Creer no cuesta nada.
Mateo
13:36-43.
“Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y
acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la
cizaña del campo. Respondiendo él, les
dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son
los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la
siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se
quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos
los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el
horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el
sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para
oír, oiga.”
A medida que los tiempos van avanzando se dificulta más la
vida sobre la tierra: Hay más vicios,
más pecado, más corrupción, más injusticia, más enfermedad, más hambre, más
problemas y también más necesidades.
Esto es evidente a los ojos de cualquier persona que esté viva y todo
esto hace que la humanidad sea aún más incrédula; pues el hombre se aleja cada
día más de Dios, aduciendo que, si existiera, no habría tantos problemas. Solo que Dios ha tratado de acercarse al
hombre, pero lo han echado de los sitios públicos, lo han echado de los hogares
y hasta lo han prohibido en algunos colegios y universidades. Todo esto ha llevado al mayor de los pecados
del hombre llamado INCREDULIDAD. Dios
dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” Apocalipsis 3:20. Dios
siempre ha insistido en tener una relación muy de cerca con el hombre, pero
este no le busca, cuando no necesita nada extraordinario y cuando realmente lo
necesita, tampoco lo busca a Él, porque en su lugar se acerca a los ídolos
hechos de metal, madera o yeso. Si el
hombre vive bien, entonces no se acuerda de Dios y si tiene necesidades y se
acuerda de Él, entonces recurre a los ídolos, haciendo que Dios se aleje aún
más del hombre. No es la regla general,
porque siempre habrá un remanente de personas que de corazón busquen a Dios;
pero la mayoría están estregados a la idolatría.
¿Pero qué cuesta creer realmente en Dios? Creer no cuesta absolutamente nada y los
resultados son incalculables, con una probabilidad de cumplimiento del
100%. Esto no es como comprar lotería,
cuyas probabilidades de ganar se reducen casi a cero. En cambio, no creer en Dios cuesta mucho,
pues indudablemente se pierde la vida eterna y lo que recibe el hombre en su
lugar es el castigo eterno en el lago que arde con fuego y azufre por una
eternidad.
Muchos pensarán que el castigo no los cobija porque ellos no
creen; pero resulta que Dios creó al ser humano bajo un mismo molde y
estableció leyes para su vida terrenal y su vida espiritual. Si alguien es
incrédulo, aun así, no podrá escapar de las leyes estipuladas por Dios y más
grave aun cuando hay una sentencia para los incrédulos: “El que en él cree,
no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído
en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” Juan 3:18.
Ver imagen adjunta para que note la diferencia entre creer y
no creer. Si remotamente hubiera la
posibilidad de que no existiera Dios; tanto el cristiano como el incrédulo
morirían permanentemente; es decir que su alma y espíritu seguiría el mismo
rumbo que siguen los animales. Pero como
la misma naturaleza grita a nuestros oídos que existe un Ser Superior que creó
y organizó todo cuanto existe en el universo, entonces el incrédulo tendrá su
paga en el infierno, mientras el cristiano verdadero estará perpetuamente en el
gozo de nuestro Señor Jesucristo.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.