Cómo hacer que el bien y la prosperidad te persigan.

Una de las mayores preocupaciones del hombre es cómo vivir en prosperidad, en abundancia de paz y de tranquilidad, y con la mínima presencia de problemas económicos, de salud y de convivencia. Todos estos problemas los tenía Dios resueltos cuando vivíamos en el huerto del Edén; sin embargo, luego que el ser humano fuera expulsado de allí, tanto el hombre como la tierra entraron en estado de maldición; pero Dios también dejó una salida a este problema para que el hombre pudiera vivir en paz y en prosperidad hasta que culminara sus días sobre la tierra.

Texto: Josué 1:8.

Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”.

CONCLUSIONES.

Dios es el origen de toda la creación, incluyendo el espacio infinito, los sistemas solares, los planetas con sus lunas, todo ser vivo y toda cosa inanimada: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Génesis 1:1. También puso su imagen en el hombre, su más preciosa creación: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Génesis 1:27. Por lo tanto es Dios quien también tiene potestad sobre la vida del hombre y en sus manos está el permitirle que viva bajo bendición o bajo maldición.

Claro está que antes del pecado de Adán y Eva, el hombre no conocía necesidades, ni problemas, ni enfermedades, ni enemistades, ni angustias; pero el pecado hizo que el hombre y la tierra cayeran bajo maldición y que el hombre fuera expulsado de la presencia de Dios: “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida”. Génesis 3:17

Sin embargo, a pesar de esta salida abrupta del paraíso terrenal, que trajo como consecuencia la pérdida de la comunión con Dios, de la bendición y de la prosperidad, Dios dejó dos caminos abiertos para que el hombre decidiera cómo quería vivir: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”. Deuteronomio 30:19.

Para vivir en maldición solo basta “no hacer nada” y la corriente de este mundo se encargará de llevarlo hacia las multitudes donde se practica la maldad y la injusticia y por consiguiente heredará maldición en vez de bendición; pero para heredar el bien y la prosperidad hay al menos que cumplir varios requisitos incluidos en el texto principal:

1. “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley”.

Esto significa que nuestra boca deberá estar siempre cerca de la Palabra de Dios. Si vas a leer en voz baja, la deberás tener muy cerca de tus ojos y por ende de tu boca, y si vas a leer mentalmente también deberá estar cerca y se cumplirá el texto que dice que nunca se deberá apartar la Palabra de tu boca. No funciona igual si la biblia la llevas bajo el brazo para aparentar o la tienes en tu casa en un lugar privilegiado, o solo la cargas los domingos para la iglesia; y más bien, cuando dice “no se apartará de tu boca”, es que debe ser leída varias veces al día y no una sola vez a la semana.

2. “Sino que de día y de noche meditarás en él”.

Pero esto no queda solo en leer la Palabra de Dios, pues ocurre con muchos que por un oído les entra y por el otro les sale, o sencillamente ponen a leer al subconsciente, pero su mente está ocupada en otros asuntos y como consecuencia no captan lo que están leyendo, ni mucho menos dedican tiempo a su análisis y meditación; lo cual consiste en repasar mentalmente cada oración, tratando de confrontar lo escrito con nuestro estado interior, y aplicando dichas cosas a nuestro entorno y a nuestras vidas; es decir dándonos la oportunidad de que la Palabra nos confronte, nos redarguya, no exhorte y nos incite al cambio.

Esta meditación no debe suceder una vez a la semana, tampoco una vez al día; el mandato es que debe hacerse de día y de noche; la idea es que, si estamos llenos y bien alimentados de la Palabra de Dios, esta fluirá por nuestra mente en todo tiempo, aun cuando estamos dormidos.

3. “Para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito”.

Este mandato es el más importante y definitivo; pues si no guardamos la Palabra en nuestros corazones, no habrá forma de que el Espíritu Santo nos la recuerde en el tiempo oportuno y tampoco habrá la posibilidad de que la obedezcamos cuando llegue el momento apropiado para hacerlo.

El asunto es que, si no leemos la Palabra, no hay forma de meditar en ella; si no meditamos en ella, entonces no habrá forma de guardarla en nuestro corazón; si no la guardamos en el corazón, no habrá forma de que el Espíritu nos la recuerde; y si no la recordamos, definitivamente tampoco podremos obedecerla.

¿Y por qué la Palabra de Dios es tan importante?

Porque la Palabra es vida; es como una medicina que cura instantáneamente y a medida que esa Palabra penetra en nuestro interior, entonces ella se encargará de hacer una limpieza y una transformación completa en nuestro cuerpo, alma y espíritu: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Hebreos 4:12.

Y lo más importante es que allí en la Palabra encontramos a Jesucristo el hijo de Dios, al único que murió en la cruz del calvario y derramó allí su sangre para redimirnos del pecado y podernos dar vida eterna.

¿Y cuál es el resultado de todo esto?

El resultado de leer, meditar, guardar y obedecer trae como consecuencia que las ventanas de los cielos sean abiertas y que se derrame bendición hasta que sobre y abunde sobre nuestras vidas y esto hará también que Dios vaya adelante de nosotros abriendo caminos y que todo lo que hagamos nos salga bien; ¿No es esto algo maravilloso, que el bien y la prosperidad te persigan?: “Porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”.

El trato de Dios es simple, si nos deleitamos en su palabra, la cual es el conocimiento del Altísimo, tanto meditando en ella como obedeciendo, entonces Dios se deleitará bendiciéndonos y respondiendo a nuestras peticiones: “Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón”. Salmos 37:4

¿Pero esto lo logrará entender la gente del común?

La gente del común solo quiere bendición sin compromiso y por supuesto que también quieren salvación sin conocer ni siquiera al que puede abrirnos las puertas del cielo, a Jesucristo el hijo de Dios. El problema más común es la pereza que tiene la gente, primero para aceptar que necesitamos de un salvador y segundo para cumplir con unos requisitos mínimos para poder obtener la salvación y de paso hacernos partícipes de todas las bendiciones y riquezas que vienen de lo alto: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”. Santiago 1:17.

Tener unos pesos de más aquí en la tierra no significada nada, es más ni siquiera inclina la balanza hacia la prosperidad, máxime cuando todo eso es temporal y lo que realmente cuenta es que tengamos a Jesucristo como nuestro señor y salvador al momento de nuestra muerte; de lo contrario nos espera una segunda muerte allá al otro lado, lo que significa estar apartados de la presencia de Dios para siempre y destinados a vivir en tormento perpetuo.

Estimado hermano y amigo, quizás no quieras leer la Palabra de Dios y si esto es así, seguramente tampoco querrás la bendición que viene de lo alto, ni mucho menos el premio final que es la salvación de tu alma; pues es muy clara la Palabra al expresar que el que no trabaje, que tampoco coma: “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”. 2 Tesalonicenses 3:10.

En síntesis, si tenemos que trabajar para obtener el alimento físico, con mucha más razón tenemos que leer la Palabra de Dios y obedecerla para obtener la prosperidad terrenal y luego la salvación de nuestras almas.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21. 

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