, los atentados, etc. que pueden inducir la muerte física; sin embargo para que se produzca una muerte real, el alma tiene que ser separada del cuerpo y esto solo lo puede hacer Dios en el ámbito espiritual.  Un homicida desconoce el proceso de esta separación; él solo sabe disparar y herir mortalmente el cuerpo de su víctima.  La víctima por su parte no puede morir así se halle en estado de coma, si su muerte no está dentro de los planes de Dios, pues Dios es amo y señor de la vida y de la muerte.  Dios pone las personas en el lugar correcto, cuando se trata de catástrofes; es por eso, que no fueron las circunstancias las que mataron a miles de personas en el pasado tsunami, sencillamente estaba dentro de los planes de Dios; así mismo, los que lograron sobrevivir, todavía no les había llegado la hora de su muerte.

Dios, como juez supremo, es el que decide el destino final de las almas: Cielo o infierno, en respuesta al premio o castigo del desempeño en nuestra vida material.  Si viviste para Dios tendrás el premio y si viviste para el mundo, entonces tendrás castigo.


2.  No hay que guardarle temor a la primera muerte, sino a la segunda.

La muerte física no debería infundirnos temor; a no ser que nuestra vida esté arraigada a este mundo.  Muchos temen morir porque no han buscado de Dios, porque viven en pecado, porque están demasiado apegados a su familia, apegados a sus bienes, apegados a su nación, o encuentran paz y alegría en el mundo con sus pasiones y deseos.  Si su meta está en el reino de los cielos, indudablemente no temerá morir en cualquier momento; pues tiene la firme esperanza de que le aguarda una eternidad en el reino de los cielos.  Si su mirada no está puesta en Dios, seguramente teme morir y es muy posible que ignore también que hay una muerte segunda, que es el lloro y crujir de dientes en el lago de fuego y azufre por una eternidad.  A esta segunda muerte es la que debe temer todo el mundo y para salvarnos de ella, entonces debemos empezar ya a buscar de Jesucristo que es el único camino para evitar la muerte segunda.


¿A QUIÉN LE TEMES TU?

Durante toda la historia, el hombre ha tenido diferentes temores y estos son los causantes hoy en día de enfermedades depresivas, de estrés, de trastornos mentales, etc.  El temor está presente en las diferentes facetas de la vida: En el hogar, el trabajo, la familia, la salud, la seguridad y la vida personal entre otros.  

Dios nos dice en su palabra que ni aún a los "sicarios" les debemos temer, porque ellos no pueden destruir nuestra alma y nuestro espíritu.  Nuestro ser está compuesto de tres partes (cuerpo, alma y espíritu) y solamente el cuerpo tiene la posibilidad de destruirse por algún medio; por el hecho de estar formado de elementos naturales o materiales.  El alma está compuesta por el corazón (no el que palpita), la mente y las emociones.  El alma y el espíritu no pertenecen al mundo material y por lo tanto no están sujetos a las leyes de la naturaleza.  Todo lo anterior indica que un ser humano no puede destruir el segundo y tercer componente de otro ser humano, porque estos son netamente espirituales.

Más bien, debemos temer a Dios, el Autor y Consumador de la vida, el cual nos puede enviar al lago de fuego y azufre por una eternidad.  Por lo anterior, la Palabra de Dios también dice que "el principio de la sabiduría es el temor a Jehová", y esa es la única sabiduría que nos puede dar vida eterna.  El temor a Dios, implica que debemos conocerle y obedecerle a través de su Palabra, para librarnos de la muerte segunda (el castigo eterno).

El hecho de conocerle y obedecerle implica también que debemos dar testimonio de Jesucristo en donde quiera que estemos y en cualquier actividad que hagamos.  Si somos "cristianos" solamente cuando estamos en la iglesia, quiere decir que estamos negando a Jesucristo y que por lo tanto Dios tampoco nos reconocerá como hijos suyos; pues Jesucristo tampoco habrá confesado nuestra lealtad delante de Dios, por cuanto nos acordamos de El solo en los momentos más angustiantes de nuestra vida.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

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