La salvación es por fe. Romanos 3:21-26

“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.”

 
CONCLUSIONES.

Desde el antiguo testamento (el periodo de la ley) se anunciaba la venida de nuestro Señor Jesucristo, como iniciador del periodo de la gracia, a través del cual se manifestaría la justicia de Dios en forma gratuita para toda la humanidad.

En textos anteriores leíamos que solo son justificados los hacedores de la palabra y no solamente los oidores de ella; ahora se le agregan nuevos conceptos a este gran ministerio de la reconciliación por parte de Dios:

1.  Dios tenía que tomar una decisión en cuanto al pecado: O ejecutaba la sentencia de muerte, lo que hubiera resultado en la desaparición de la raza humana, o le daba al hombre otra oportunidad.  El Padre optó por la segunda opción y en su infinita paciencia, pasó por alto el pecado de la humanidad; con el fin de hacer manifiesta su justicia y dejar claro que solo Él es justo y también que solo Él puede justificar a los que ponen su fe en su Hijo Jesucristo.

2.  Era necesario un plan generalizado que considerase a judíos y gentiles, a pobres y ricos, a blancos y negros, a esclavos y libres, a gobernantes y súbditos, dado que todos quedamos bajo la maldición del pecado cometido por Adán y Eva, la cual consiste en estar destituidos de la gloria de Dios.

3.  Debido a que los sacrificios de machos cabríos en el antiguo testamento no eran suficientes para santificar al hombre, por cuanto la sangre provenía de criaturas mortales y creadas, entonces Dios entregó a su Hijo, debido a que Él estaba revestido de los atributos necesarios para hacer un sacrificio vivo, santo y sin mancha de pecado.  De ahí que solo pueda existir un único intercesor para toda la humanidad y lo demás que el hombre busque para remplazar este intercesor, resultará inservible.

Sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados; por eso en vano el hombre busca otros intercesores diferentes de Jesucristo.  Una estatua no puede derramar sangre, a no ser que el diablo la haga llorar lágrimas de sangre, para que muchos crean en la mentira.  Un “santo” de los ya fallecidos, tampoco puede derramar sangre; pues aquí en la tierra ya no estarán ni los huesos y si la derramó antes de morir no fue en sacrificio por la humanidad.  Un “santo” de los creados a través de la mitología y las leyendas humanas, tampoco puede derramar sangre, pues solo se trata de un cuento de hadas.  En cambio, Jesucristo bajó del cielo y tomó cuerpo de hombre, para estar sometido a las mismas tentaciones del hombre y luego poder derramar su sangre en la cruz, para lavarnos en ella y darnos vida eterna.

4.  Como no había forma de pagar por nuestra redención, dado que somos criaturas y Dios es nuestro creador, este plan tenía que ser gratuito.  No hay ninguna riqueza terrenal con la que podamos pagar por la redención de nuestra alma; pues todo lo que vemos le pertenece a Dios.  Si pensáramos en darle a Dios varios millones de dólares, de nada serviría, pues en el cielo no se usa el dinero.  Si pensáramos en darle todo el oro del mundo, sería una pérdida de tiempo; pues en el cielo se hacen las casas con oro puro.  Si pensáramos en pagarle a Dios con nuestra alma, sería un error, pues somos de Dios, ya que Él mismo nos creó.

5.  El único requisito para participar de este plan de redención es la fe en nuestro Señor Jesucristo; es decir tenemos que creer que el Hijo nos puede justificar ante el Padre y de esta forma el Padre como premio nos limpia y nos santifica a través de la sangre del Cordero, su Hijo.  Dios lo puso como propiciación por medio de la fe en su sangre.  Maravilloso, ¿verdad?  Nadie más en el mundo nos puede rescatar del pecado y hacernos hijos y herederos del reino de los cielos; dado que la obra de la cruz es única e irrepetible; es decir, si alguien le diera el arrebato de hacerse crucificar; este sacrificio quedaría incompleto, por cuanto ese alguien es pecador, ese alguien no es hijo de Dios y ese alguien en vez de resucitar, bajaría derecho al infierno, así como sucedió a satanás porque su corazón se llenó de orgullo y de altivez y porque quiso ser igual a Dios.

6.  La fe verdadera conlleva a la obediencia y esta se traduce en poner la Palabra por obra; de tal forma que la fe indiscutiblemente nos lleva al cumplimiento de la ley; es decir, a los mandamientos, decretos y estatutos contenidos en la Palabra, desde el antiguo testamento hasta el nuevo testamento.  Si no hay fe, no podemos agradar a Dios y por ende no hay redención ni justificación.  El camino de la redención está ya abierto para todos aquellos que lo desean; esto quiere decir que, si usted no acude a Jesucristo, no podrá esperar que Dios lo persiga y le convenza que debe cambiar de rumbo a su vida.  El hombre es libre de buscar a Jesucristo y salvar su alma; o de seguir caminando en pos del mundo, lo cual lo llevará al castigo eterno.

Los que hoy en día no son ateos, son creyentes; creen en el Dios verdadero o en algún otro dios; pero el solo hecho de creer no va a hacer la diferencia entre la vida y la muerte.

¿De qué le sirve al hombre creer en Dios y su Hijo Jesucristo si nunca toma la decisión de llegar arrepentido a sus pies y convertirse en una nueva criatura? 

¿De qué le sirve al hombre creer en otros dioses u otras formas de llegar al cielo, si el único intercesor es Jesucristo?

¿De qué le sirve al hombre creer si sigue viviendo en pecado? 

¿De qué le sirve al hombre creer si sigue cobijado bajo el manto de una religión que no puede salvar a nadie? 

¿De qué le sirve al hombre creer si no escapa del mundo con sus pasiones y deseos? 

¿De qué le sirve al hombre creer si su mirada sigue puesta en cosas muertas o pasajeras como los ídolos, los juegos, el trabajo, los lujos, la política, el poder y el dinero entre otros?

Es hora de colocar la brújula hacia el verdadero intercesor que es Jesucristo; pues luego que muera físicamente, perderá la libertad y no podrá escoger el camino correcto; es decir, luego de la muerte todo está consumado, se acaban las obras y solo tendrá que esperar el tiempo del juicio final.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

 

 

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