La levadura de los fariseos. Lucas 12:1-3

 "En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas".


CONCLUSIONES.

Según la Real Academia Española la hipocresía es: "Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan."  Este comportamiento era muy natural para la secta de los fariseos en el tiempo de Jesús.  Este grupo de personas eran versados en las Sagradas Escrituras; sin embargo no la cumplían, más bien se limitaban a poner por obra  mandamientos impuestos por ellos mismos y no por Dios.

Hoy día, este comportamiento también es normal en nuestra sociedad; pues muchas cosas se mueven por motivaciones y dichas motivaciones dependen de cómo se muestre uno delante de otras personas, o cómo se maneje la imagen que ellos tienen de nosotros.  Esto es lo que se denomina el mundo del impresionismo, el cual alimenta el orgullo y la vanidad.  Tratamos de impresionar para obtener mejores beneficios, tratamos de impresionar al sexo opuesto para obtener mejores partidos, tratamos de impresionar en nuestro trabajo para obtener respeto y beneficios, tratamos de impresionar en nuestra vida social, para sentirnos superiores a los demás.  Esta carrera impresionista generalmente va acompañada de mentiras y estas conforman la hipocresía, y ambas son pecado y abominación delante de Dios.  

Según la Palabra, no hay nada oculto que no haya de descubrirse.  Si no sucede aquí en la tierra, entonces sucederá el día de juicio, cuando nos muestren el libro de nuestra vida y suenen las palabras que allí están escritas o sucedan las acciones que allí están guardadas.  Aún lo que hablemos en el sitio más escondido o lo que hablemos al oído, esto también será descubierto y los mentirosos e hipócritas no podrán entrar en el reino de los cielos.

La solución es entonces nacer de nuevo, es decir, abandonar ese viejo hombre lleno de mentiras e hipocresía y vivir una nueva vida en santidad y obediencia a Jesucristo.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

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