¿Tus metas son temporales o eternas?


Cada persona tiene unas metas en esta vida, las que se ha trazado según sus expectativas de vida y según sus recursos; pero la gente del común solo hace planes para llevar a cabo mientras dure su existencia sobre la tierra, sin considerar los planes eternos de Dios.

Texto: Eclesiastés 12:13-14.

El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”.

CONCLUSIONES.

Muchos consideran que el todo para el hombre es culminar su vida llena de salud, en buena vejez y con buenos recursos económicos para darse gustos, para viajar, para comprar de todo lo que se antoje; pero ¿Qué pasará luego de su muerte? Parece que todo el mundo ignora que un día se va a morir y que también tendrá que dar cuentas delante de Dios.

La finalidad del libro de Eclesiastés, quien fue escrito por el rey Salomón e inspirado por Dios, tiene un solo propósito y es hacer entender a todas las personas que solo hay algo que merece la pena hacer sobre la tierra y por eso dice: “El fin de todo el discurso oído es este”. 

¿Y cuál es esa única cosa que realmente merece que le pongamos toda la importancia? Esta actividad se resume en “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos”. Es tan importante, que sin temor a Dios no habrá forma de que el hombre se aparte del pecado y si no guarda sus mandamientos, tampoco habrá forma de que le obedezca a Dios y sea tratado como hijo legítimo.

¿Y por qué debemos temer a Dios y guardar sus mandamientos? Porque un día habrá un juicio final donde nos presentaremos todos por igual y donde Dios abrirá los libros y veremos todas nuestras obras hechas aquí en la tierra, donde sentiremos un profundo dolor por lo malo y paz y gozo por todo lo bueno: “Porque Dios traerá toda obra a juicio”.

Esto significa que, si alguien se preocupó por ser grande y de renombre sobre la tierra, pero descuidó su alma, entonces definitivamente perdió su tiempo; así mismo si alguien recorrió todo el mundo como turista y descuidó su alma, de nada le servirá en el juicio final porque será un completo desconocido para Dios: “Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco”. Mateo 25:12.

Ahora, delante del mundo es posible que hayamos logrado esconder muchas de nuestras actividades pecaminosas, pero debemos tener en cuenta que para Dios no hay nada oculto y que finalmente todo en absoluto se revelará allá en el juicio, pues los ojos de Dios escudriñan permanentemente el corazón y la mente del hombre y aunque este crea que no fue visto, Dios ya tiene grabada toda actividad en el libro de la vida del Cordero y por eso dice que Dios traerá toda obra a juicio, incluyendo las hechas en oculto: “Juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”.

¿Tendremos forma de evadir ese juicio final? No porque somos hechura de Dios, tanto los pecadores como los verdaderos hijos y por ser criaturas estamos supeditados a la voluntad de nuestro creador y Él planeó que un día debemos presentarnos ante el gran juicio final, para allí determinar mediante un veredicto quienes son sus verdaderos hijos y quienes vivieron solo para el mundo con sus pasiones y pecados, es decir, quienes son hijos del diablo: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. Mateo 25:41.

Estimado hermano y amigo, solo hay una cosa importante en esta vida y es “temer a Dios y guardar sus mandamientos”, el resto solo es una pérdida de tiempo (excepto lo que nos ayude a mantenernos vivos); pues lo que usted consiga trabajando de sol a sol no se lo podrá llevar cuando muera; sus doctorados, maestrías o títulos universitarios no le servirán para tener un puesto de privilegio donde quiera que vaya luego de su muerte; levantar una hermosa familia donde todos tengan estudios superiores y sus trabajos se destaquen dentro de la sociedad, tampoco le ayudarán a mover la balanza en el juicio; el hecho de haber podido disfrutar de esta vida a causa de una situación económica envidiable tampoco le dará frutos eternos; así mismo de nada le sirve tener una finca bien hermosa, llena de árboles frutales, si Dios no está en sus vidas; en síntesis, no hay nada en esta tierra que nos ayude a trascender más allá de la muerte y solo es necesario temer a Dios y guardar sus mandamientos para tener asegurada la vida eterna en el reino de los cielos luego de nuestra muerte física.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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