El Valor de la Espera
“Esperad en Él en todo
tiempo, oh pueblos; derramad delante de Él vuestro corazón; Dios es nuestro
refugio.” Salmo
62:8.
En el
diccionario el verbo “esperar”
significa: permanecer donde se cree que acudirá alguien o algo, que sucederá
algo. También significa: detenerse en el obrar. Esta definición hermosa e
inspiradora establece con toda claridad que lo que determina nuestra espera
frente a cualquier situación adversa, difícil, incómoda e insoportable, es la
fe en Dios.
El corazón debe
envolverse y permanecer confiado en que Dios acudirá y cambiará toda situación.
Dios siempre acude al lugar donde la fe lo requiere o reclama la intervención
divina. Esperar en Dios es en sí mismo una poderosa declaración de fe en sus
recursos divinos.
Esperar incluye
una segunda condición: detenerse en el obrar. Esta segunda condición, “permanecer quietos”, es la más difícil
de cumplir para el ser humano. Usualmente, nos desesperamos ante lo que
acontece a nuestro alrededor, y nuestra tendencia innata consiste en actuar
bajo la presión de lo que nos rodea.
Tenemos dos
formas de actuar frente a cualquier situación: movernos por reacción o por
dirección. Querer resolver las cosas por medio de la reacción siempre es
perjudicial, porque la reacción no mide las consecuencias de la decisión. Solo
intenta apaciguar lo que se siente, se fundamenta en un sentimiento y no en un
razonamiento. En resumen, se trata de actuar sin reflexionar.
Puede darse que
por medio de la reacción nos sintamos aliviados y momentáneamente satisfechos;
sin embargo, tarde o temprano, tendremos que enfrentar todas las consecuencias
de esa reacción. Todo esto nos lleva a entender que movernos bajo la dirección
de Dios es la respuesta correcta. Cuando actuamos bajo esa dirección, hay conocimiento,
análisis y orientación.
En el Salmo
46:10 leemos: “Estad quietos, y conoced
que yo soy Dios…”. Aquí vemos otro efecto poderoso de la espera: esta nos
llevará a un conocimiento más profundo de Dios, de su divinidad y de su poder
sobrenatural. Ese conocimiento será el que influencie nuestra decisión, por lo
que obtendremos una dirección certera ante cualquier situación.
Las Sagradas
Escrituras declaran en Isaías 30:15: “Porque
así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis
salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza...” Saber esperar
en Dios es una fuente de fortaleza y de poder que puede sobrepasar todo lo que
estemos enfrentando.
No obstante, la
espera a la que nos llaman las Escrituras no es un estado de pasividad o de
indiferencia, es un estado activo en el que se están dando pasos precisos.
Durante la espera se nos ofrece esta preciosa orientación: “…; derramad delante de Él vuestro corazón”.
Es decir que, durante el período de espera en Dios, debe haber un derramamiento
del corazón.
Derramar el
corazón consiste en inclinarlo ante la presencia de Dios para que aquello que
llena nuestro corazón, nos conmueve y nos preocupa pase a estar dentro del
corazón de Dios. En otras palabras, es traspasar el problema de nuestro corazón
al corazón de Dios, dejándole a Dios la carga, la responsabilidad de obrar
frente a nuestra necesidad.
Amado, ¿vive
usted agobiado ante las pruebas que le rodean? ¿Es preciso para usted tomar
alguna decisión trascendental que puede afectar toda su vida? ¿Se halla usted
desorientado frente al futuro, su hogar, sus relaciones? ¿Por qué no espera
usted en Dios, dejándole a Él su carga y su decisión a fin de que Él le
oriente, le guíe y le sustente?
¿Usted no conoce
a Dios personalmente y desea tenerle en su corazón para que Él tome su vida y
su futuro y le conduzca por una senda segura? Para que esto sea posible, usted
debe recibir ahora mismo a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, y
así Dios le guiará.
Dios le bendiga grandemente.
Rev.
Alberto Ortega, Pastor del M.M.M.