No hay tentación sobrehumana. 1 Corintios 10:13.
“No os ha
sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios,
que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará
también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”
CONCLUSIONES.
Hay dos grupos de hombres bien diferenciados en el sentido
espiritual: Los naturales (o mundanos en
el castellano cristianizado) que son los que siguen al mundo y le obedecen a su
príncipe satanás y los cristianos que tienen a Cristo en su Corazón y obedecen
la Palabra de Dios.
Se podría decir que la gente del mundo no es tentada; pues
no es necesario que el diablo los haga caer porque ya que están caídos. El hecho de no tener a Cristo en su corazón
significa que están perdidos, así se crean buenos. Para muchos de ellos una tentación, es
sencillamente una invitación a seguir haciendo lo malo, algo a lo cual están
habituados. Ejemplo: A un adúltero se le
presenta una nueva oportunidad de salir con una “chica”, lo que para él no es
una tentación; sino una oportunidad de seguir deleitando su carne. En cambio para el cristiano, esto sí es una
tentación que debe evitar, porque el diablo estará haciendo todo lo que esté a
su alcance para hacerlo caer de la gracia de Dios, pues cuando este logra
hacerlo caer en pecado, entonces la propiedad de su alma pasa a ser del diablo,
porque “el que peca es del diablo” 1
Juan 3:8. Al caer del estado de gracia y
santidad, entonces pierde la salvación y si se muere sin un arrepentimiento
verdadero, entonces esta persona va a parar el infierno.
En conclusión, el mundano no es tentado, porque no es
necesario; pero el cristiano sí porque el propósito del diablo es hacerlo
caer. Sin embargo, para los cristianos,
Dios está atento a que ninguna de las tentaciones que le lleguen sean
superiores a sus fuerzas y queden en peligro de caer. Dios los sostendrá para que no caigan y aún
va más allá, concediéndoles la salida a dicha tentación para que se cumpla la
promesa de la palabra. La tentación
proviene de diablo y de las concupiscencias del mismo hombre, pues Dios no
puede ser tentado por el pecado, como para que Él se dedique a colocarle
tentaciones al hombre.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.