El sueño espiritual. Romanos 13:11-14
“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del
sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando
creímos. La noche está avanzada, y se
acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las
armas de la luz. Andemos como de día,
honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no
en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para
los deseos de la carne.”
CONCLUSIONES.
En nuestra vida material disponemos de 24 horas para
distribuir en tres actividades: Trabajo, descanso y sueño. Muchos no guardan las proporciones y dedican
su vida mayormente a una de estas actividades.
El sueño es el tiempo que usa el organismo para su mantenimiento; pues
en ese lapso, el cerebro solo se esfuerza en mantener las funciones vitales,
para dedicar todo su esmero en la limpieza, reparación y restauración del
organismo y es por eso que cuando dormimos bien, al siguiente día estamos
llenos de energía y de entusiasmo. Sin
embargo, el sueño espiritual no trae los mismos beneficios que el sueño físico;
sino más bien peligros y el principal es la muerte espiritual.
El sueño espiritual es aquel estado en que las personas se
encuentran alejadas de Dios y de su voluntad y más bien están dedicadas a hacer
las cosas del mundo, las que complacen a la carne con sus pasiones y
deseos. Es como estar caminando por una
selva, sin darse cuenta de que hay un tigre que lo está acechando y que podrá
terminar con su vida. La persona se
encuentra despierta, mirando, caminando; pero no percibe el peligro que hay a
su alrededor; así es el sueño espiritual.
Si usted es una persona que escasamente se acuerda de Dios los domingos,
y eso porque no tiene nada más que hacer, seguramente está sumida en un sueño
espiritual. Si para usted es prioritario
ver los partidos de futbol, antes que orar o leer la Biblia, sin duda alguna,
anda en un sueño espiritual. Si grita
cuando meten un gol, pero cuando va a la iglesia se queda en la puerta o se
sienta callado en una silla y de su boca no salen alabanzas para Dios, entonces
está en un sueño espiritual. Si no cree
en Dios, entonces no está somnoliento, sino aún peor, en estado de coma
espiritual.
¿Cuál es la
consecuencia del sueño espiritual?
Hay un dicho popular que reza: “Camarón que se duerme, se lo
lleva la corriente”. Para el caso
espiritual es: Alma que se duerme, se la lleva el diablo. Y esto es tan cierto que la Palabra de Dios
nos hace una advertencia. “Sed sobrios, y velad; porque vuestro
adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien
devorar” 1 Pedro 5:8. El diablo es
el enemigo espiritual de nuestras almas y está esperando que nos durmamos
espiritualmente para derrotarnos, para hacernos caer en pecado, y así hacerse
propietario de nuestras almas. Mientras
estemos pecando, le estamos concediendo a satanás el dominio y propiedad de
nuestras almas, esto quiere decir, que una vez muertos, él mandará a sus
ángeles de la muerte, para que lleven dicha alma al infierno.
Cuando una persona está en sueño espiritual no ora, no lee
la Palabra, no busca de Dios, no se congrega, no vigila y lo más delicado es
que no obedece. Es síntesis, una persona
en este estado, tampoco tiene el Espíritu Santo de Dios en su corazón, quien
debe gobernar y dirigir su vida. Hay
muchos que dicen ser cristianos, pero no obedecen y tampoco leen la Biblia para
no ser confrontados. Si esto es así en
los cristianos, ¿cómo será en los que aún no se han arrepentido y no han
recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador?
Para estos el problema es aún mayor, pues se encuentran sumidos en la
incredulidad y la indiferencia espiritual, que los hace estar en estado de coma
espiritual y solo basta que mueran físicamente para que el diablo reclame sus
almas. Este tipo de cristianos, me
refiero a los tibios, aunque van a la iglesia y aunque leen la Biblia, están
dormidos espiritualmente a merced de lo que les quiera hacer el diablo; pues el
que peca es del diablo, porque pecar es trasladar la propiedad de nuestra alma
al diablo.
Aparentemente estamos despiertos; pero no nos damos cuenta de
que hay una lucha espiritual por nuestras almas. Dios está permanentemente llamando al
arrepentimiento, tocando a las puertas de nuestro corazón; mientras satanás
está poniendo delante del hombre toda clase de pecado, de pasiones y de
inmundicias. Si el hombre se arrepiente
y acude a Jesucristo pasa a ser propiedad de Dios; pero si continúa pecando,
entonces seguirá siendo propiedad de satanás.
La Palabra nos da las
siguientes recomendaciones:
1. Es hora ya de
levantarnos como dice la Palabra, refiriéndose a los cristianos tibios y para
los incrédulos, ya es hora de despertar y arrepentirse. Está en juego la salvación de nuestras almas
y no es bueno seguir dormidos, esperando a que el infierno nos haga despertar
abruptamente. Cuando dice que la noche
está avanzada, se refiere al auge de la maldad del mundo, la cual será
castigada por Dios, para luego venir el día, que es el gobierno de Jesucristo
en un ambiente de justicia y paz.
2. Desechemos las
obras de las tinieblas y vistamos las armas de luz. Esto es dejar el pecado, la injusticia, el
orgullo, la vanagloria, etc. y tomar la Palabra y los frutos del Espíritu Santo
como armas para vencer a las tinieblas.
3. Andemos como de
día. Esto significa practicar las
virtudes de la justicia, como el amor, la paz, la mansedumbre, la honestidad,
etc.; desechando los vicios y las malas costumbres como: Glotonería,
borracheras, lujuria, lascivia, contiendas, envidia, idolatría, etc.
4. Vestíos del Señor
Jesucristo y no proveas para los deseos de la carne. Esto es recibir a Jesucristo como nuestro
Señor y Salvador y alimentar permanentemente esta comunión, mediante la
obediencia y la santidad, negándonos todo lo tendiente a satisfacer la carne
con sus pasiones, ya que va en contravía de los propósitos de Dios.
Luego de esta reflexión es posible que se dé cuenta que está
en el mundo de los muertos espirituales; pero ánimo, que mientras tenga vida
física, tiene oportunidad de despertar y buscar la vida eterna para su alma, la
cual está en Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.