Pasos para recibir el Espíritu Santo. Hechos 2:37-39.

“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.  Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.”


CONCLUSIONES.

El Espíritu Santo de Dios es la tercera persona de la Trinidad, quien está presente en la tierra, desde que Jesucristo ascendió a los cielos y que puede morar en el corazón de cada persona, cuando el templo (cuerpo físico) está limpio de pecado.  Para tener esta presencia en nuestra vida se necesitan varios pasos:

1.  Arrepentimiento.

Es necesario creer de corazón que somos pecadores y que la Palabra es verdad, cuando se refiere a que todos estamos contaminados con el pecado y que estamos destituidos del reino de Dios.  Este arrepentimiento generalmente se da con clamor y lamento; de lo contrario puede tratarse solo de palabras vacías que no salen del corazón.

2.  El bautismo en el nombre de Jesús.

Después debemos recibir el bautismo en agua, como una señal de compromiso ante Dios, de que estamos verdaderamente arrepentidos y que deseamos apartarnos del pecado y de los vicios para consagrar nuestra vida a Dios.  Este bautismo solo se puede hacer en el nombre de Jesús; pues en ningún otro nombre dado a los hombres hay salvación.  Solo lo pueden hacer aquellos que sean conscientes del compromiso adquirido y que hayan cumplido con el paso anterior, lo que significa que un recién nacido no puede recibir el bautismo en agua.

3.  Recibir el perdón de pecados.

Cuando la persona queda libre de pecado, esto no pasa desapercibido; pues su vida se llena de gozo y de paz, por haber sido perdonados y por recibir la promesa de la vida eterna a través de Jesucristo. 

4.  Nuevo nacimiento.

Al recibir el Espíritu Santo de Dios en nuestro corazón, somos sellados como verdaderos hijos de Dios  y como garantía para el día de la redención.  Ya somos nuevas criaturas, por cuanto el pecado y la iniquidad ya fueron quitados de nuestro cuerpo y de nuestra alma.  Llegar a este punto es muy importante y también es un estado de mucha responsabilidad, dado que el enemigo tratará por todos los medios de hacer tropezar al nuevo cristiano para que caiga en pecado y el Espíritu Santo se vea obligado a irse del corazón del cristiano, perdiendo su calidad de cristiano y convirtiéndose nuevamente en hijo del mundo y exponiéndose al juicio eterno.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

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