El amor fraternal. Juan 13:34-35
“Un mandamiento
nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tuviereis amor los unos con los otros.”
CONCLUSIONES.
¡Qué tan difícil es amar es este mundo lleno de indiferencia
y de crueldad!
Si de verdad todos los seres humanos compartieran amor del
mismo que recibimos del Padre, este mundo sería un paraíso, sería algo mucho
más gratificante.
El mundo actual está lleno de injusticia, de avaricia, de
violencia, de persecución, de indiferencia y de necesidades, debido
principalmente a que nos hemos olvidado del mandato de Dios. Rechazamos
el mandato de Dios y más bien guardamos egoísmo en nuestros corazones.
Debido al auge de la pobreza mundial, la escasez de recursos, la escasez de
bienes, la escasez de alimentos, nos encontramos ante un mundo más violento,
donde el que tiene algo no escatima esfuerzos para protegerlo de los demás y
donde el que tiene oportunidad de conseguir más, lo hace así tenga que oprimir
a la gente más necesitada. Este es un mundo donde sale adelante el más
fuerte, el que tenga una posición privilegiada, el que tenga más recursos, el
más sagaz, el que más palancas tenga, el que tenga aliados en la política, el
que tenga aliados en grupos al margen de la ley.
Ante todo este panorama, Dios nos da un nuevo mandamiento: “Que
os améis unos a otros como yo os he amado.” Amar a nuestro prójimo es
procurar que él esté en nuestras mismas condiciones: Condiciones de
trabajo, de salud, de bienestar, de nutrición, etc. Sin embargo Dios va
más allá de esta relación y nos dice: Amen de la misma forma o con la misma
intensidad que yo os he amado. Recordemos que tanto nos amó Dios, que
entregó su hijo a la muerte en la cruz del calvario, esto es un amor a precio
de “sangre”; eso significa que aún debemos dar la vida por nuestro prójimo si
fuere necesario. Pensar en esto es algo imposible para nuestros tiempos;
sin embargo si viviéramos en amor, nuestro punto de vista sería diferente.
El cumplimiento de este mandamiento nos garantiza dos cosas:
1. Que somos verdaderos discípulos de Jesucristo.
2. Que se alcance la verdadera paz en nuestro
alrededor.
Pero hacer que una humanidad enloquecida cambie de forma de
pensar es un hecho inalcanzable, pues la historia nos muestra que el hombre, a
pesar de su avance tecnológico, a pesar de tener más conocimiento, siempre se
ha inclinado por el mal y que el ambiente social en el mundo cada día desmejora
en vez de cambiar positivamente. Todo esto es a causa de que el enemigo
de la creación de Dios, satanás, con todos sus ayudantes, están interesados en
destruir la máxima creación de Dios que es el hombre y para eso trabajan día y
noche arrebatando la poca bondad que queda en los corazones y sembrando odio,
maldad e injusticia.
Paz si habrá para los pocos que acepten a Jesucristo como su
Señor y salvador, y sigan las pisadas del maestro; ellos serán los verdaderos
discípulos y recibirán la paz de Dios, la que el mundo no puede dar.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.