El que ama su vida la perderá. Juan 12:23-25

“Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.”

 
CONCLUSIONES

En este texto bíblico, Jesús se encuentra en una hora crucial.  Si abandona todo, por amor a su vida y para no pasar por la muerte física, entonces el plan de redención de la humanidad hubiera fracasado.  Pero tenía que enfrentar a la muerte y entregar allí su cuerpo físico, para que se cumpliera paso a paso, el plan trazado por Dios para liberar al hombre del pecado y de la muerte espiritual.

Ese inmenso sacrificio, representó a la postre un galardón sobremanera grande, el ser glorificado en el reino de los cielos ante el Padre celestial y ser sentado a su diestra; pero para que esto sucediera tenía que entregar su vida a la muerte; para que ese grano de trigo produjera un renuevo, un cuerpo celestial, mediante el poder del Padre, quien levantó a Jesús de los muertos, en un cuerpo glorioso.

Jesucristo no es que haya aborrecido su vida, para entregarla a la muerte, sino que esto obedeció al estricto cumplimiento del plan de salvación ideado por Dios.  No aborreció su cuerpo; pero sí aborreció el pecado y la vanagloria del mundo.

De una forma similar, nosotros tenemos que aborrecer el mundo y la carne con sus pasiones y deseos, de lo cual se compone mayormente la vida en este mundo y preferir mejor morir para el mundo; ya que tenemos la promesa de ser resucitados juntamente con Cristo Jesús para vida eterna, con el mismo poder con que Él fue resucitado por el Padre.  Esto no significa aborrecer nuestro cuerpo, nuestra familia, nuestro trabajo; más bien significa abandonar el estilo de vida material, el cual indudablemente conlleva al pecado y a interrumpir la comunión con Dios.

Si amamos el mundo con sus pasiones y deseos (en otras palabras: amamos la vida mundana), entonces perderemos nuestra vida eterna, aunque estemos vivos físicamente; pues estamos vivos en cuerpo, pero muertos en espíritu.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

 

 

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