¿Cómo somos santificados? Juan 17:17-21.
“Santifícalos en tu
verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al
mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean
santificados en la verdad. Mas no ruego solamente
por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,
para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también
ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.”
CONCLUSIONES.
Estas palabras de Jesucristo nos muestran dos principios
fundamentales en la santificación del cristiano:
1. La Palabra de Dios es verdad.
La Palabra más importante de la Biblia está contenida en los
cuatro evangelios, en los cuales habla directamente el Hijo de Dios, o en donde
los evangelistas narran los acontecimientos que se desarrollaron alrededor de
la vida de Jesús. El mismo Jesús relata
que dicha Palabra no es de Él, y que El la recibió de su Padre y que a su vez
recibió el mandato de transmitirla a la humanidad. Partiendo de estos hechos se deduce que esta
Palabra es totalmente fiel y por tanto es totalmente verdad. Así mismo como Jesucristo está vivo y sentado
a la diestra de Dios, entonces la Biblia también es palabra VIVA.
Hebreos 4:12: “Porque
la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos
filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los
tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”
2. La Verdad nos santifica.
Escudriñar la Biblia, alimentarnos de la Palabra de Dios, es
un proceso que santifica; dado que la Palabra de Dios entra a lo más profundo
de nuestro ser y nos transforma, nos revela el pecado que hay en nuestras vidas
y nos capacita para el arrepentimiento y el cambio de vida. Esta obra de transformación es hecha por el
Espíritu Santo de Dios, a quienes creen en la Palabra, a quienes se humillan
delante de Dios y a quienes son obedientes a sus mandatos. Finalmente, cuando el tempo (cuerpo físico)
está limpio, entonces el Espíritu Santo posa en nuestro corazón y nos hace
verdaderos santos, aptos para el reino de Dios.
No nos santificamos por medio de baños, de riegos, de conjuros,
de hechizos, etc.; todo esto hace parte del reino de las tinieblas en cabeza de
satanás y lo que sucede con ello es que le vamos dando autoridad al diablo
sobre nuestras almas hasta que la perdemos definitivamente. Entrega tu vida a Jesús, solo Él tiene
palabras de vida eterna, solo su Palabra puede hacernos verdaderos santos, o
sea hombres apartados del mal y reservados para Dios, reservados para el gozo
eterno en el reino de los cielos.
No es santo aquel a quien declaran santo los mismos hombres,
tampoco aquel que hace obras de caridad, tampoco el que procura la paz mundial;
es santo quien se aparta del pecado, entrega su vida a Jesucristo y vive en
obediencia a la Palabra. Estos son los
verdaderos hijos de Dios, los escogidos, a quienes está reservado el reino de
los cielos.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.