Bienaventurado el que lee y los que oyen
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las
palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el
tiempo está cerca”. Apocalipsis 1:3
Rev. Rodolfo González
Desde el principio de la creación
y a lo largo de toda la historia bíblica, Dios declara el proceso de la primera
sociedad constituida en la Tierra; y en forma profética, cómo será su fin.
El propósito de Dios después de
la desobediencia del hombre, no fue destruirlo, sino más bien salvarlo de la
condenación; por ello, estableció leyes y mandamientos que debían ser
obedecidos para lograr la paz y la felicidad.
Lamentablemente, las personas
viven ajenas a esta realidad e insisten en seguir alejados de Dios, imbuidos en
sus delitos y pecados, tanto que apoyan legislaciones inmorales que corrompen
más nuestra sociedad.
La indiferencia de los hombres ha
socavado los corazones y viven de espaldas a su Creador, aunque son testigos de
terribles manifestaciones de la naturaleza, como grandes terremotos en
diferentes partes del mundo; altas temperaturas registradas en muchas ciudades,
donde han fallecido miles de personas; pandemias como el ébola, que cobró más
de once mil vidas. Si a esto le sumamos la inestabilidad política, social y
económica que viene desequilibrando al mundo entero, nada es casualidad.
Todas estas anomalías y fenómenos
que se dan en el mundo forman parte del cumplimiento de la Palabra profética
más segura, que nos dice: “De la higuera
aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis
que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas,
conoced que está cerca, a las puertas” (Mt. 24:32-33).
Amados míos, reflexionemos un
momento. La venida del Señor es inminente. Ciertamente, nadie conoce el día ni
la hora en que vendrá (Mt. 24:36), pero todos estos acontecimientos nos
permiten percibir cuán próxima está. Lo acepte o no, muy pronto se cumplirán
cada una de las profecías reveladas y explicadas en el libro de Apocalipsis.
Las Escrituras son de gran
bendición para los lectores ávidos del Señor. “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta
profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”
(Ap. 1:3). Bienaventurado es aquel que recibe el gozo, la alegría y la
verdadera felicidad que viene de parte de Dios. Bienaventurados son los que
leen la revelación, los que escuchan su contenido y también los que la
obedecen. El contenido del libro de Apocalipsis no solo constituye una
revelación, sino también una profecía; es el cumplimiento de las palabras de
los profetas del Antiguo Testamento, del Señor Jesucristo y de sus santos
apóstoles, respecto a los tiempos del fin.
Muchos se gozarán leyendo este
libro, otros quizá se asusten, aunque mi propósito no es causar miedo, sino
sencillamente declarar el mensaje de Dios para que todos estén apercibidos de
que el fin de todas las cosas se acerca.
Es razonable aceptar lo que la
Biblia enseña, todo está perfectamente armonizado, no hay contradicciones. Es
el cumplimiento fiel de las palabras proféticas escritas muchos siglos y
milenios atrás, las cuales nos dan testimonio de que realmente son revelación
de Dios.
Lo que la Escritura declara es
serio, real, firme, y se cumplirá sin lugar a duda. Aunque muchos no lo crean,
la Tierra se acabará. No seamos insensatos, hay un cielo que ganar y un
infierno que evitar.
Hijitos amados, estemos
preparados. El reloj profético viene avanzando a pasos agigantados. Vivo todos
los días anhelando en mi corazón la venida del Señor. ¡Oh qué gloriosa
experiencia encontrarme con Él en las nubes!
Ya estoy cerca de culminar mi
carrera. Cualquiera de nosotros puede morir hoy, mañana o dentro de muchos años;
el asunto es estar realmente listo para el día en que nuestra alma y espíritu
tengan que salir de nuestro cuerpo y presentarse ante Dios.
Permítame el Señor que, todos
aquellos, en el mundo entero, que lean este valioso material lo disfruten y
tengan siempre presente que nuestro Señor Jesucristo está a las puertas, y
apercibidos debemos estar. Y entre tanto, hago mías las palabras del gran
apóstol Pablo, “… y extendiéndome a lo
que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios
en Cristo Jesús” (Fil. 3:13-14). Porque de que viene, viene. Y de que nos
vamos, nos vamos. “¡He aquí, vengo
pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”
(Ap. 22:7). ¡Gloria a Dios!
Amados, “el tiempo está cerca” (Ap. 1:3), esto es, está próximo el
arrebatamiento de la iglesia, los juicios del Apocalipsis y el establecimiento
del reino milenial de Cristo. Es un llamado a estar preparados y a vivir en
sobriedad como hijos de luz (1 Ts. 5:4-10).
Muchas personas ven las profecías
apocalípticas como sucesos sumamente tormentosos y terroríficos; y desean que
nunca se cumplan, pero el apóstol Juan, que inicialmente quedó estupefacto ante
tales escenas trágicas, luego ve lo maravilloso, sublime y precioso del final
de la consumación del plan de Dios, a tal grado que queda satisfecho, conforme
y gozoso, diciendo resueltamente: “Amén;
sí, ven, Señor Jesús” (Ap. 22:20). ¡Aleluya, Jesucristo viene! ¡Prepárate!