Todas las cosas nos ayudan a bien. Romanos 8:28-31

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.  Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.  Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
 


Muchas veces nos quejamos de los hechos o circunstancias difíciles que rodean nuestra vida espiritual, nuestra salud, nuestro trabajo y nuestro hogar. Y algunas veces pareciera que no hemos salido de un problema, cuando ya se nos viene otro encima.  Si usted es una persona que no tiene problemas, posiblemente pertenezca al rebaño del mundo y no al rebaño de Jesucristo; pues las ovejas del diablo no son atacadas porque son suyas y le pertenecen; en cambio las ovejas de Jesucristo son asediadas, perseguidas, ultrajadas, maltratadas y golpeadas por el diablo para tratar de sacarlas del rebaño.  Y aunque Jesucristo es el buen pastor y Él venció a satanás en la cruz del calvario, Él permite los problemas para que dichas ovejas maduren espiritualmente y para probar su fe.  Es de anotar que habrá gente que se crea buena y que aparentemente no le hacen mal a nadie; pero en su corazón no gobierna Cristo, por tanto, en ese corazón gobierna el mundo.  Este tipo de personas supuestamente viven muy bueno; pero su fin es el castigo eterno, preparado para todas las ovejas gobernadas por el diablo.  Alguno dirá: ¿Es que yo no me dejo gobernar por el diablo, entonces cómo me voy a perder?  El asunto es sencillo, el que no busca de Cristo y le entrega su vida para que Él la gobierne, entonces por defecto estará bajo el gobierno del diablo.  ¿Le interesan más las fiestas que sacar tiempo para leer la Biblia o ir a una iglesia de sana doctrina?  Indudablemente estás en el rebaño equivocado.

Dirán muchos, ¿Si Dios quiere es que vivamos bueno, por qué permite los sufrimientos?  Veamos un versículo clave que aclara esta situación, donde Jesús se dirige a sus ovejas diciéndoles que tendrán sufrimientos: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Juan 16:33

Ya hecha la aclaración entre los que sufren y los que no sufren, pasamos a citar un principio básico, para que esta promesa de Dios (de que todo nos ayudará para bien) se cumpla en nuestras vidas: EL AMOR A DIOS.  Si amas a Dios, estarás en el rebaño de Jesucristo y si no amas a Dios, entonces estarás en el rebaño del diablo (el mundo).  No podemos amar al mismo tiempo a Dios y al mundo (gobernado por satanás), o somos de un bando o somos del otro. Si amamos a Dios, las situaciones más difíciles, incluyendo la muerte física, se convertirán en bendición. 

¿Y cómo sabemos que amamos a Dios?  El que ama a Dios guarda sus mandamientos: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.” Juan 14:21

Si usted muere ahora sin cumplir sus propósitos personales, quizás Dios está apresurando su partida, porque en un futuro, podría ser que deje de amar a Dios; entonces se lo lleva antes que salga del rebaño de Jesucristo.  Así mismo toda aflicción, tribulación o sufrimiento por duro que parezca, tiene propósitos divinos y estos propósitos a la final redundarán en bendición para nuestras vidas; esto es si amamos a Dios de verdad.  Porque los impíos (que no aman a Dios) también son objeto de sufrimientos; pero estos no tienen el acompañamiento de Dios y tampoco resultan en bendición, dado que dichas personas son del rebaño de satanás.  El diablo puede hacer con ellas lo que quiera, pero todo hecho será para maldición y destrucción; pues se debe cumplir el principio de que satanás vino para matar, hurtar y destruir, por tanto, él no puede hacer nada bueno.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

 

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