Cómo asegurar nuestra salvación.

No hay cosa más gratificante que estar seguros de tener un problema solucionado, el cual nos ha atormentado durante muchos años; así mismo es un gozo saber que la salvación de nuestras almas está depositada en la persona correcta y que no tendremos peligro de perderla.

Texto: Romanos 8:1.

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.

CONCLUSIONES.

Desde el punto de vista espiritual, hay dos corrientes en este mundo: Los que andan conforme a la carne y los que andan conforme al Espíritu.

Los primeros tienen sentado en el trono de su corazón a su propio ego, lleno de las pasiones de la carne y de los deseos del mundo; y también están acompañados por uno o más demonios, quienes gobiernan sus vidas, dado que tienen total autoridad sobre ellas a causa del pecado, pues éste traslada automáticamente el título de propiedad de nuestra alma al diablo. A estas personas no les interesa saber nada de Dios, pero si están dispuestas a hacer muchas cosas que desagradan a Dios como: Decir mentiras, hablar vulgaridades, participar en parrandas, ingerir bebidas embriagantes, deleitar su carne en las playas o balnearios, participar de la fornicación, el adulterio, la idolatría, el rendirle culto y admiración a las personas y a las cosas antes que a Dios, ir tras las pasiones del mundo como el futbol y los conciertos; ceder a las tentaciones y deseos que surgen de su carne, etc.; estas personas son las que corren de aquí para allá en los puentes festivos, buscando como deleitar su carne y no sacan tiempo para buscar a Dios.

Por su parte, los que andan conforme al Espíritu, tienen en el trono de su corazón gobernando al Espíritu Santo de Dios, quien los dirige a hacer las cosas que son agradables a Dios y que están contenidas en su Palabra. Esto trae como consecuencia que la persona dedique la mayor parte de su tiempo libre a la búsqueda de Dios, mediante el estudio de su Palabra, la asistencia a los cultos, los ayunos, las vigilias, la oración en la madrugada, la ayuda al prójimo; y por sobre todo el Espíritu lo lleva a que se deleite obedeciendo los mandatos de Dios, esto es andar conforme al Espíritu.

Sacar a la familia a pasear en un puente festivo, es andar conforme a la carne, pues si fuera conforme al Espíritu, éste indudablemente lo conduciría más bien a la búsqueda de Dios, que es uno de los mayores mandatos: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33.

Y si el paseo hace parte de unas vacaciones programadas, desde mi punto de vista, no le veo problema; sin embargo, en la vida cristiana el trabajo debe ser constante y solo tendremos descanso cuando lleguemos al reino de los cielos; pues si vemos la vida de Jesús, nunca estuvo de vacaciones mientras duró su ministerio; pues el diablo siempre está despierto y en guardia, y usará cualquier descuido para atacarnos y tratar de sacarnos de los caminos del Señor, máxime cuando estamos en un pequeño tiempo de relax espiritual y posiblemente despojados de la armadura espiritual.

¿Y cuál es el método para llegar a alguna de estas dos corrientes?

Para estar en la corriente de este mundo no se necesita hacer nada, ni tratar de volverse malo; pues de por sí al nacer heredamos la naturaleza pecaminosa de Adán y Eva y por lo tanto, ya estamos sucios de pecado y muertos espiritualmente; aunque existan aquellos que se creen buenos y merecedores de la vida eterna. Y si en estas condiciones, te haces seguidor o devoto de alguna religión o secta, nada nuevo estarías haciendo, pues las religiones no tienen el poder de transformar a nadie, de hacerlos nuevas criaturas y muchos menos te podrán garantizar vida eterna; y el único en quien tenemos garantía total se llama Jesucristo.

En cambio, para estar en la corriente del Espíritu sí hay que hacer varias cosas y la primera de ellas se denomina conversión, que es el hecho de que una persona se arrepienta, reciba a Cristo como su salvador y se comprometa a vivir una vida de obediencia y santidad a Dios.

Más tarde, si la persona continúa creciendo espiritualmente, entonces de su propia voluntad pedirá el bautismo en agua (denominado bautismo del arrepentimiento), el cual lo afianzará más como cristiano: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”. Marcos 16:16. 

Luego de este arrepentimiento también puede ocurrir el bautismo en el Espíritu (si la persona lo desea ardientemente), donde morimos al viejo hombre de pecado (al ser sepultados juntamente con Jesús), donde nacemos de nuevo (por el poder del Padre quien también resucitó a Jesús) y donde también recibimos el sello de redención por parte del Espíritu Santo. Y esta nueva criatura resultante de este proceso, es la que finalmente podrá entrar al reino de los cielos: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Juan 3:3.

Pretender que podemos entrar al cielo sin ninguna transformación es un acto engañoso, pues Dios y su cielo es santo y por lo tanto allá no caben las personas con su vieja naturaleza pecaminosa: “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”. Apocalipsis 21:27. Si le vendieron la idea que con solo ir a escuchar el sermón del domingo y dar limosna, va a ser salvo, allí lo están engañando y mejor apresúrese a correr y escapa por tu vida.

Esta nueva criatura ya tiene al Espíritu Santo de Dios en su corazón y también estará guiada y gobernada por su voluntad; aquí ya no existe la voluntad del hombre, sino que nuestra prioridad es hacer la voluntad de Dios, de la manera que lo expresó Pablo, asegurando que su ego ya no vivía en su corazón, sino Cristo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Gálatas 2:20.

Luego de este nuevo nacimiento ya no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu Santo de Dios, por lo cual aquí ya podemos disfrutar de la promesa de la vida eterna y estar seguros de que luego de la muerte física, vendrán los ángeles de Dios y recogerán nuestra alma y espíritu para conducirlos al paraíso celestial: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.

En este estado ya nada nos podrá separar del amor de Dios a excepción del pecado, pues si la persona decide voluntariamente volver a su anterior vida pecaminosa, queda nuevamente separada de la comunión con Dios y expuesta al castigo eterno: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Romanos 8:38-39.

Estimado hermano y amigo, ¿Deseas estar seguro de tu salvación? Ven a Cristo y permítele que more en tu corazón y de esta forma tendrás asegurada tu vida eterna en el reino de los cielos.

Cristo es el único que pagó por nuestros pecados en la cruz del calvario; por tanto, el único que nos puede perdonar, limpiar y justificar delante de Dios el Padre; esta tarea no la puede hacer ninguna religión, ninguna secta y tampoco ninguna filosofía; ni mucho menos los dioses que representan cada una de estas religiones, como tampoco lo puede hacer una estatua que no puede ver ni oír; dado que solo hay un Dios (el Padre) y un solo salvador (Jesucristo): “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. 1 Timoteo 2:5.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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