¿Estás de afán?
Filipenses 4:6-7.
“Por nada estéis
afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con acción de gracias.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”
CONCLUSIONES.
Hoy en día la tecnología avanza a ritmos acelerados, así mismo el
comercio, las empresas y la vida familiar; y en un mundo de interconexión
global, las respuestas para cualquier tipo de evento también deben ser rápidas,
de lo contrario podríamos estar perdiendo oportunidades, estar perdiendo
negocios o sencillamente terminaríamos aislados del “mundo”. Y miren también la rapidez con que se
esparcen los virus a nivel mundial, gracias a que muchas personas están
viajando permanentemente por todo el mundo.
El hecho de que el mundo corra hace que el hombre también tenga que
priorizar y acelerar sus actividades y esto por supuesto trae estrés y
ansiedad. Y como es sabido por todos, la
mayor parte de las enfermedades se cree que provienen del estrés y la única
medicina visible para este tipo de problemas es relajarse, tomar las cosas con
calma, meditar, hacer ejercicio y lo menos recomendado por la medicina, es que
recurramos a Dios y busquemos de su paz.
Haga este pequeño ejercicio en una calle concurrida de su barrio, mire
que antes de las 8 a.m. casi todos (carros, motos y personas) van rápido
posiblemente para llegar a tiempo a sus trabajos; pero mire otra vez en la
tarde, cuando van para sus hogares y verá que también van corriendo, ¿entonces
cuál es el afán?
Muchos tienen afán por enriquecerse, por establecer sus
negocios, por disfrutar de todos los bienes y servicios ofertados, por viajar y
conocer el mundo, por disfrutar de sus placeres; pero al final el afán conlleva
a que terminen más rápido con sus vidas y si su corazón está apartado de Dios,
¿entonces para qué llegar rápido al infierno? Este texto bíblico nos muestra
cómo debemos acercarnos a Dios para recibir su paz:
1. En oración y
ruego. Para que esto sea efectivo,
nos debemos presentar delante de Dios con reverencia, en un sitio privado y
preferiblemente de rodillas. Allí
debemos conversar con Dios, debemos alabarle y bendecirle antes que empecemos a
presentar nuestras peticiones.
2. Colocando
delante de Dios nuestras peticiones.
Dios conoce toda nuestra vida; ¿pero qué mejor forma de orar, que
recordarle cada una de las situaciones por las que estamos pasando y pedirle su
ayuda? Recordar que todo debemos presentarlo en el nombre de Jesús,
por quien solo somos conocidos delante del Padre.
3. Siendo
agradecidos. Demos gracias de
antemano a Dios por lo que está haciendo y por lo que hará próximamente. Es muy importante la acción de gracias,
porque de lo contrario estaremos mostrando nuestra arrogancia, en vez de
nuestra humildad. Esto se fundamenta en
el hecho de que todo lo que somos y todo lo que tenemos lo hemos recibido de
Dios y aun las situaciones difíciles Él las ha colocado con buenos propósitos
para nuestra vida; por tanto, a Dios es quien debemos agradecer todo. “Dad
gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo
Jesús.” 1 Tesalonicenses 5:18.
Con estos simples pasos, Dios nos garantiza que su paz
guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos y nos librará del estrés y
la ansiedad causadas por este mundo ajetreado y lleno de problemas, mediante la persona de su Hijo Jesucristo. Esta paz no la podemos entender, pues está
por encima de nosotros y sobrepasa el entendimiento del ser humano; es decir,
que esta paz es sobrenatural y podemos ver su efecto en nuestra vida; pero su
forma de actuar resulta inexplicable para nuestra mente.
Que Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo
haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy
pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu
sangre derramada en la cruz del calvario. Yo te acepto hoy como el Señor
y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me
purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo
Espíritu. A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a
leer tu palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda
estar en el reino de los cielos por una eternidad. Amen”