La Esperanza del Cristiano
La esperanza es un estado de ánimo en que se tiene la
confianza y la fe de lograr algo. Contrario a esto, existe la desesperanza, que
es el estado de ánimo en que se pierde la confianza, se siente tristeza y hasta
depresión por haber perdido algo o sentir que no se puede conseguir lo que se
desea.
Carmen Valencia de Martínez.
Estamos infortunadamente en una
tierra en la que reina la desesperanza a nuestro alrededor. Qué triste es ver
el estado de ánimo del mundo en la actualidad. Hay temores, pesimismo y
desesperación en los hogares y en las vidas de cada ser humano; con dolor en
nuestro corazón, podríamos afirmar que son pocos los que miran el presente y el
futuro con optimismo.
Aun así, sea cual fuere la actitud
que se tenga ante nuestra realidad, hay una sola clase de esperanza que vale la
pena, que hace mirar la vida cara a cara y tener por cierto que nuestro
presente y futuro está en las manos poderosas y amorosas de Dios. La esperanza
del cristiano es una confianza de hoy, mañana y siempre; nunca dejará de ser,
ella permanecerá. En el Salmo 62:5 dice: “Alma
mía, en Dios solamente reposa, porque de Él es mi esperanza”.
SIN DIOS NO HAY
ESPERANZA
Antes de venir al Señor, muchos
habíamos perdido la esperanza de vida; es decir, para cada uno de nosotros todo
estaba perdido. “En aquel tiempo
estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos
de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.” (Ef. 2:12).
Cristo trae esperanza. Pero
Cristo llegó a nuestro corazón y llegó la esperanza, esa que sí vale la pena y
que jamás dejará de ser. “Bienaventurado
aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios”
(Sal. 146:5).
La esperanza del hombre o la
mujer que tiene a Dios es tanto para el presente como para la eternidad. Ella
es uno de los grandes pilares de la vida cristiana. Sin esa esperanza, es
imposible marchar en victoria en medio de las vicisitudes de la vida. “Porque ciertamente hay fin, y tu esperanza no
será cortada” (Pr. 23:18).
¿POR QUÉ LA ESPERANZA
DEL CRISTIANO ES DIFERENTE A LA DEL IMPÍO?
Porque su esperanza es Cristo.
Porque esta tiene nombre propio y es Cristo, el Hijo de Dios, el Cordero
inocente, el Gran Salvador del mundo. “A
quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio
entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”
(Col. 1:27).
Porque se fundamenta en la
sabiduría. Su base, sólida como la roca, está en la sabiduría de un Dios
amoroso y Omnisciente, Todopoderoso y compasivo; porque no hay imposible para
Él. “Pero la sabiduría que es de lo alto
es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia
y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.” (Stg. 3:17).
Porque es una esperanza viva y
real. “Bendito el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer
para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”
(1 Pe. 1:3).
¿EN QUÉ SE APOYA LA ESPERANZA
DEL CRISTIANO, CUÁL ES SU CIMIENTO?
En la Palabra de Dios. Allí está
su cimiento, donde se nos revela la gran victoria, la inmensa seguridad para el
hombre. “A causa de la esperanza que os
está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera
del evangelio” (Col. 1:5).
El hombre no puede hablar de
esperanza eterna fuera de la Palabra de Dios porque es allí donde se encuentra;
en ningún otro lugar la hallará porque ella es verdad del Señor, es confianza
ofrecida, es promesa verdadera, no es deseo del hombre, no es concepto ni
seguridad humana. Su Palabra es la puerta de la esperanza que se abre delante
del ser humano mediante su exponer. El que decide entrar, lo debe hacer por
medio del arrepentimiento, recibiendo de nuestro amado Señor Jesucristo el
perdón de sus pecados.
Yo tengo que creer lo que dice
nuestro Dios, apropiarme de sus promesas, adueñarme de lo que sale de su boca,
y reconocer que esa palabra contiene autoridad y poder. Su palabra es con
potestad porque Él tiene potestad. “Pues
la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: ¿Qué haces?” (Ec.
8:4). Potestad significa dominio, poder, facultad para actuar; es autoridad que
alguien tiene sobre una cosa. Es decir, lo que se dice se hará.
En cierta ocasión el emperador
Napoleón se encontraba delante de un grupo de soldados, cuando de repente su
caballo se desbocó. Pero un soldado raso se lanzó hacia el caballo y logró
detenerlo pronto. Napoleón saludó al soldado raso y le dijo: “Gracias, mi
capitán”. El soldado se sorprendió al oír al emperador decirle capitán, pues él
era un simple soldado raso. Inmediatamente pensó: “Si me encuentro delante de
Napoleón, si él quiere puede hacerme capitán porque su palabra tiene
autoridad”. Entonces el soldado respondió a Napoleón: “¿Y de qué regimiento, mi
emperador?”. Bonaparte le contestó: “¡De mi guardia personal!”.
Al cabo de unos días, aquel
soldado raso se presentó ante el jefe de la guardia personal de Napoleón, y el
oficial, viéndole con uniforme de soldado raso, le preguntó: “¿Capitán?, ¿por
órdenes de quién?”. El soldado le dijo: “¡Por órdenes de mi emperador
Napoleón!”. En ese momento dejó de ser soldado raso y se convirtió en capitán.
Si la palabra de un rey terrenal,
de un emperador, tiene autoridad, ¡cuánto más la palabra del Rey de Reyes y
Señor de Señores!
LO QUE ESPERAMOS
¿Qué es lo que esperamos? ¿Qué
deseamos que se realice? ¿Cuál es la esperanza que hay en un corazón?
Ser transformados. Es una promesa
gloriosa tener un cuerpo semejante al de nuestro amado Señor. “He aquí, os digo un misterio: No todos
dormiremos; pero todos seremos transformados” (1 Co. 15:51; 1 Ts. 4:16-17).
Ir al cielo. La esperanza de
estar en el cielo, ser transfigurados y estar allí con nuestro Señor
Jesucristo. “Porque el Señor mismo con
voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del
cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que
vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en
las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el
Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.” (1 Ts.
4:16-18).
Ver a Dios cara a cara. La
esperanza de ver a nuestro amado salvador tal como Él es. “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que
hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a
Él, porque le veremos tal como Él es.” (1 Jn. 3:2).
Disfrutar de la Nueva Jerusalén. La
esperanza de estar paseando, disfrutando de esa gran ciudad que Dios ha
preparado. La nueva Jerusalén, donde no habrá más lágrimas ni dolor. “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva
Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada
para su marido.” (Ap. 21:2).
LO QUE SUCEDE CUANDO
SE TIENE VERDADERA ESPERANZA
· Las angustias y los afanes
desaparecen porque ya no tienen control del cristiano, pues Cristo tiene el
dominio de la vida y de cada circunstancia, por más difícil que sea.
· Aunque todo parezca imposible o
perdido, el Señor nos dará una visión clara de lo que Él puede hacer por
nosotros.
Él abrirá camino donde no hay.
Siempre en medio de nuestro desierto, hará brotar fuentes divinas de agua
fresca para nuestra provisión. Si hay esperanza, podrá sobrevivir a la
adversidad. Esa esperanza sostendrá su vida, le dará fuerzas y avanzará. Para
lo único que servirán las circunstancias adversas será para fortalecer nuestra
esperanza en Dios. Recuerde que la esperanza es la mejor medicina para nuestra
existencia.
Víctor Emil Frankl fue un
psicólogo judío de Viena, Austria. Él fue internado como prisionero en un campo
de concentración de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Frankl observó
a sus compañeros en prisión y evaluó sus comportamientos en medio de las
condiciones horribles a las que estaban sometidos, y vio que muchos prisioneros
enfrentaban las circunstancias con pesimismo. Estos generalmente se rendían en
su lucha por sobrevivir y se dejaban morir o se suicidaban. También analizó
cómo otros prisioneros triunfaban sobre aquellas horribles condiciones. Estos
rehusaban rendirse al pesimismo; más bien se aferraban tenazmente a una
esperanza optimista. Esta esperanza los llevó a sobrevivir en esos horribles
campos de concentración.
En su análisis psicológico,
encontró que la diferencia entre unos y otros no estaba en su procedencia, sino
en lo que llevaban en el corazón. Los optimistas, por decirlo de alguna manera,
creían que el sufrimiento en el presente no sería por siempre, tenían la
convicción de que llegaría para ellos un mañana mejor. Aquellos creían con
certeza, tenían la firme esperanza de que los nazis terminarían derrotados, y
que había para ellos un futuro mejor; que no todo estaba perdido. Esta esperanza
les dio valor para enfrentar su dura realidad.
LO QUE LA ESPERANZA
PROVOCA EN NOSOTROS
La esperanza que los hijos de
Dios llevamos en el corazón es la razón maravillosa que hace que veamos en cada
prueba y en cada tribulación una oportunidad de obtener una mayor gloria, un
mayor peso y una mayor bendición. Nos hace reconocer que cada problema o
tristeza es por un leve tiempo; que todo proceso tiene como fin recibir más y
más del poder de Dios. “Pues tengo por
cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria
venidera que en nosotros ha de manifestarse.” (Ro. 8:18).