Lo que debes hacer, hazlo hoy.


Hay dos formas de ver el infierno para la gente común: Unos desestiman el infierno diciéndose a sí mismos: ¡Qué más infierno que el que estamos viviendo hoy!; y otros opinan que al infierno van es a deleitarse y a continuar con la vida pecaminosa que llevan hoy. ¿Pero es posible que allá se puedan hacer las mismas obras que hoy hace el hombre sobre la tierra?

Texto. Eclesiastés 9:10.

Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría”.

CONCLUSIONES.

El Seol o el infierno según la Biblia es el lugar donde van los muertos, que son aquellos que perecieron sin arrepentimiento, sin haber recibido a Jesucristo en sus corazones, y también aquellos que ignoraron a Dios y que caminaron en contravía de sus mandamientos: “Los malos serán trasladados al Seol, Todas las gentes que se olvidan de Dios”. Salmos 9:17.

Porque si se trata de los verdaderos cristianos, estos van al paraíso, donde descansarán mientras Jesucristo regresa por su iglesia, evento en el cual los muertos serán resucitados primero, para que luego todos nos presentemos ante el gran juicio final: “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Lucas 23:43.

Según el texto principal, encontramos al menos dos principios: Primero es que solo mientras estemos vivos tenemos la oportunidad de hacer obras, sean buenas o sean malas: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas”; y segundo es que en el infierno cesa toda clase de actividad y allí solo se va a pagar una condena, como sucede con las cárceles de máxima seguridad de hoy en día: “Porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría”.

Y aunque suene que el infierno y el lago de fuego y azufre sean manejados por el diablo y que solo él tenga potestad y dominio sobre ellos; aun así, Dios tiene las llaves de cada uno de ellos y Él fue su creador y también es quien está al frente, tanto así que Dios los escudriña tan detalladamente como lo hace con cada uno de nuestros corazones: “El Seol y el Abadón están delante de Jehová; ¡Cuánto más los corazones de los hombres!” Proverbios 15:11.

El versículo siguiente hace claridad sobre la ubicación tanto del cielo como del infierno y habla de que el cielo está arriba, en alguna de esas constelaciones que están por encima de nuestro planeta (dicen algunos que en la constelación de Libra) y en cambio el Seol está en el interior de la tierra, donde el calor es insoportable para cualquier cuerpo físico, pero que sí lo pueden soportar las almas que están siendo castigadas, las cuales no pueden ser destruidas porque son inmortales: “El camino de la vida es hacia arriba al entendido, Para apartarse del Seol abajo”. Proverbios 15:24.

Luzbel (querubín protector), era el nombre y el cargo que tenía el diablo en el reino de los cielos; pero debido a su orgullo y altivez, porque quiso ser igual a Dios, entonces debió ser expulsado de los cielos, con sentencia anticipada: “Descendió al Seol tu soberbia, y el sonido de tus arpas; gusanos serán tu cama, y gusanos te cubrirán”. Isaías 14:11.

El diablo aún anda libre gestionando su plan macabro en contra de la humanidad, pero un día comenzará su juicio y tampoco para él habrá más obras, pues todo su imperio será desolado y ya no podrá atentar más contra la creación de Dios, porque él mismo deberá ser apresado y enviado al lago de fuego y azufre, donde padecerá tortura perpetua: “Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo”. Isaías 14:15.

Entiéndase entonces que, para los muertos espirituales; es decir, aquellos que andan sin Cristo, su destino es el Seol y allá no podrán hacer ninguna obra de las que hacían aquí en la tierra. Por su parte, las nuevas criaturas; es decir, aquellos que murieron al viejo hombre de pecado y nacieron de nuevo y que son los verdaderos hijos de Dios, para ellos no cesará su vida; pues es cierto que las actividades que hacían debajo del sol no las volverán a hacer, pero allá en el reino de los cielos tendrán otras actividades, mejores pagas que las de la tierra y una de ellas es la alabanza a Dios, mediante la cual sus hijos serán llenos del amor, del gozo y la paz celestiales.

Como cristiano, debes perseverar hasta el fin haciendo las obras que Dios ordena en su Palabra y así de esta forma poder obtener la salvación; y como persona del común debes procurar un encuentro con Cristo, el autor de la salvación, para que puedas escapar del juicio venidero y por eso la Palabra nos incita a actuar hoy mismo con todas nuestras fuerzas: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas”.

Si eres de la gente del común que ignoraron a Dios toda su vida o que lo tienen solo como un amuleto de la buena suerte, el mensaje es que entiendas que allá en el Seol no podrás hacer absolutamente nada de lo que haces aquí, pues allá solo verás gusanos que comen tu carne y fuego abrazador que nunca se apaga: "Donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga". Marcos 9:44.

Estimado hermano y amigo, si aún no eres de Cristo debes entender que todo lo que aquí haces no lo podrás hacer en el infierno, el cual es el sitio predestinado para todos aquellos que no le sirven a Dios, sino que le sirven al mundo con sus pasiones y deseos; y allá vas a pagar una condena, mas no a seguir deleitando tu carne.

Lo que sí es importante es que debes actuar ahora mismo y en un acto de arrepentimiento buscar a Cristo y recibirle como su Señor y Salvador, de tal manera que puedas escapar de ese castigo preparado para los hijos del mundo o hijos del diablo y esto significa colocar a Cristo como el fundamento para tu vida (como lo muestra la imagen).

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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