Judas y la oportunidad perdida


Judas tuvo grandes privilegios y fue escogido por el mismo Señor Jesucristo para ser uno de sus discípulos. 
Estaba entre los doce, el grupo más cercano del Señor Jesús, su círculo de confianza. 
Un hombre con incalculables bendiciones, cerca del autor de la vida eterna, autor de la salvación eterna.  Sin embargo, se perdió.

 Por Carmen valencia de Martínez.

 
Judas era un creyente profesante que junto a los otros once apóstoles aceptó creer en Cristo, pero Judas no entregó por completo su corazón a Dios.  Judas no sirvió con integridad en su corazón, no sirvió con completa sinceridad.  Judas no echó de su vida la hipocresía, y esta se encargó de llevarlo al abismo, y a la postre su actitud le llevó a la muerte y sin salvación.

  • El estar cerca no garantiza que seamos salvos ni que seamos bendecidos, ni tampoco garantiza que nuestro corazón esté bien, que seamos libres.
  • El estar dentro del templo no nos garantía que seamos santos ni salvos.
  • El estar cerca del altar no nos garantiza que seamos santos o llenos de Dios.
  • El tener una Biblia en nuestras manos, o el tener padres cristianos, o el haber nacido en un hogar cristiano y haber sido arrullados con coros espirituales jamás garantizará que seamos salvos.
  • Es más, aún el tener grandes privilegios.  ¡El estar al pie, cerca de la fuente de agua viva, no nos garantizará que no muramos de sed!
El triste caso de Judas con su trágico final tiene impactantes lecciones.  Si el hombre no pone de su parte, en vano serán todos sus privilegios, bendiciones y oportunidades, porque con todo eso se puede perder.

¿Cuáles privilegios tenía Judas?

  • Fue escogido por Cristo.
  • Estuvo tres años junto a Jesús.
  • Fue testigo de milagros.
  • Fue incluido entre los más cercanos a Jesús.
  • Jesús le elevó a una posición de autoridad entre los discípulos, pues fue designado como el tesorero.  En el libro de Juan 12:6 y 13:29 se nos dice que él tenía la bolsa del dinero.
Esto nos indica que no se puede confiar de los privilegios y responsabilidades que se tienen dentro de la Obra de Dios, porque su corazón puede estar dañado y podría pensar que por tenérsele en cuenta usted está bien o Dios ha pasado por alto su pecado.           

Dios, que conoce el corazón y las intenciones del alma, un día sacará a la luz lo que realmente hay en su corazón para recibir mayor castigo. 

En el Salmo 50:16-18, el mismo Dios le dice al malo: “¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, y que tomar mi pacto en tu boca?  Pues tú aborreces la corrección, y echas a tu espalda mis palabras.  Si veías al ladrón, tú corrías con él, y con los adúlteros era tu parte”.

Y el apóstol Pablo, en su primera carta a Timoteo, le expresa que los pecados de algunos hombres son descubiertos antes que ellos vayan a juicio, y a otros se les descubren después del juicio, afirmando que no hay nada oculto para Dios (1 Ti. 5:24).
 

DINERO Y PERDICIÓN.

La avaricia es un pecado que crece a medida que se alimenta.  Es como un cáncer que carcome.  No es el dinero lo pecaminoso, sino el amor por el dinero.

El dinero es una cosa inanimada, carente de vida, no tiene sentimientos, ni deseos, ni voluntad para actuar; por lo tanto, el culpable de la avaricia es el hombre, no es el trozo de papel o de metal.

Los errores de Judas.  ¿Cuáles fueron los errores de Judas?  ¿Qué lo llevó a fallarle al Señor?  ¿Qué lo llevó a la perdición?  Lo que lo llevó a su perdición, fue lo que tenía sembrado en su corazón:

  • Judas vivió cerca de Jesús, pero con un corazón no arrepentido.
  • Su corazón estaba ocupado con otras cosas.
  • Él estaba lleno de amor por las cosas materiales.
  • También estaba lleno de ambición por el dinero.
  • Judas, en vez de tener su corazón lleno de amor por Dios y Su Palabra, se llenó de avaricia y amor por el dinero (Mt. 26:15; Jn. 12:6).
El amor al dinero es uno de los pecados más peligrosos; el caso de Judas nos advierte de los terribles alcances que tiene el amor al dinero:

  • Por amor al dinero se roba, se asesina, se miente, se secuestra, se extorsiona.
  • Por amor al dinero, los políticos se corrompen.
  • Por amor al dinero, se alteran los precios, se alteran las balanzas donde se pesan los artículos que se venderán.
  • Por amor al dinero, los hombres y las mujeres se prostituyen.
Los principales sacerdotes y los escribas buscaban como prender a Jesús para matarlo.  Y Judas Iscariote fue donde ellos para entregárselo.  Judas buscaba remuneración, así que les preguntó ¿Qué me queréis dar y yo os lo entregaré?  Entonces ellos prometieron darle dinero, treinta piezas de plata, y este hombre se movió, se entusiasmó por el dinero, y el amor al dinero llevó a Judas a fallarle al Señor (Mat. 26:14-16; Mr. 14:10-11; Lc. 22:3-6).

El libro de Eclesiastés nos dice que el amor al dinero es vanidad y nunca se sacia el que lo ama, porque para él, nunca va a ser suficiente lo que tiene; además nos dice que no sacará fruto el que ama el mucho tener (Ec. 5:10).

Y el libro 1 Timoteo 6:10 nos dice: “… porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”.

También Jesús en una ocasión le dijo a la multitud: “Mirad, y guardaos de toda avaricia porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lc. 12:15).

El mismo David en su salmo, nos exhorta a que no pongamos el corazón en las riquezas: “No confiéis en la violencia, ni en la rapiña; no os envanezcáis; si se aumentaran las riquezas, no pongáis el corazón en ellas” (Sal. 62:10).  Además, en el libro de los Proverbios se nos advierte que las riquezas no duran para siempre (Pr. 27:24).
 

LA OPORTUNIDAD DE ARREPENTIRSE.

Dios siempre, en todo momento, a toda hora de nuestra vida, nos está dando la oportunidad de arrepentirnos de nuestros pecados y tomar el camino correcto.  Pero muchas veces los hombres dejamos pasar esas oportunidades.  Mientras haya vida, hay esperanza, pero nosotros no sabemos hasta cuándo tendremos vida, por eso debemos aprovechar esta oportunidad que Dios nos está dando en este momento, para arrepentirnos antes de que sea demasiado tarde.

                Judas tuvo varias oportunidades de arrepentirse; Jesús le dio todas las oportunidades posibles para que él se arrepintiera, pero él prefirió tomar otro camino.  Judas perfeccionó el arte de la hipocresía: “Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar” (Mr. 14:18).  Dios siempre advierte al pecador antes de que venga el juicio, y Judas fue advertido.  Él, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato.  A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado!  Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido” (Mr. 14:20-21).  Dios nunca obligará al hombre a volverse de su mal camino.

                Hasta el último momento el Señor le mostró a Judas su amor, le tendió su mano misericordiosa: “Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes?  Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron” (Mt. 26:50).
 

EL ARREPENTIMIENTO.

                El caso de Judas también nos enseña que un arrepentimiento incompleto no basta: “Entonces Judas el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente.  Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros?  ¡Allá tú!  Y arrojando las piezas de plata en el tempo, salió, y fue y se ahorcó” (Mt. 27:3-5).

                En lugar de haber corrido a Jesús, Judas corrió a los hombres y tomó el camino equivocado.  Pero si hubiese hecho como David, hubiese alcanzado perdón y misericordia (Sal. 32:5).

                Dios no solo le dio la oportunidad a Judas de arrepentirse; también a nosotros, cada día de nuestra vida nos da esa misma oportunidad, y en Su Palabra está escrito: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuentas: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Is. 1:18).

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