¿Cómo es el infierno?
Cristo fue y es el más grande predicador de la
doctrina de la realidad del infierno. El Señor no trata de asustarnos ni de
amenazarnos, sino que nos presenta la horrenda realidad de la existencia del
infierno, el peligro del tormento eterno, y señala el camino para evitarlo.
Por Rev. Luis M. Ortiz
Cuando Satanás logró la caída de
nuestros primeros padres, en el huerto del Edén, el infierno retumbó de
alegría; y cuando hay predicadores, denominaciones y grupos que niegan la
existencia y la realidad del infierno, el infierno vuelve a retumbar con
alegría.
Hay quienes pretenden negar la
existencia y la realidad del infierno. Dicen que este pasaje relatado por
Jesús, del rico y Lázaro, es una parábola. ¡No lo es!
Había un hombre rico, había
también un mendigo llamado Lázaro. ¿Había o no había? ¡Sí había! Si no había un
hombre rico, y si no había un mendigo llamado Lázaro, entonces el Señor dijo
algo que no era cierto, y esto ni pensarlo, el Señor nunca usaba mentiras para
ilustrar verdades. Esta es una historia literal de dos mendigos, uno que
mendigó en esta vida y otro que mendigó después de la muerte.
La historia de Lázaro está en las
Sagradas Escrituras, en el Evangelio según San Lucas, capítulo 16, versículos
del 19 al 31. Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y
hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado
Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba
saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían
y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los
ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.
Y en el Hades alzó sus ojos,
estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces
él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro
para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy
atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste
tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado
aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre
nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros,
no pueden, ni de allá pasar acá.
Entonces le dijo: Te ruego, pues,
padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para
que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de
tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él
entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los
muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los
profetas, tampoco se persuadirán, aunque alguno se levantare de los muertos.
Por medio de esta narración, el
Señor establece de un modo contundente, la horrenda realidad del infierno.
Cristo fue y es el más grande predicador de la doctrina de la realidad del
infierno. El Señor no trata de asustarnos ni de amenazarnos, sino que nos
presenta la horrenda realidad de la existencia del infierno, el peligro del
tormento eterno, y nos señala el camino para evitarlo.
La Palabra de Dios afirma: “Los malos serán trasladados al Seol
(infierno)” (Salmo 9:17). “Fuego,
azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos” (Salmo 11:6).
“Entonces dirá también a los de la
izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y
sus ángeles” (Mateo 25:41). “Y será
atormentado con fuego y azufre… y el humo de su tormento sube por los siglos de
los siglos” (Apocalipsis 14:10-11). “Y
el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”
(Apocalipsis 20:15). “Pero los cobardes
e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los
idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego
y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8).
En esta historia del rico y
Lázaro, narrada por Jesús, se establece que el infierno es un lugar donde los
que llegan allí tienen plena conciencia de su vida pasada de pecado y de su
estado actual de tormento.
Es un lugar donde hay
conocimiento y memoria, es un lugar de tormento, de lamentaciones, de agonía y
de dolor. Es un fuego devorador (Isaías 33:14). Llamas eternas (Isaías 33:14).
Horno de fuego (Mateo 13:41-43). Lugar donde no hay descanso (Apocalipsis
14:11). Lugar de castigo eterno (Mateo 25:46).
Lugar de tinieblas (Judas 1:13).
Lugar preparado para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41). Lugar donde el humo
del tormento de ellos sube eternamente, lugar donde los que están no quisieran
que sus seres queridos fueran (Lucas 16:28). Lugar donde el fuego nunca se
apaga (Marcos 9:48).
Es el lugar donde tienen que
llegar todos los que no se arrepienten de sus pecados, ni aceptan a Cristo como
Salvador: todos los incrédulos, criminales, mentirosos, idólatras, adúlteros,
fornicarios, ladrones, afeminados, como también todos los religiosos y
moralistas que tampoco recibieron a Cristo como el Salvador de sus almas.
El infierno es el lugar de donde
no se puede salir, ni con oraciones ni peticiones por el que está en el
infierno. Ni con rezos, misas, ceremonias que se practiquen, ni con ninguna
cantidad de dinero que se pague. Quien llegue allí, allí se queda. Así como
nadie puede sacar a nadie de la felicidad del cielo para pasarlo y enviarlo al
infierno, no importa todo lo que haga, tampoco nadie puede sacar a nadie del
infierno y llevarlo al cielo, no importa todo lo que haga.
Si todo eso es la descripción
bíblica del infierno, ¿Cómo será en la realidad misma? Además de lo horrendo y
tormentoso que es en sí el infierno, aumenta la intensidad del tormento el recuerdo
de una vida perdida en el pecado, el recuerdo de incontables oportunidades
rechazadas para ser salvado y así haberse librado de caer en ese lugar.
Lo que hace más espantosos al
infierno y al lago de fuego y azufre, no es tanto la presencia del diablo, de
los demonios, de los Judas, de los pecadores, de todos los que se olvidaron de
Dios y no se arrepintieron de sus pecados; lo que hace más atormentador y
desesperante al infierno es la total ausencia de Dios en ese lugar, de donde no
hay escape por toda la eternidad.
Aquel hombre rico vivía entregado
al placer, al vicio, vivía olvidado de Dios, no había tiempo para Dios, ni para
las cosas de Dios, ni para la vida espiritual, ni para ir a la Iglesia, ni para
la oración, ni para el arrepentimiento; vivía una vida materialista. No le daba
ninguna importancia a las cosas espirituales, a las necesidades del alma. Pero
cuando cayó en los tormentos del infierno comenzó a dar voces, comenzó a
clamar, comenzó a pedir, comenzó a orar, pero ya era muy tarde.
¿Usted cómo está viviendo? ¿Se ha olvidado de Dios, tiene tiempo para
todo menos para Dios? ¿Acaso cree que es una tontería asistir a la casa de Dios
para buscarlo, para orar, para escuchar Su Palabra y alabar el nombre del
Señor? Mire, exactamente esto creía y esto practicaba el hombre rico, pero
luego, después de la muerte, cuando ya era fatalmente tarde se dio cuenta de
que el tonto, el necio, fue él, por no haber buscado a Dios en vida.
El hombre rico oró y pidió en el
infierno que Lázaro, a quien él tanto despreció en vida, fuera enviado a él con
un dedo mojado en agua porque estaba atormentado por aquella llama. ¡Le fue
negado! Pidió que Lázaro fuera enviado a la casa de su padre para que
testificara a sus cinco hermanos dónde se encontraba y no fueran a aquel lugar
de tormento. ¡Le fue negado!
Volvió a pedir con insistencia
que si alguno de entre los muertos fuere a ellos, se arrepentirían. ¡Le fue
negado!
Allá tienen a los profetas, a los
predicadores, a los pastores, ¡que a ellos oigan! También se le dijo: Hijo,
acuérdate, acuérdate que recibiste bienes, bendiciones de Dios, oportunidades
para compartir estas bendiciones, oportunidades para buscar a Dios, para honrar
a Dios, para obedecer a Dios, para arrepentirte de tus pecados, pero nada de
esto hiciste; ahora esta es tu paga: separación eterna de Dios (“La paga del pecado es muerte”, Romanos
6:23).
¿Se acordará usted de Dios ahora que tiene tiempo y oportunidad de
escapar del infierno o se acordará usted cuando ya esté en el infierno? Si
usted no busca a Dios ahora, en este momento, el caso del hombre rico será su
propio caso en el futuro.
El único tiempo para escapar del
infierno es en esta vida, es en este momento, pues mañana puede ser fatalmente
tarde. El Señor dice: “Si oyereis hoy su
voz, no endurezcáis vuestros corazones… que está establecido para los hombres
que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 3:8; 9:27).
La única manera de escapar del
infierno futuro es arrepentirse del pecado, creer en el Evangelio, y aceptar y
recibir a nuestro Señor Jesucristo como su gran Salvador mientras usted tenga
vida. “Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no
se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). “Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al
Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
Venga a Cristo en este instante,
acéptele como su Salvador, obedézcale como su Señor, conózcale como su Maestro
y sígale como su discípulo, entrónele como su Rey y adórele como su Dios. ¡La decisión es suya, para el cielo o para
el infierno!
Dice la Biblia: “El que en Él cree, no es condenado; pero el
que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del
unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18).