No eres frío ni caliente
“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí
el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice
esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. !!Ojalá fueses frío o
caliente! Pero por cuanto eres tibio, y
no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me
he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un
desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres
oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte,
y que no se descubra la verg:uenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio,
para que veas. Yo reprendo y castigo a
todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él
conmigo.” Apocalipsis 3:14-20
Rev. Rodolfo González Cruz.
Laodicea era la ciudad más
opulenta de las siete que había en Asia Menor.
Era un gran centro bancario, comercial y financiero. En el año 61 d.C. la devastó un terremoto,
pero sus ciudadanos eran tan ricos que rehusaron recibir ayuda alguna del
gobierno romano, y reconstruyeron su ciudad con sus propios recursos. Por ello, los naturales de Laodicea presumían
de haber acumulado tal riqueza que no tenían necesidad de nada. Además, esta ciudad era el corazón de la
confección de ropa, famosa por su suave y brillosa lana negra procedente de
unos carneros criados en aquellos parajes; se producía grandes cantidades de
prendas de vestir y se vendían a buen precio, lo que les permitía obtener
enormes ganancias.
En Laodicea existía una escuela
de medicina que era famosa en todo el mundo, básicamente porque elaboraba ungüento
para los oídos y colirio para los ojos.
Como la ciudad había tenido continuos problemas con el suministro de
agua y en sus proximidades existían manantiales de agua caliente, sus
habitantes decidieron construir un acueducto de 10 kilómetros de longitud para
abastecerse. La temperatura del líquido
y el recorrido hacían que llegara tibia.
La auténtica misión de la iglesia
es ser testigos eficaces de Jesucristo, pero el lujo y las comodidades en
Laodicea la hicieron, lamentablemente, distraerse de su labor.
“Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi
boca” (v. 16). La palabra tibio
significa temperatura media, entre el frío y el calor. Esto quiere decir que el “tibio” es aquel que
siendo hijo de Dios progresivamente va perdiendo el calor de la presencia y
santidad del Señor. Es el que parece ser
íntegro, pero no lo es, es un hipócrita.
Dios mira con ojos de mayor tolerancia a un frío, que no sabe nada de
Él, que a un tibio que sí le conoce pero que es hipócrita, porque al Señor le
desagrada el fingimiento. Así sucedía
con la iglesia de Laodicea, tenían un poco de muerto y un poco de vivo; en
otras palabras, era un vivo medio muerto o un muerto medio vivo. Penosamente, esta congregación era tibia,
estaba mezclada con el mundo; es el reflejo de los creyentes que les gusta las
modas indecorosas, la música mundana, las discotecas; que son cristianos
liberales, ecuménicos que están bien con todos, que aceptan cualquier doctrina.
Por su mala condición, el Señor
le advierte: “Te vomitaré de mi boca”
(v. 16). Es una acción que sucederá en
el futuro; quiere decir que aún no la ha vomitado, todavía son hijos de Dios,
pero se encuentran en el último peldaño del descenso espiritual para que Dios
los vomite, los corte, los deseche, los expulse de su cuerpo y se vuelvan hijos
del diablo.
“Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa
tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre,
ciego y desnudo.” (v. 17). Esta
iglesia se enorgullece, se muestra autosuficiente, poderosa, porque su riqueza
la convirtió en confiada, segura y satisfecha.
Ella engañosamente se ve bendecida, exitosa, rica materialmente; pero
espiritualmente estaba sumamente arruinada, destruida, desprotegida, vacía,
infeliz, desdichada, incapaz de mirar el Camino verdadero.
“Por tanto, yo te aconsejo que de mi compres oro refinado en fuego, para
que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la
vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.” (v.
18). Dios le dice “yo te aconsejo”, porque esta iglesia no aceptaba consejo ni ayuda
de nadie. ¿Por qué tenía que comprar si ya lo tenía todo? Porque en realidad, tenían muy poco. El comprar significaba que debía pagar un
precio al Señor, no de dinero, ni de obras para obtener la salvación; sino
tener una actitud de humillación y consagración.
Además de eso, le aconseja
comprar “vestiduras blancas”. La vestidura blanca representa pureza,
limpieza y santidad; he aquí la razón de vestir la ropa blanca para cubrir la
desnudez del pecado y nos ser avergonzado.
Por último, le dice “unge tus ojos con colirio”, porque esta
iglesia perdió la visión espiritual, no tuvo la capacidad de reconocer sus
propias faltas y pobreza espiritual. El
colirio representa la Palabra vivificada por el Espíritu Santo (1 Co. 2:10, 14;
2 Co. 4:4). A pesar de la condición
nauseabunda de esta iglesia, el Señor aún la ama y por eso la disciplina
buscando en ella el arrepentimiento.
Dios la llama a recuperar el celo santo (Gál. 4:18).
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (v. 20). El Señor no desea abandonar a los de
Laodicea, más bien les hace un llamado a recuperar su nivel de comunión y
avivar su presencia en sus corazones (2 Cor. 5:20). No debemos pensar negativamente que alguien
que estuvo muy mal espiritualmente no se pueda levantar, porque para Dios nada
es imposible. (Lc. 1:37; Pro. 28:13).