La importante de la fe


La fe es un requisito primordial para llegar a Dios.  Es certeza y convicción.  Proporciona paz, descanso y seguridad.  Un ser humano sin fe jamás agradará al Señor.
 
Carmen Valencia de Martínez.
 
 
El ciclo de la vida humana gira alrededor de la fe que se deposita en alguien o en algo, la fe es una imperiosa necesidad.  La fe es la base de toda ciencia, de todo adelanto, de todo descubrimiento.
 
                La mayoría de los hombres que lograron obtener asombrosos resultados, tenían una convicción y una seguridad de que sus fórmulas y esfuerzos no serían en vano; las teorías e hipótesis que eran consideradas como ilógicas y fuera de lo común, ellos las mantuvieron firmes, porque estaban visualizando lo que querían lograr.  El mundo los calificó a muchos de ellos como locos, pero hoy son reconocidos como grandes genios.
 
                Vamos a desarrollar el tema de la fe, pero no enfocándonos en la fe humana depositada en la teoría o fórmula basada en un hombre, sino en el autor de la fe, la que proviene de Dios.  Esta fe, no tiene lugar a equivocaciones, ella hará ver maravillas.  “¿Qué dice la Escritura?  Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia” (Romanos 4:3); y “sin fe es imposible agradar a Dios…” (Hebreos 11:6).
 
LA FE EN DIOS.
 
                Es una necesidad imperiosa del alma y a la vez, es un privilegio creer y apoyarnos en El.  Porque por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7).
 
                La fe es un requisito primordial para el justo.  Nos ha tocado vivir en tiempos muy difíciles; estos últimos días son tiempos de crisis.  Se nos dice que el justo vivirá por la fe, por lo tanto, es necesario ejercitar una fe verdadera (Habacuc 2:4; Romanos 1:17; Gálatas 3:11; Hebreos 10.38).
 
                La fe es un requisito primordial para llegar a Dios.  Es indispensable que el ser humano tenga fe, para que puede acercarse a Dios.  Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).
 
                La fe es certeza y convicción.  Se nos dice que la fe es “… la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).
 
                “Certeza” significa: Conocimiento cierto, evidencia, algo manifiesto, visible y patente.  “Convicción” significa: seguridad, confianza, tranquilidad de una persona al saber que no hay nada que temer.  Entonces la fe es estar seguros de que recibiremos lo que esperamos, aunque no podamos verlo ahora.
 
                La fe es confiar en Dios, creer en Dios y creerle a Dios.  A Dios le agrada que el ser humano confíe en Él, crea en Él y le crea a Él.  Por causa de la fe, Dios actúa a favor de nosotros.  Se nos dice que la fe siempre ve lo que no es, como algo que puede llegar a ser (Hebreos 11:1).
 
                La fe ve el futuro en el presente.  La fe, a lo invisible ve visible.  La fe expresa de lo imposible lo posible.  La fe es el convencimiento de que lo que esperamos va a llegar.  Es la plena certeza absoluta, de que hemos de alcanzar lo que ni siquiera vislumbramos.  La fe nos permite apoyarnos y descansar en Dios.  La fe es la mano del alma.  La fe constituye para nosotros un escudo “sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno” (Efesios 6:16).  Entonces, la fe es un arma defensiva con que se cubre parte del cuerpo, pero sobre todo se cubre el corazón, evitando que pueda dañarse y que entre la duda.
 
MANISFESTACIÓN DIVINA.
 
                La fe invita a Dios a manifestarse, hace visible Su poder, revela Su poder, Su dominio, Su presencia.  La fe pone a Dios el control de las circunstancias no importando lo grave, lo catastrófico de la situación; la fe nos proporcionará paz, descanso y la seguridad de que no hay por qué temer.
 
                Una anciana cristiana y fiel, durante un gran terremoto en una pequeña ciudad observaba en la puerta de su casa cómo los habitantes y vecinos de esta, presos del pánico, corrían de una parte a otra sin pensar en nada más que tratar de salvar sus vidas.  Cuando ellos se apercibieron de esta anciana a quien todos conocían, en cuya actitud y semblante solo podían ver paz y sosiego (pues ella, desde la puerta de su vivienda, sonreía a todos los espantados habitantes), le preguntaron: “Abuela, ¿no tiene miedo?”.  La anciana cristiana y fiel, contestó: “No, no tengo miedo, porque mi suerte es grande, pues tengo de ayuda a un Dios que puede, si quiere, sacudir el mundo…”.
 
ACTUAR CON FE.
 
                Un creyente que se mueve en fe provoca a Dios a ponerse de su parte.  A través de la historia bíblica vemos cómo hombres y mujeres de Dios, por causa de su fe, se transformaron en personas extraordinarias.
 
                Hombres como Abraham que, con su gran fe, llegó a tal punto de ser llamado “padre de la fe”.  Un hombre elegido por Dios para ser un ejemplo y modelo; un ejemplo vivo para todos nosotros, de lo que es creerle a Dios, de lo que es arrebatar, apoderarnos de la bendición, no por obras ni méritos, sino por una confianza plena en lo que Dios ha dicho.
 
                Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia y salió sin saber adónde iba” (Hebreos 11:8).  Abraham confió en Dios, aceptó Su palabra en forma incuestionable.  Este hombre, sencillamente creyó la promesa de Dios, pero fue suficiente para levantarse y actuar.  La prueba de que había creído a Dios es que hizo lo que Dios le dijo.  La fe precedió a su obediencia: creyó y luego obedeció.
 
LA FUENTE DE LA FE.
 
                Fue a Dios mismo a quien Abraham le creyó (Romanos 4:17).  La verdadera fe no puede estar basada ni fundamentada en los hombres, ni en las circunstancias, sino en Dios (Marcos 11:22; Hebreos 12:2).
 
                Tampoco la fe puede estar basada en el concepto humano (1 Corintios 2:5).  Abraham sabía que su Dios no era cualquier Dios, que es uno que resucita a los muertos, que tiene todo poder, que lo que quiere lo hace en el cielo, en la tierra, en los abismos; que no necesita tener algo para crear, que Él puede traer cosas a la existencia, con solo hablar (Romanos 4:17).
 
                Abraham creyó que, si era necesario, Dios podría crear vida en los órganos de su cuerpo y en el de su esposa.  El creó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho:  Así será tu descendencia.  Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara” (Romanos 4:18-19).  Abraham estaba fuera de toda esperanza, más allá de cualquier posibilidad humana, él “tampoco dudó, por incredulidad, la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios” (Romanos 4:20).
 
NO DUDAR.
 
                Abraham no dudó.  La incredulidad no ha permitido a muchos aferrarse a lo que Dios les ha hablado.  La incredulidad ha estorbado a las oraciones para que no tengan respuesta.  La incredulidad mantiene estancados a muchos.  La incredulidad ha logrado secar, marchitar esas metas y propósitos que un día Dios coloco dentro del corazón de cada ser humano.  La incredulidad es la base de todo pecado.  La incredulidad nos lleva a tener nuestras manos vacías, por tanto, llevará siempre a la ruina, al estancamiento.  La incredulidad brota cuando el enemigo logra arrancar del corazón la Palabra de Dios.  Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven” (Lucas 8:12).
 
                Satanás lucha para lograr quitar la fe en esa Palabra, en lo que Dios ha dicho, en lo que Dios ha prometido.  “… La fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios” (Romanos 10:17).  Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz…” (Hebreos 4:12).
 
CREER EN LA PALABRA.
 
                Abraham solo necesitó una promesa, pero fue suficiente.  No es la cantidad de palabras que oímos, es la cantidad que creemos.  Pero Jehová había dicho a Abraham: Vete de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.  Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición” (Genesis 12:1-2).  Job expresó con firmeza: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo” (Job 19:25).  Yo sé” declara seguridad, convicción y firmeza.
 
                Conocer el poder de la Palabra de Dios, le da autoridad para creerla; por eso su corazón debe estar lleno de ella.
 
CREEEMOS Y HABLAMOS.
 
                Cuando la Palabra de Dios está en nuestro corazón, la fe nos hará confesar el lenguaje de Dios.  La fe confiesa, afirma, cree posibilidades y cree en los milagros.  Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos por lo cual también hablamos” (2 Corintios 4:13).
 
                Por último, en el libro de Proverbios 18:21 dice: “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos”.  Tienes que expresar lo que crees, a fin de que lo que digas sea hecho; yo poseo lo que confieso.  ¡Atrévete a creerle a Dios!
 

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