¿Por qué murió? 1 Samuel 2:6.


Jehová mata, y él da vida; El hace descender al Seol, y hace subir.”

CONCLUSIONES.

Jesucristo al morir en la cruz del calvario, le arrebató a satanás el imperio que tenía sobre la muerte.  Hebreos 2:14: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. 

Ahora el mal no tiene potestad sobre la vida y sobre la muerte.  Es Dios quien otorga permisos al diablo y a sus espíritus de muerte, para actuar en determinada forma y circunstancias sobre una persona o un grupo de personas.  Es menester entender que los que no son de Cristo y se han vendido al diablo a través de la práctica del pecado, sobre estos tiene autoridad el diablo y él puede decidir cuándo se los lleva de este mundo físico; esto es lo que se denomina la voluntad permisiva de Dios.  Más los que son de Cristo, no los puede tocar el mal, todos ellos están bajo protección de Dios.  Aun así, el estar bajo la protección de Dios no significa larga vida física, pues hay casos especiales en los que las personas deben morir antes que se salgan de los caminos del Señor y se pierdan definitivamente.  Hay muchos otros casos especiales, en los cuales desconocemos la voluntad de Dios, pero que de todas formas encierran propósitos específicos solo conocidos por el dueño de la vida.

Ante la seguridad de una muerte física, hay que estar preparados espiritualmente, de tal forma que solo perdamos el cuerpo físico y que nuestra alma y nuestro espíritu no vayan a morar definitivamente en el infierno, que es lo que se llama la muerte segunda.  La forma de prepararse es guardando la Palabra de Dios o estudiándola y poniéndola por obra:

Juan 8:51:  De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.”

Entonces, ante los últimos acontecimientos de muertes masivas, no podemos asegurar que los culpables fueron circunstancias específicas o que fueron errores humanos; más bien fueron actos decisivos o permisivos de Dios, quien es el dueño de la vida.  Aquí cabe anotar el dicho popular que reza así: “Nadie se muere el día de la víspera”.  Un paciente puede tener los mejores cuidados en una clínica, pero si su vida ya llegó al término estipulado por Dios, sencillamente se muere.  Puede correr mucho una ambulancia con un paciente, el cual puede estar conectado a diferentes equipos de soporte vital; pero si ha llegado su hora, no llegará vivo al hospital.  Tal es el caso de las personas que se salvan de morir en los siniestros aéreos o en terremotos, cuando son encontrados varios días después bajo los escombros; esto significa que para estas personas aún no había llegado la hora de pasar al otro mundo.  Y no vamos muy lejos, cuando recordamos las personas que han tratado de suicidarse y no han podido, esto es porque el hombre no es el dueño de la vida y no puede disponer de ella, a no ser que reciba la aprobación de Dios. 

En mi caso, he tenido tres accidentes en moto, uno en bus y tres encuentros con grupos armados, y aunque sentí la muerte muy de cerca, Dios estaba ahí protegiéndome, porque aún tenía y tiene propósitos para mi vida. Nuestro futuro está predeterminado por nuestras acciones diarias, si bien es cierto que Dios conoce nuestro futuro desde antes del nacimiento; nuestros actos van acortando o alargando nuestra vida física o van secando o reverdeciendo nuestra vida espiritual.  Ejemplo:  Una vida lejos del pecado y de los vicios genera más años de existencia física y una vida en comunión con Dios nos aleja del infierno y nos asegura una vida de gozo eterno en el reino de los cielos.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

 

 

 

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