El mayor pecado del mundo. Juan 20:24-29
“Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos
cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos
visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere
mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás.
Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a
vosotros. Luego dijo a Tomás:
Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y
no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás
respondió y le dijo: !!Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste;
bienaventurados los que no vieron, y creyeron.”
CONCLUSIONES.
Pecado no es solamente lo que se hace y que va en contra de
lo dispuesto en la Palabra de Dios (pecado por ACCIÓN); sino también todas
aquellas cosas que son buenas, pero que no las hacemos y esto se convierte en
pecado por OMISIÓN. Es tan malo
asesinar, como el hecho de no creer que Jesucristo es el camino, la verdad y la
vida. No creer en Jesucristo es tan malo
(o tan pecaminoso), que el resultado es la condenación eterna como lo expresa
el siguiente versículo:
Juan 3:18. “El que en él cree, no es condenado; pero el
que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del
unigénito Hijo de Dios.”
Hacer el mal tiene solución, tiene perdón a través del
sacrificio de Jesucristo; pero no creer en Jesucristo (quien es la única
solución), no tiene remedio y al incrédulo solo le espera la condenación
eterna. Esto es como tener una
enfermedad terminal que solo se cura con determinado medicamento; pero no lo
tomamos, debido a que no creemos que pueda curarnos. En ese estado de enfermedad, la gente se hace
lo que sea, con tal de mantener viva la esperanza de la sanidad. Sin embargo con la medicina para el mal
espiritual que es Jesucristo, estamos haciendo lo mismo; muchos no creen que
Cristo sea la solución, o simplemente no les interesa la vida eterna, o el
diablo los tiene entretenidos con las cosas del mundo, para que se olviden que
hay un lugar de castigo para los que no crean.
El rico Epulón decía: “No,
padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se
arrepentirán.” A su vez, Tomás
decía: “Si no viere en sus manos la
señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi
mano en su costado, no creeré”.
Otros sin duda estarán pensando: “Si
Jesucristo no se me aparece en persona, no creeré en El”. Pero detrás de estas excusas se encuentra el
pecado más grande de la humanidad, la INCREDULIDAD. Muchos otros creen en Jesucristo, pero su
mirada está puesta en las cosas del mundo terrenal y por lo tanto no viven para
Dios, ni obedecen sus mandamientos.
Otros están inmersos en las religiones, sectas, tradiciones y filosofías
que ha dispuesto el diablo para que el hombre crea en ellas y se pierda. El problema es que cuando uno no quiere creer
a la verdad, entonces el mismo Dios envía un espíritu de error, para que siga
creyendo en la mentira y finalmente su alma se condene. Aun así Dios sigue siendo justo; pues el dará
la retribución a cada uno según sus obras; vida eterna a los que creen y
castigo eterno a los que no quieren creer.
La fe es la certeza de lo que no vemos. No podemos ver a Jesucristo con nuestros
propios ojos; pero sabemos que existe por el abundante testimonio que dejó en
la Biblia y también porque el Espíritu Santo (la tercera persona que está
presente en el mundo), puede darnos testimonio de Jesucristo y de su
Palabra. Él está al lado de los que
temen a Dios y guardan sus mandamientos y hablará con todo aquel que esté en
comunión con Dios y solicite su intervención.
También sabemos por lo infinitamente grande del universo, que Dios
existe y así mismo Jesucristo que era el Verbo en el tiempo de la
creación. Tomás fue un privilegiado al
tener la oportunidad de meter sus dedos en las llagas de Jesús y luego de esto
dejó de ser incrédulo; pero tendrán mayor galardón aquellos que crean sin haber
visto; pues esto es lo que realmente agrada a Dios.
¿Por qué no podemos tener experiencias directas con
Jesucristo, así como la tuvieron sus discípulos? La realidad es que la mayoría del pueblo
judío condenó a Jesucristo a la crucifixión, porque no creían en él, aun viendo
sus maravillosas manifestaciones de poder.
Y si hoy se apareciera Jesucristo, seguramente muchos no creerían y
seguirían indiferentes ante su presencia, seguirían como si no hubiese pasado
nada y hasta lo volverían a crucificar por decir que es el Hijo de Dios.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.