Cerca de ti está la salvación. Romanos 10:8-10.
“Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu
corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es
el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás
salvo. Porque con el corazón se
cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.”
CONCLUCIONES.
¿Aún no eres salvo?
¿Aún no tienes la seguridad de que cuando mueras serás recogido por los
ángeles de Dios y llevado al cielo?
Muchos podrán estar seguros de ser salvos, pero su condición la están
juzgando en base a sus propias convicciones, o a sus propias creencias y no a
lo que dice la palabra de Dios: Que solo en Jesucristo hay salvación.
Salvarse del castigo eterno es muy fácil en nuestros días,
máxime cuando el sacrificio por nuestros pecados ya fue hecho, a través del
Hijo de Dios, quien en su cuerpo cargó con todos los pecados del mundo. Dios lo
hizo por amor, entregando a su Hijo Jesucristo a la muerte en la cruz del
calvario, sin que para nosotros tuviera un costo, solo es necesario hacer dos
pasos adicionales. Estos pasos abren la
puerta de nuestro corazón para que Dios entre y more con nosotros, nos limpie,
nos santifique, nos dirija y nos transforme.
La mayoría de las personas, tienen la puerta cerrada a Dios, y en el
corazón de ellos no mora Dios, sino el mundo con satanás; mientras Dios está
afuera tocando su corazón, a ver si se conmueve y abre la puerta para entrar y
salvar su vida.
Estos son los pasos necesarios:
1. Confesar con nuestra boca que Jesús es
nuestro Señor.
Tenemos que confesar públicamente que Jesucristo es nuestro
Señor y Salvador, como punto de partida para nuestra salvación. ¿Por qué?
Porque entre las personas que tienen que escuchar esto está Satanás, a
quien le debe quedar muy claro que ese hombre o mujer que está confesando a
Jesús como su Señor y Salvador, ya no pertenece al reino de las tinieblas, ya
no pertenece al mundo gobernado por satanás y que ya hace parte del rebaño de
Dios, que ya hace parte del grupo de los santificados y apartados para el reino
de Dios. A partir del momento de esta
confesión, debemos cambiar de gobierno, antes nos gobernaba el mundo con sus
pasiones y deseos, ahora nos debe gobernar Cristo.
En una confesión tiene que haber testigos y por eso este
proceso llamado “paso de fe” debe
hacerse en una iglesia de sana doctrina, donde pueda escuchar el pastor o líder
y también toda la congregación. Esto le
da mayor seriedad al asunto, para que el confesante tenga razones de peso para
pensar que lo que hizo fue algo real y verdadero, no que fue un sueño o solo un
pensamiento al que podría rechazar en cualquier momento.
2. Creer en nuestro corazón que Dios le levantó
de los muertos.
Como nuestra fe es contada por justicia, entonces tenemos
que creer para ser justificados. No hay
otra forma de ser justificados, pues no hay un solo hombre bueno, tampoco
tenemos nada de valor que darle a Dios por la paga del pecado y no podemos
presentar sacrificios, porque el único sacrificio que Dios exigía ya fue hecho,
a través de un cordero sin mancha de pecado, esto es de Jesucristo el Hijo de
Dios. Los intermediarios (supuestos
santos ya muertos) tampoco nos pueden ayudar, pues solo hay un puente entre
Dios y los hombres: Jesucristo. Esta fe
tiene que venir del corazón, pues de nada sirve que salga de nuestra boca
(decir que tenemos fe), pues podría ser solo una frase que proviene de nuestra
mente y la cual no se encuentra fundamentada con hechos. Si proviene del corazón, quiere decir que el
dueño de ese corazón lo está haciendo de verdad y que, en su vida cotidiana,
está confirmando esa fe con buenas obras, con obediencia, con sometimiento a la
palabra de Dios.
Puede ocurrir que la confesión suceda antes que las obras,
cuando una persona decide entregar su vida a Jesucristo por primera vez; pero
si lo hizo de corazón, de ahí en adelante estará leyendo la palabra de Dios y
obedeciendo a sus mandatos, confirmando con ello que creyó de verdad.
Por eso dice el texto, que cerca de ti esta la palabra; es
decir, que la clave para llegar a la salvación está dentro de nosotros mismos;
no hay que buscarla en otro país, no hay que buscarla en una religión
específica, no hay que hacer un curso intensivo, no tenemos que saber otro
idioma para poder acceder a ella, no tenemos que ser de una familia adinerada o
privilegiada, pues tanto el indigente como el monarca tienen acceso a la
salvación desde su propio ser, desde su boca y su corazón, solo necesitan un
acto voluntario.
Estimado compañero y amigo, no se quede sin tomar una
decisión; pues puede ser que hoy esté vivo y mañana muerto y que cuando se
muera, suceda de un solo golpe y no tenga tiempo de arrepentirse y de entregar
su vida a Jesucristo. Cerca de usted
está la salvación, tómala, haz algo hoy por tu vida eterna.
¿De qué te sirve vivir en torno a un proyecto de vida aquí
en la tierra, si cuando mueras estarás con las manos vacías delante de
Dios? Es hora de llenar tus manos y tu
corazón con la presencia de Dios y desechar las pasiones y los pecados del
mundo.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.