Mi reino no es de este mundo. Juan 18:35-36
“Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los
principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Respondió Jesús:
Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para
que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.”
CONCLUSIONES.
Aunque Jesús tomó cuerpo de hombre y habitó entre nosotros;
aun así su reino no era, ni es de este mundo.
Su cuerpo era de la tierra, pero su Espíritu descendió del cielo y se
encarnó, para cumplir con el plan de redención de Dios, el cual consistía en
venir a la tierra en forma de hombre, predicar el evangelio de la salvación,
padecer y ser crucificado, para luego morir y resucitar al tercer día. Si sus ángeles hubieran peleado por él y lo
hubieran librado de la crucifixión, indudablemente el plan del Padre no se
hubiera cumplido; es por eso que ni aún sus discípulos lo defendieron, más bien
lo negaron y quedó solo en los momentos más difíciles de su vida terrenal.
Igualmente todos quienes han rendido su vida a Jesucristo,
tampoco son de este mundo; ellos ya tienen una ciudadanía en el reino de los
cielos, la cual consiste en el sello de redención que puso el Espíritu Santo en
sus corazones, el día que recibieron a Jesucristo como su Señor y Salvador y
empezaron a vivir en obediencia a su palabra.
Desde aquel día son verdaderos hijos de Dios y por tanto ya tienen una
nueva identificación en el reino de los cielos.
Los verdaderos cristianos parecen “raros” o hacen cosas fuera de lo
común, porque ellos ya no miran las cosas del mundo y en cambio tienen su
mirada puesta en el Retentor de sus almas, a Jesús de Nazareno, quien los
levantará de los muertos y los hará resucitar para el gozo eterno. El verdadero cristiano prefiere estar
buscando la presencia de Dios (con ayuno, oración, alabanza, estudio de la
Biblia, etc.), en vez de estar en rumbas o paseos; por eso es que su
comportamiento es raro; es decir, ya no viven para el mundo, sino para Dios.
Si estás muy amañado con las cosas del mundo y con el pecado
o eres indiferente ante Dios, entonces aún no tienes la doble ciudadanía y tu
salvación está pendiendo de un hilo.
Cuando se acabe la vida física entonces se habrá roto ese hilo, que nos
permitía ver la salvación de lejos y abrigar la esperanza de llegar a ella;
pero entonces sin cuerpo ya no habrá ningún camino para llegar a la vida
eterna; pues en ese estado ya estaremos en el destino final, en el lugar de
tormento, sin forma de volver atrás.
Estimado amigo, el tiempo es ahora. No dejes para mañana el trámite de tu nueva
ciudadanía, mañana puedes estar muerto y sin esperanzas. ¡Qué hermoso es saber que si mañana mueres o
Jesucristo viene por su iglesia, tendrás las puertas abiertas en el cielo,
donde te recibirán los ángeles con gozo indecible, porque tu reino no es de
este mundo!
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.