Solo en Jesucristo hay salvación.
Hechos
4:11-12
“Este Jesús es la piedra reprobada
por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el
cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
CONCLUSIONES.
Si miramos la vida del hombre, tenemos que reconocer dos
hechos muy importantes: Primero, que en
el hombre común hay un vacío que no se puede llenar con nada de este mundo y
segundo es que el hombre no sabe qué hacer ni qué camino tomar para suplir su
necesidad espiritual. El hombre trabaja
y lucha, pero nada de esto le trae satisfacción duradera, el hombre gasta el
fruto de su trabajo en diferentes cosas y con nada de eso puede obtener el gozo
para su alma.
Ese vacío del hombre se llama “falta de salvación”; pues
cuando el hombre recibe a Cristo, recibe también la salvación y con ella el
gozo perpetuo y la satisfacción total del hombre interior, y ante esa seguridad
de tener vida eterna, entonces el hombre habitará confiado y gozoso esperando
la manifestación gloriosa de los hijos de Dios: “Vuélveme el gozo de tu
salvación, Y espíritu noble me sustente”. Salmos 51:12.
Definitivamente toda criatura necesita de su creador, pues
esta relación entre creador y criatura crea un lazo de dependencia entre estos
dos seres, lo que hace que la criatura necesite de su creador para satisfacer
sus necesidades más fundamentales y en este caso nuestras necesidades
espirituales; pues por nuestro propio esfuerzo no podemos ser purificados
espiritualmente, ni mucho menos podemos conseguir el gozo para nuestro ser interior. Entonces tenemos que entregarnos en manos de
nuestro creador para que Él nos moldee según su voluntad: “¿No podré yo
hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí
que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh
casa de Israel”. Jeremías 18:6.
Dados estos principios y máxime cuando el alma y el espíritu
están encerrados en un cuerpo material mientras este vive, entonces no es
posible que el hombre material pueda llenar sus necesidades espirituales y por
dicha razón debe acudir a alguien mayor que él y este es su creador. El cuerpo
es menor que el alma y el espíritu, porque uno es material y los otros
espirituales y por tanto el cuerpo nada puede hacer para llenar sus necesidades
interiores.
El hombre acude a diferentes partes tratando de encontrar
algo o alguien que solucione sus problemas, pero debe mirar hacia el cielo
donde está el único que le puede ayudar, Jesucristo el Hijo de Dios, quien nos
creó (desde su posición de el Verbo de Dios) y quien también puede llenar ese vacío que tenemos en nuestro corazón a
través de la presencia de su Santo Espíritu. No hay ningún movimiento, ninguna
iglesia, ninguna secta y tampoco ninguna filosofía que pueda llenar el vacío
del hombre y fuera de eso que pueda darle el gozo y la paz permanente en el
reino de los cielos: “Porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos”
Por mucho que se afane el hombre, por mucho que trabaje, por
muchos bienes que tenga, por muchas riquezas que acumule, ninguna de esas cosas
podrá saciarlo y cuando lo sorprenda la muerte, nada de eso se podrá llevar y esos
bienes tampoco podrán remediar el problema de la separación que hay entre el
hombre y Dios por causa del pecado: “Porque ¿qué aprovechará al hombre si
ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”. Marcos 8:36. Cuando el alma y
el espíritu estén libres del cuerpo, el hombre común se dará cuenta que en vano
vivió, que en vano trabajó, que en vano levantó una familia, que en vano
acumuló riquezas, que en vano siguió a líderes humanos y que en vano se cobijó
bajo una religión; pues allí solo le servirá la comunión que haya tenido con
Dios y para eso se necesita acudir arrepentidos a los pies de Cristo, quien es
el único capacitado y nombrado por Dios para dar salvación a los hombres.
Cuando acudimos a Jesucristo y el llena nuestro corazón con
su Santo Espíritu, solo entonces tendremos la sensación y la seguridad de que
somos unos seres completos (sin vacíos), hechos a la imagen y semejanza de Dios y que luego
de la redención estaremos igualmente equipados para morar con Jesucristo en el
reino de los cielos. Cuando estemos
seguros de nuestra salvación, entonces ya no habrá ningún vacío en nuestro
corazón; de lo contrario podremos seguir luchando hasta que nos sorprenda la
muerte y no vamos a alcanzar nada si lo buscamos por nuestros propios medios o
confiamos en lo que nos ofrecen otros hombres o sus organizaciones religiosas,
o lo que nos ofrece el diablo a través de sus falsos dioses y líderes
religiosos.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas
hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor
Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me
perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario. Yo
te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi
corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el
templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar
más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla,
para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”.
Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.
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