La fe contada por justicia. Romanos 4:19-25

“Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia.  Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.”

 
CONCLUSIONES.

Abraham recibió tres promesas:  Primero que tendría un hijo en su vejez, ya que Sara su mujer había sido estéril y no había podido darle descendencia; segundo, que multiplicaría su descendencia como las estrellas del cielo y tercero que en él serían benditas todas las naciones de la tierra.  Dios hablaba directamente a Abraham, porque fue encontrado justo y fiel y por eso fue considerado amigo de Dios.

Ahora bien, nos cuenta la historia, que este hombre de Dios no desmayó, no se desanimó, no se puso negativo viendo su cuerpo viejo, lo mismo que el de su mujer, agravado por la esterilidad de su matriz y para llevar la situación hasta el límite, les tocó esperar 20 años para que se cumpliera la promesa de un hijo.  Aunque sus cuerpos estaban casi muertos, creyó que Dios era real y que sus promesas también, lo cual lo llevó a ser contado como justo delante de Dios.  En vez de dudar, se fortaleció dando gloria a Dios y estando plenamente convencido de su poder para resucitar muertos y de su fidelidad para cumplir lo prometido.

Pero esto se escribió, no solamente para mostrar la justicia de Abraham, sino también nuestra futura justicia, cuando creamos que Dios levantó de los muertos a Jesucristo y lo hizo Señor de toda la creación y aún de nosotros mismos los creyentes.  Cuando nos adueñemos de esta verdad y de esta promesa y la creamos, entonces también nuestra fe será contada por justicia.

Es de anotar, según el texto, que Jesucristo fue entregado a la muerte por nuestras trasgresiones y que Dios el Padre lo resucitó al tercer día, para justificarnos por su sangre.  Estos dos ingredientes extraordinarios:  El derramamiento de la sangre de Jesucristo y nuestra fe viva, son los que nos llevan a ser justificados delante de Dios; es decir, poder estar en la presencia de Dios sin vestigios de pecado y sin sentimientos de culpa.

Estas son noticias excelentes, pero a pesar de esto, el ser humano aún no cree.  ¿Cuántas catástrofes tiene que enfrentar el hombre para decidirse a creer en Dios?  Si aún sigues pegado de una religión, entonces no has creído, porque el que cree, inmediatamente acude humillado a los pies de Jesucristo, le entrega su vida a Él y le recibe como su único Señor y Salvador.  Jesucristo es el único intermediario entre Dios y los hombres y si usted sigue creyendo que una religión, que un estilo de vida o que un ídolo lo van a salvar, entonces no ha creído y mucho menos su fe le habrá sido contada por justicia.

Podrán suceder muchas cosas, pero la mayoría de hombres seguirán insensibles al llamado de Dios, porque sus corazones están endurecidos a causa del pecado y a causa del orgullo.  El mismo principio de la caída de satanás, está presente en el género humano.  El orgullo del hombre no es capaz de admitir un misterio tan simple: Que Jesucristo es el único camino a la vida eterna.  Tampoco quiere escuchar que otro le diga por dónde es que debe caminar, su orgullo le dice: Es por aquí que voy a caminar y nadie me hará cambiar de parecer.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

 

 

 

 

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