Fuera de mi no hay nadie.

Isaías 43:10-13

“Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí. Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve. Yo anuncié, y salvé, e hice oír, y no hubo entre vosotros dios ajeno. Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios. Aun antes que hubiera día, yo era; y no hay quien de mi mano libre. Lo que hago yo, ¿Quién lo estorbará?”


A medida que las generaciones van avanzando, también lo hacen sus culturas, sus credos, sus religiones y sus dioses; pero el avance cultural no significa que el mundo vaya por buenos caminos, pues dice Dios en su palabra: “Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte.” Proverbios 14:12.  Hay muchos dioses en este mundo; pero solo uno es real, solo Jehová de los Ejércitos es eterno, Él no tuvo principio, ni tendrá fin y es algo que no cabe en la mente humana, por cuanto somos criaturas limitadas física y mentalmente.  El hombre se ha inventado infinidad de dioses, muchos de los cuales fueron líderes o personas que dejaron huellas en su servicio a la humanidad; pero de todos ellos ya no quedan ni los huesos.  Otros dioses sencillamente son seres inertes, hechos de metal, de madera o de yeso, que no se pueden mover, no oyen, no ven, tampoco entienden y mucho menos pueden salvar; en cambio Jehová de los Ejércitos si puede salvar porque Él es eterno, porque Él es el dueño de la creación, porque Él es la vida, porque Él tiene dominio sobre la vida y sobre la muerte.

Dijo Dios a su pueblo Israel y a Jacob quien heredó la promesa hecha a Abraham: “Vosotros sois mis testigos”.  Dios mostró su poder y su gloria a este pueblo durante su salida de Egipto y también durante los 40 años que deambularon por el desierto.  Fueron testigos cuando Dios envió las plagas a Egipto, para persuadir a Faraón que dejara ir al pueblo; fueron testigos cuando abrió camino por entre las aguas del mar Rojo; fueron testigos cuando les sacó agua de la peña para que no murieran de sed; fueron testigos del maná o pan del cielo que caía todas las mañanas como provisión alimenticia para todo el día; fueron testigos cuando llovieron codornices del cielo para calmarles los deseos de carne; fueron testigos que la ropa y el calzado nunca envejecieron mientras andaban por el desierto; fueron testigos de la compañía de Dios con nube de día y con columna de fuego por la noche; fueron testigos cuando el ángel de Jehová destruía a sus enemigos sin necesidad de entrar en batalla; por eso, y con suficientes fundamentos podía decir a su pueblo: “Vosotros sois mis testigos, para que me conozcáis y creáis y entendáis que yo mismo soy”.  También les argumenta: “antes de mi no fue formado dios, ni lo será después de mi”, denotando su inmortalidad, su eternidad, su reinado sempiterno y sobre todo su exclusividad; es decir que no hay otro igual o superior a Jehová.  Dice también que antes de que existiera la noción del día y de la noche, Él ya existía; pues si Dios es el creador, con seguridad antes de Él no había universo físico: “Aún antes que hubiera día yo era”.  También denota su poderío y majestad al decir: “y no hay quien de mi mano libre. Lo que hago yo, ¿Quién lo estorbará?”.

Podrán haber miles y miles de dioses en el mundo, creados e instituidos por el mismo hombre; pero Dios solo hay uno.  El que creó el universo con la tierra, el sol, la luna, las estrellas, las galaxias, los sistemas solares y todas las cosas y criaturas que existen en el universo visible e invisible, solo pudo ser Jehová de los Ejércitos.  Ninguno de los supuestos dioses que existen hoy en día, podrían crear algo, pues muchos de ellos están sentados en un monumento de concreto o pegados a la pared y de ahí no se mueven a no ser que el mismo hombre los traslade. Como dice Salmos 135:15-18: “Los ídolos de las naciones son plata y oro, Obra de manos de hombres. Tienen boca, y no hablan; Tienen ojos, y no ven; Tienen orejas, y no oyen; Tampoco hay aliento en sus bocas. Semejantes a ellos son los que los hacen, Y todos los que en ellos confían.

También dice a su pueblo: “Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve”.  Si Jehová de los Ejércitos es eterno, entonces también puede dar vida eterna a todos aquellos que se acercan a Él mediante el sacrificio de su Hijo Jesucristo.  Un Dios que pueda salvar tiene que tener varias cualidades:  Debe estar vivo, debe comunicarse con el hombre, debe ser dueño de lo que ofrece y debe ser eterno.  Los dioses instituidos por el hombre no tienen ninguna de estas cualidades; pues no pueden hacer ni siquiera lo más mínimo que es escuchar, ni tampoco responder.  Nuestro Dios se comunicaba con su pueblo Israel a través de sus profetas y con grandes prodigios y milagros, también hablaba cara a cara con algunos de sus siervos; pero Él es el mismo de ayer, de hoy y de siempre; y hoy puede hacer los mismos milagros o comunicarse de la misma manera y hacer aún cosas mayores si el hombre busca su rostro y se humilla delante de El.  si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.” 2 Crónicas 7:14.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen

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