Las tres fogatas.
Cuando se trata de sobrevivir a la intemperie y en ambientes muy fríos como Alaska, es necesario que las personas estén cerca a una fogata, sobre todo en las noches, de tal forma que los mantenga calientes y que la temperatura de sus cuerpos no baje hasta límites peligrosos, donde los cuerpos empiezan a mostrar señales de hipotermia, y los órganos internos empiezan físicamente a apagarse.
Si se apaga la fogata y no se tiene una manta térmica o
un saco de dormir, hasta ahí llega el tiempo de supervivencia, y las personas
deben ser evacuadas o morirán a causa de la hipotermia.
Texto:
Salmos 73:26-27.
“Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi
corazón y mi porción es Dios para siempre. Porque he aquí,
los que se alejan de ti perecerán; Tú destruirás a todo aquel que de ti se
aparta”.
CONCLUSIONES.
Para hablar de fogatas, debemos empezar recordando el
encuentro que tuvo Moisés con Dios en el desierto, cuando estaba apacentando
las ovejas de su suegro, quien vio una sarsa que ardía; es decir, una fogata,
pero que no se consumía y allí precisamente estaba la presencia de Dios: “Y
dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú
estás, tierra santa es”. Éxodo 3:5. En este texto, el fuego está asociado
con la santidad, porque el fuego es purificador, de la misma manera como
funciona sacando las escorias del oro en un horno de fundición.
También, cuando el pueblo de Israel fue sacado de Egipto,
Dio los iba acompañando de día en una columna de nube y de noche en una columna
de fuego; es decir, que la fogata de Dios los estaba alumbrando, calentando y
guiando: “Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para
guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a
fin de que anduviesen de día y de noche”. Éxodo 13:21
Para nosotros, el fuego significa destrucción (por ese
algo que se consume para avivar el fuego), pero para Dios el fuego es una de
sus mayores manifestaciones o vehículos donde se mueve, pues en el texto
siguiente habla al pueblo desde el medio del fuego: “Y dijisteis: He aquí
Jehová nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su
voz de en medio del fuego; hoy hemos visto que Jehová habla al hombre, y este
aún vive”. Deuteronomio 5:24.
Así como el sol es un horno y también es una fogata
porque cumple la función de calentar y alumbrar a todos los planetas que están
bajo el mismo sistema solar, cuyo calor y rayos solares llegan hasta la tierra
dando vida a las plantas y a todo ser vivo; así mismo es la fogata de Dios, de
esta mana la vida y la santidad, pero también este fuego sirve para ejecutar
sus juicios y consumir a aquellos que le resisten, aquellos que andan en
rebelión contra su señorío y su majestad.
También Dios usa el fuego como un arma para consumir a
sus adversarios, considerándose adversario todo aquel que se aleja de su
presencia, desecha su gobierno y sus mandatos, y que finalmente trabaja en
coordinación con las tinieblas para conseguir sus objetivos perversos: “Porque
nuestro Dios es fuego consumidor”. Hebreos 12:29.
Los impíos perecerán delante de Dios consumidos por el
calor de la fogata, siendo impío todo aquel que actúa contrario al amor y a la
piedad, los que intencionalmente se constituyen en enemigos de Dios: “Como es
lanzado el humo, los lanzarás; Como se derrite la cera delante del fuego, Así
perecerán los impíos delante de Dios”. Salmos 68:2.
Si Dios es fuego que consume y si los impíos se derriten
literalmente delante de su presencia, podemos asegurar que Dios cuenta con una
fogata permanente, la cual no necesita cerillos para encenderla cada mañana y
de ahí su mandato en relación con el fuego para su altar terrenal, el cual
nunca debía apagarse: “El fuego arderá continuamente en el altar; no se
apagará”. Levítico 6:13
El intenso calor de una fogata como la del sol, hace que
esta despida rayos de luz y esto es análogo a la función que cumple la
dispersión del evangelio de Jesucristo, que es ser luz o vida para mundo, para
abrir los ojos de aquellos que andan en tinieblas espirituales: “Otra vez
Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará
en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Juan 8:12
El hecho es que disponemos de tres fogatas, una de leña
para calentar nuestro cuerpo, la cual hay que estar alimentando permanentemente
para que no se consuma en su totalidad la leña y luego se apague; y otra fogata
que es la de Dios, la fogata eterna, que no se consume y que, así como puede
destruir, también puede dar vida; pues en Dios está la vida eterna: “Porque
la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo
Jesús Señor nuestro”. Romanos 6:23. Y una tercera fogata es la del sol que
cumple varias funciones en el sistema solar sobre el cual señorea y en cuyo
sistema está la tierra, donde Dios plantó vida en el reino vegetal, animal y
humano.
Consecuencias por apartarse de la fogata de
Dios.
Si se aparta de la fogata de leña en situaciones de
supervivencia, es posible que la persona enferme de gravedad o pierda su vida debido
a la hipotermia. Esto a la larga no es problema, pues todos debemos morir algún día, a no
ser que venga Jesucristo antes por su iglesia y sus verdaderos hijos sean
raptados para no ver muerte física.
Pero si se aparta de la fogata de Dios, entonces perderá
la vida eterna; es decir, que su alma y espíritu tendrán que sufrir eternamente
en el lago de fuego y azufre; y esto sí es un verdadero problema, porque de
allá de ese lago no habrá forma de salir, eso lo puedes prevenir solamente
cuando aún vivas sobre la tierra: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan
a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. Juan
17:3. Fuera de esa fogata, no habrá conocimiento del único y verdadero Dios
(quien es la vida) y de su hijo Jesucristo; y por consiguiente tampoco tendrán
vida eterna los que de ella estén apartados.
He aquí dos consecuencias de apartarse de la fogata de
Dios que cita el texto principal:
1. “Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán”.
Los que se alejan de Dios perecerán, junto con aquellos
que nunca han querido buscar de su presencia; pues si Dios es la vida, quiere
decir que el que se aparte de Él solo encontrará muerte (la muerte segunda) y
esta se hará efectiva luego del juicio final.
Y si usted se escuda en una religión, secta o filosofía
que no contemple como figura central al único Dios verdadero, Jehová de los
Ejércitos, igualmente solo heredará muerte, pues ningún otro dios tiene vida en
sí mismo, porque se trata de imágenes sin vida o demonios que se hacen pasar
por dioses: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos;
porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí”. Isaías
46:9.
Y si usted honra a otros dioses, figuras, divinidades o
supuestos santos, o sencillamente no cree que haya ninguno, ha de saber que sí y solo sí existe un único Dios: “Acerca, pues, de las viandas que se sacrifican a los
ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios”.
1 Corintios 8:4
2. “Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta”
Este texto es duro y habla de destrucción para todo aquel
que se aparta o está apartado de Dios y esto implica muerte en el ámbito físico
y más tarde muerte espiritual. Es posible que el pecador siga viviendo
tranquilo sin que nadie lo moleste, pero llegará el día del juicio en el que
Dios recompensará a cada uno según sus obras y los que estuvieron apartados de
Dios y de su fogata, paradójicamente van a parar a un horno, que es el lago de
fuego y azufre que arde por una eternidad; pero allí no estarán como
espectadores, sino que más bien harán parte de él (como la madera en la fogata
de leña) y sentirán que su cuerpo hierve a causa del intenso calor: “Pero
los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y
hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago
que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”. Apocalipsis 21:8.
Fuera de que ya no reciben más calor, ni luz por estar
apartados de la fogata; seguidamente “perecerán”, pero algo mucho peor es que
Dios mismo los “destruirá” y la razón es que el hombre se aparta del verdadero
Dios, pero recurre a otros dioses que no son reales y que por ende tampoco son
exigentes con el hombre, conllevándolos a estar en rebelión contra el verdadero
Dios.
Habrán personas apartadas de Dios y que se jacten de no
cometer pecado o de no hacerle mal a nadie; pero no se confíen, que fuera de la
fogata de Dios solo hay caos y destrucción, y las personas terminarán siendo contaminadas
por el mal y llevadas a cometer injusticias y violaciones a la Palabra de
Dios; ellos se creen buenos, pero viven en idolatría honrando ídolos, viven en
religiosidad siguiendo mandamientos de hombres, practican la vulgaridad y las
mentiras, viven para exaltar su orgullo y su vanidad, participan de fiestas
paganas las cuales honran las cosas pasajeras del mundo y sobre todo desechan a
Dios y sus mandatos.
Por lo tanto, el estar apartados de la fogata de Dios es sinónimo
de pecado y hace que las personas estén expuestas a la muerte segunda que se
dará luego del juicio final: “Entonces dirá también a los de la izquierda:
Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus
ángeles”. Mateo 25:41
Estimado hermano y amigo, fuera de Dios solo hay muerte y
por eso tenemos que acercarnos a aquella fogata que sí nos puede dar vida
eterna. Dios también cumple otras funciones en el ser humano, como ser una roca
donde se fundamente su vida y también la fuente que suple todas sus
necesidades: “Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y
mi porción es Dios para siempre”.
En conclusión, existen tres fogatas: La primera es una
fogata de leña que sirve para calentar el cuerpo y alegrar el corazón del
hombre; la segunda es la fogata de Dios, de donde proviene la vida eterna y de
donde también sale fuego que consume a todos los que se apartan de Dios; y como
tercera fogata está el sol que ayuda a mantener con vida la tierra y a todos
los seres vivientes que están dentro de ella. El estar alejados de la fogata de
Dios, hace que el hombre esté sentenciado a la muerte segunda y que tenga que
llorar y crujir sus dientes por una eternidad.
Que Dios los bendiga grande y
abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta
sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y
me acerco a ti arrepentido para que me perdones y me laves con tu sangre
derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y
Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”. Y
si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por
salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”
Hechos 2:21.

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