Siendo fiel a pesar de las dificultades
“Y escribe al ángel de la
iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió,
dice esto: Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico),
y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de
Satanás. No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a
algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis
tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de
la vida. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la
segunda muerte.” Apocalipsis 2:8-11.
Por Rev. Rodolfo González Cruz
Esmirna, considerada la más
hermosa de todas las ciudades de la provincia de Asia, era tan grande que
podría haber tenido 200,000 habitantes. Fue fundada por los griegos 3,000 años
a. C., destruida 600 años a. C. y 300 años después fue reconstruida por
Alejandro Magno.
Esmirna viene del vocablo mirra,
que significa amargura. A esta ciudad se le denomina con este nombre por su
abundante cultivo de la mirra, una resina que se extrae de la corteza de una
planta y se utiliza para preparar perfumes y medicamentos; es de sabor amargo,
pero cuando se quema desprende un olor agradable.
En el pueblo de Israel la mirra
formaba parte del culto a Jehová y constituía uno de los ingredientes del
aceite sagrado (Éx. 30:23-25). Los magos del Oriente le llevaron mirra al niño
Jesús como obsequio (Mt. 2:11), posiblemente anticipando que pasaría por muchas
amarguras durante su vida. Al Señor Jesucristo le dieron a beber vino mezclado
con mirra, mas Él no lo tomó (Mr. 15:23); y para su sepultura, Nicodemo llevó
un compuesto de mirra y aloes (Jn. 19:39).
Esmirna fue una ciudad sumamente
difícil para vivir como creyente en el Señor Jesucristo, debido a la hostilidad
que sufrían por parte de la población judía y gentil, así como de las
autoridades del imperio romano. Un caso muy notorio fue el de Policarpo,
anciano de 86 años, discípulo del apóstol Juan y obispo de la iglesia de
Esmirna, fiel predicador del Evangelio al que amarraron a un poste para
quemarlo. Sus verdugos le ofrecieron conmutarle la pena si renunciaba a su fe
cristiana. Fue martirizado en la hoguera (155 d. C.).
“Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero,
el que estuvo muerto y vivió, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu
tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se
dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás” (vv. 8-9). Esmirna
es una de las dos iglesias que el Señor no reprende, porque tenía un pastor
consagrado que guardaba y enseñaba la sana doctrina.
Esta iglesia estaba compuesta por
hermanos pobres en dinero y posesiones, debido a que muchos de ellos
posiblemente fueron despojados de sus bienes y de sus fuentes de trabajo por
causa de la opresión que sufrían.
Esta congregación estaba pasando
por momentos de tribulación, aflicción, angustia y persecución, pero el Señor
le da ánimo y le dice que no es pobre, que es rica en Él.
En Esmirna vivían muchos judíos y
otros tantos iban a esa ciudad por razones comerciales. Estos judíos tuvieron
una actitud hostil y opositora hacia Cristo y su Iglesia; se volvieron blasfemos
al rechazarle; y convirtieron las sinagogas en lugares donde reinaba el diablo.
“No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a
algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis
tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de
la vida” (v. 10). La iglesia de Esmirna entraría en una etapa de nuevos
padecimientos y sufrimientos conforme a lo dicho por nuestro Señor Jesucristo (Jn.
16:33). El Señor los anima a depositar confianza plena en Él, a no amedrentarse
por nada, ni ante las amenazas de muerte (Fil. 1:21). Al igual que el oro es
probado al pasar por el fuego (1 Pe. 1:7).
Nunca olvidemos que es necesario
pasar por muchas pruebas y tribulaciones (Ro. 8:35-36) para cimentar nuestra fe
y estar preparados para entrar en el reino de los cielos (Hch. 14:22). La
expresión “por diez días” es
simbólica y posiblemente implique la totalidad del periodo de sufrimiento, que
no es corto ni largo, sino completo; pues terminará como todo padecimiento.
Finalmente, la exhorta a
permanecer en la fe hasta la muerte para recibir su galardón por haber vencido.
La corona es un símbolo de realeza, pero también de recompensa, ya que
antiguamente era llevada por reyes, conquistadores y atletas victoriosos.
Versículo 11: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu
dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte”.
Preste atención a esta frase: “lo que el
Espíritu dice a las iglesias”. Esto quiere decir que el Espíritu no solo se
lo dice a la iglesia de Esmirna, sino también a todas las iglesias.
Apreciado lector, si damos oído a
las palabras de nuestro Señor, siéndole fiel a pesar de cualquier dificultad
que atravesemos, venceremos y no sufriremos “daño de la segunda muerte”, suceso que se dará cuando los pecadores
sean lanzados en el lago de fuego después de comparecer delante de Dios en el
juicio del gran trono blanco (Ap. 20:11-14). Estos son los que murieron sin
confesar su fe en Cristo o que habiéndolo realizado no fueron fieles a Dios,
cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida; por eso, la segunda
muerte tiene potestad sobre ellos. En cambio, nosotros, los verdaderos y fieles
cristianos, no participaremos de la segunda muerte, es decir, no iremos a la
condenación eterna.