El camino a la exaltación.

Filipenses 2:5-8.

 “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”

CONCLUSIONES.

El hombre común busca fama, gloria, poder, riquezas, renombre, etc.; pero ser conocido aquí en la tierra no tiene valor alguno cuando uno muera.  El que muere es recordado por sus conocidos que quedaron vivos; pero nada de sus homenajes o tributos llega hasta el lugar donde se encuentra ahora su alma, ni siquiera podrá ver las flores que le llevan a su tumba, y en unos años más tarde solo será recordado cuando vean sus fotos, de resto todo es olvidado; pues unas generaciones se van y otras llegan.  Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido.” Eclesiastés 9:5. Con lo anterior podemos entender que la gloria del hombre es pasajera, lo mismo que su cuerpo material y que lo único que prevalece por toda la eternidad es lo que haga con su alma y su espíritu. 

Jesús bajó del cielo, se hizo hombre y habitó entre nosotros, para sentir como nosotros, para sufrir como nosotros y para hacerse igual a nosotros; esto es lo que se llama humillación, renunciar a su condición de Dios para convertirse en siervo, siervo del Padre Celestial y también siervo de los hombres, por los cuales hizo tan magno sacrificio: “como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Mateo 20:28.

Pero esa humillación de Jesucristo lo hizo merecedor de un sumo galardón: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” Filipenses 2:9-11.  Este fue el camino que recorrió Jesucristo para llegar hasta la exaltación suprema de parte de Dios el Padre.

Sin embargo, para los hombres, también fue abierto un camino para llegar a la exaltación: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” Mateo 16:24. “Niéguese a sí mismo” es lo mismo que hizo Jesús despojándose a sí mismo de sus títulos, facultades y derechos.  El hombre se tiene que despojar de su orgullo, de su vanidad, de su vanagloria y debe permitir que en su vida gobierne el Espíritu Santo de Dios y no su propio ego.  Tome su cruz” significa que hay padecimientos en este camino y Jesucristo como cabeza los tuvo que sufrir; pero fue obediente hasta la muerte.  Si desechamos los padecimientos, no podremos llegar hasta los pies de Jesucristo y entonces tampoco habrá exaltación.  Sígame” significa que tenemos que imitar a Jesucristo en sus virtudes, en su amor, en su entrega y en su servicio; solo así seremos coherederos de la gracia divina y de la exaltación.  Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.” Mateo 23:12.

En este proceso no morimos físicamente como Jesús, pero sí debemos morir al pecado (esto es al viejo hombre), si es que de verdad estamos caminando juntamente con Él: “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” Romanos 6:4. Y si morimos juntamente con Él, también seremos resucitados para una vida nueva en el espíritu y por consiguiente seremos glorificados a la par de Cristo: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” Romanos 8:17.

¿Quieres gloria o exaltación eterna? Entonces hay que caminar con Cristo y seguir cuidadosamente estos pasos; los cuales garantizarán de antemano nuestra vida eterna en el reino de los cielos.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Entradas populares de este blog

El sueño espiritual. Romanos 13:11-14

El poder del evangelio (Romanos 1:16-17)

En ningún otro hay salvación. Hechos 4:11-12