Acuérdate de tu Creador.
Eclesiastés 12:1-2
CONCLUSIONES.
Podríamos decir que a una persona se le acaba la vida,
cuando ya no tiene fuerzas físicas y también cuando su espíritu ha menguado
y ya no desea seguir viviendo; pues para él es una carga seguir “arrastrando”
su vida por el mundo. Vemos algunas
personas que, en su ancianidad, todavía tienen fuerzas y están permanentemente
haciendo cualquier actividad y no se quedan quietos, estos siguen jóvenes
físicamente. Hay otros que, aunque la
salud y el vigor han menguado en su vida, siempre están ocupados en actividades
que pueden desarrollar y sienten que aún son útiles a su familia y a la
sociedad, estos son los llamados jóvenes de espíritu. De ahí el dicho que uno puede ser joven aún a
los ochenta años.
Pero, veamos lo que nos dice la escritura en relación con la
juventud: Que nos acordemos de Dios,
ahora que somos jóvenes y antes que vengan los días malos. ¿Y es que hay días malos? Claro que sí, estamos ante un mundo que
agoniza, lleno de crisis de valores, donde la moral y la justicia están
desapareciendo; donde los recursos naturales como los bosques están siendo
quemados, donde asedian las enfermedades a nivel mundial, donde abunda la
pobreza y la escases de recursos para la sobrevivencia, donde escasean las
fuentes de empleo, donde la seguridad es escasa en nuestras ciudades y barrios,
donde la contaminación ambiental nos asfixia, etc. Muchos no se dan cuenta de esta situación
porque están dopados, porque endurecieron su corazón ante Dios, porque
prefirieron ser indiferentes ante todos los problemas que se presentan; quizás
para no entrar en crisis emocional, en estrés físico, en enfermedades
psicosomáticas, en preocupaciones, etc.
El mundo es insensible, indiferente e indolente, se podrían morir un
millón de personas al otro lado del mundo y nuestra vida seguiría igual; solo
nos preocupamos de que el problema no vaya a llegar hasta nosotros; pero no nos
preocupamos de cómo ayudar a resolver los problemas de nuestros hermanos que
también habitan este mundo.
Llegarán días en los cuales habrá tristeza y desolación en
vez de contentamiento, en los cuales habrá destrucción y en esa hora ya las
puertas del arrepentimiento estarán cerradas, ya no podremos pensar en nuestro
Creador para enderezar nuestras vidas porque ya será tarde y solo nos
acordaremos de Dios para lamentarnos de no haber hecho lo correcto a su debido
tiempo: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol
se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del
cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.” Mateo 24:29.
Un día habrá un juicio sobre la tierra y sus moradores, un
día en que el sol se oscurecerá y la luna y las estrellas dejarán de dar su
resplandor; un día en que Dios derramará las copas de la ira sobre la naturaleza
y sobre los habitantes de la tierra.
Antes que esto llegue, Dios nos llama a que nos acordemos de Él. Así como habrá un juicio sobre la tierra por
causa del pecado de sus moradores, también habrá un juicio sobre los hombres;
pero tenemos que acordarnos de Dios ahora que estamos vivos, porque luego que
nos llegue la muerte, ya no podremos hacer nada en favor de nuestras
vidas. Lo más importante es la salvación
de nuestras almas y para eso es que nos tenemos que acordar de Dios hoy. Él está con sus manos extendidas esperando
que el hombre se arrepienta y deje sus malos caminos para ir al encuentro de
Jesucristo, el único camino habilitado y la única puerta abierta para entrar a
la vida eterna en el reino de los cielos.
Muchos pensarán que ellos no son malos; pero el solo hecho de ser
indiferentes ante Dios ya con eso son pecadores, fuera de que heredamos la
naturaleza pecaminosa de Adán y Eva.
También el hecho de asegurar que no pecamos, estamos haciendo mentiroso
a Dios y nos hacemos pecadores, quien dijo: “Si decimos que no hemos pecado,
le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” 1 Juan
1:10. También el hecho de no creer en la
obra redentora de Cristo, ya con eso estamos asegurando castigo eterno para
nuestras vidas: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya
ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”
Juan 3:18
No ocupes tu juventud en las cosas transitorias de la vida,
en cosas vanas; más bien ocúpate en asegurar ahora mismo la salvación de tu
alma y para esto tienes que acordarte de Dios y por consiguiente llegar
arrepentido a los pies de Cristo.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo
haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy
pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu
sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor
y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”