Como revestirse de Cristo.

Gálatas 3:25-29

 “Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.  Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.  Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.”

 
CONCLUSIONES.

Hay tres etapas en la vida cristiana del hombre:

1.  Cuando el hombre está alejado de Dios.

En esta situación el hombre cree que es un hijo de Dios, a no ser que sea ateo; pero realmente es un hijo del mundo o del pecado; pues las personas sin Cristo viven para los deseos de la carne y del mundo y son gobernados por su propio ego, el cual está bajo el control y dominio de las tinieblas.  En esta condición, el hombre una vez muere físicamente, también lo hace espiritualmente, quedando confinado a permanecer en un lugar de castigo por toda la eternidad; primeramente, en el infierno y luego en el lago de fuego y azufre, a donde irá luego del juicio final. 

El hecho de alguien ser una persona del común, ya es pecadora, por cuanto heredamos el pecado del primer hombre, Adán y este se mantendrá en nosotros, hasta que llegue Jesucristo a nuestro corazón y nos limpie de toda maldad.


2.  Cuando el hombre acude a Jesucristo arrepentido y hace el paso de fe.

Este paso de fe consiste en confesar públicamente con la boca que somos pecadores, que estamos arrepentidos y que aceptamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador.  No es posible hacerlo en silencio ni mucho menos solo, pues lo primordial es confesar con nuestra boca, lo que significa hablar en voz alta delante de muchas personas, preferiblemente en una iglesia de sana doctrina.  Este acto tiene su fundamento en la cita de Romanos 10:10: “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.”

Una vez superado este paso, podemos decir inequívocamente que somos verdaderos hijos de Dios y que este título lo adquirimos por la fe en nuestro Señor Jesucristo.  No funciona el hecho de autoproclamarnos hijos de Dios, pues es indispensable cumplir con los requisitos previos.  Esto es similar a cuando prestamos dinero en un banco, donde tenemos que presentar una documentación, con la cual hacen un proceso y finalmente nos llaman a firmar; pero de ninguna manera el banco consignará el dinero en nuestra cuenta, sin cumplir unos requisitos.  Tampoco podemos ser hijos de Dios si nos encomendamos a los ídolos o a los “santos” creados por el mismo hombre; pues solo Jesucristo es real y también su sacrificio en la cruz del calvario fue real y poderoso para limpiarnos de todo pecado y justificarnos delante de Dios.  Solo Jesucristo es el camino hacia la salvación y no hay otro camino.

Luego de este paso de fe, el hombre empieza a empaparse de la palabra de Dios, si su conversión fue genuina y a multiplicar su conocimiento, lo que conlleva a un crecimiento espiritual, proceso que se conoce como nacimiento del agua y en el cual debe recibir el bautismo en agua que es un sacramento en el cual el cristiano es sumergido en agua, como parte de un compromiso con Dios de seguir sus caminos.  Si esto no se cumple, ese convertido a Cristo, pronto regresará a su mundo, a su situación pecaminosa, convirtiéndolo en uno más del montón, en una persona del común, ya no hijo de Dios, sino hijo del pecado.

Y si somos de Cristo mediante la fe, entonces también somos descendientes de Abraham; por cuanto Jesucristo tomó cuerpo en la descendencia de Abraham y por ende heredamos todas las promesas hechas al patriarca.  El hecho de ser hijos de Dios mediante la fe hace que delante de Dios seamos iguales y que ya no habrá entre sus hijos diferencias de sexo, raza, ideología, posición social o nivel intelectual.


3.  Cuando el hombre recibe el bautismo del Espíritu Santo.

Este bautismo es indispensable, para que el hombre pueda recibir uno o varios dones del Espíritu Santo y así pueda desarrollar su propio ministerio y edificar el cuerpo de Cristo, es decir la iglesia donde se congrega.  También estos dones le ayudarán a ser testigo de Cristo y a llevar salvación a todas las almas perdidas como lo reza el siguiente texto de Hechos 1:8: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”  Este es el nacimiento del Espíritu, que se recibe mientras el cristiano esté en plena comunión con Dios.

Es en esta condición de hombre bautizado por el Espíritu Santo, que el hombre ya está revestido de Cristo y su vida gira en torno a Cristo y a los designios de Dios.  En estas circunstancias, la persona ya no obedece a la carne con sus pasiones y deseos; sino que obedece a Cristo y se convierte en un siervo de Dios, aquel que sirve en su obra redentora, que participa en la evangelización y salvación de las almas.

En síntesis, para revestirse de Cristo, tenemos que acercarnos a Él arrepentidos y hacer el paso de fe.  Luego debemos nacer del agua, mediante el conocimiento de la Palabra de Dios. Y finalmente debemos nacer del Espíritu, mediante la unción del Espíritu Santo y su derramamiento de poder sobre nosotros.  Así se cumple la palabra de Dios en cuanto a que deben darse dos nacimientos en nuestra vida cristiana para podernos garantizar la salvación:  Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” Juan 3:5.

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