Invoca a Jesucristo y serás salvo. Romanos 10:11-15
“Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será
avergonzado. Porque no hay diferencia
entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con
todos los que le invocan; porque
todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a
aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?
¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: !!Cuán
hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”
Para que la salvación llegue hasta una persona no creyente,
hay un proceso que se tiene que dar:
1. El cristiano convertido debe salir a
predicar.
Sea que fuere enviado por su líder o pastor, o que sintiere
el llamado de Dios, o que sea impulsado por el amor a las almas perdidas, o que
decidiera obedecer el mandato de la gran comisión de ir por todo el mundo a
predicar el evangelio; sea cual fuere la motivación, aquí inicia el proceso de
salvación, el cual también puede ser anunciado a través de los medios de
comunicación masiva. En síntesis, Dios
se ideó un plan para salvar a la humanidad luego de la caída en el Edén; pero
si sus discípulos no hacen conocer dicho plan, nadie sería salvo.
Dicho lo anterior, los que anuncian el mensaje de salvación,
son hermosos aún desde sus pies, delante de la presencia de Dios; pues ellos
son obedientes y no hay mayor sacrificio que este, el de obedecer a su
Palabra. Es de anotar que absolutamente
todos somos llamados a la gran comisión y que el desobediente o el que no lo
hace por falta de conocimiento o porque aún no se ha convertido a Jesucristo,
igualmente está pecando delante de Dios, sea por indiferencia, por incredulidad
o por desobediencia.
2. El alma necesitada de salvación debe escuchar
el evangelio.
Debe haber disposición en las personas para poder escuchar
el evangelio. Muchos oyen, es decir
reciben sensaciones en su cerebro a través de sus oídos, pero no analizan, no
meditan y esta palabra sencillamente es desechada por sus mentes; si esto
sucede, aquí falla el proceso para estas personas; pero eso no quiere decir que
quedan absueltas de responsabilidad, sino más bien que son reos de condenación
eterna; pues el que deseche el mensaje de salvación no tendrá escapatoria.
3. El alma necesitada debe creer en Jesús y en
sus buenas nuevas de salvación.
Si la persona escuchó con su mente y su corazón, tiene la
forma de escoger dos caminos: Creer en
Jesucristo o desechar su llamado.
Lastimosamente la mayoría desechan su llamado porque no creen que hay un
Dios por encima del bien y del mal o ya tienen su propio Dios como: Su fuerza, sus riquezas, sus estudios, su
clase social, su círculo político, su familia, su trabajo, su equipo de futbol,
sus ídolos, etc. Si desechamos a Dios, Él
también nos desechará a nosotros, excluyéndonos del gozo eterno en el reino de
los cielos.
4. El alma que cree podrá invocar el nombre de
Jesús y será salvo.
Esto se basa en el principio bíblico que dice: “que si confesares con tu boca que Jesús es
el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás
salvo.” Romanos 10:9
Si la persona llegó hasta este punto es porque creyó en su
corazón que Cristo fue crucificado, que murió por nuestros pecados, que fue
sepultado y que resucitó al tercer día mediante el poder de Dios. Y el hecho de que invocare el nombre de
Jesús, significa que está confesando con su boca que Jesús es el Señor.
Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo.
Si en el momento de angustia, desesperación y peligro de
muerte, clamamos a Jesús diciéndole que creemos que Él es el hijo de Dios y que
creemos en su obra redentora, seguramente vamos a ser salvos. Esto es posible solo para los que han
escuchado el evangelio y han creído; ¿pues un incrédulo para qué invocaría al
Señor Jesús? ¿Así mismo una persona que no ha escuchado las buenas nuevas cómo
creería en el Señor Jesús? Si luego de
esta confesión la persona sigue viva, debe entonces hacer un paso obligatorio
para los cristianos y es el bautismo en agua; así mismo también debe guardarse
en santidad hasta el último día de su vida; pues solo los que perseveran hasta
el fin serán salvos.
Es menester recordar que Jesús es el Señor de todo y de
todos y que también es inmensamente rico, por lo cual podrá dar bendición y
salvación a todo aquel que le invocare, fuere rico o pobre, fuere siervo o
libre, fuere judío o griego, refiriéndose al pueblo escogido de Dios o a todos
los que recibimos la herencia de la salvación por la incredulidad de su pueblo
Israel.
También es de anotar que nadie será avergonzado de cuantos
invocaren el nombre del Señor. Dice la
Biblia que el que no se avergonzare de Él y de su Palabra, Él tampoco se
avergonzará de ellos en el día del juicio, en el día de la ira de Dios.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.