La vida y la muerte están en manos de Dios.

Isaías 38:1-5.

 “En aquellos días Ezequías enfermó de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás.  Entonces volvió Ezequías su rostro a la pared, e hizo oración a Jehová, y dijo: Oh Jehová, te ruego que te acuerdes ahora que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho lo que ha sido agradable delante de tus ojos. Y lloró Ezequías con gran lloro.  Entonces vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo: Ve y di a Ezequías: Jehová Dios de David tu padre dice así: He oído tu oración, y visto tus lágrimas; he aquí que yo añado a tus días quince años.”

CONCLUSIONES.

Desde la creación del mundo y de todos los seres vivos a través del Verbo que es Jesucristo, también toda la creación fue sujeta por el Padre bajo los pies de su Hijo, quien tiene potestad y dominio sobre toda criatura y sobre toda cosa creada. “Y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”. Hebreos 1:3. Si Él es el que sustenta todo, entonces también puede determinar hasta cuándo existirá alguien o algo y también cuándo dejará de existir. 

Ahora, ¿Dios se preocupa por cosas tan pequeñas como lo es el ser humano dentro de un universo infinito?  Así es, Él tiene contados aún nuestros cabellos: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aún vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.“ Mateo 10:29-31.  Un simple pájaro no se muere si no es la voluntad de Dios, ¿Cuánto más nosotros que somos lo más bello de la creación porque fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios? Si Dios tiene el control de nuestros cabellos, ¿Cuánto más se preocupará por tener el control de nuestras vidas?

Muchos le temen al coronavirus, que independiente de donde provenga fue creado por Dios y si tiene capacidad de mutación, es porque así fue hecho.  Pudo ser manipulado en un laboratorio; pero solo pudo ser creado por Dios; pues el hombre, así sea un científico de renombre, no tiene el poder ni la facultad para crear vida, en cambio Dios sí.  Tampoco puede un virus andar por ahí suelto sin que sea la voluntad de Dios; pues Dios tiene el control desde lo más grande como el sol, hasta lo más pequeño como un virus.  El hombre le teme a la muerte física porque es visible, pues se puede evidenciar cuando alguien está dando sus últimos suspiros; es decir, cuando está “estirando la pata” como se dice popularmente; pero muy pocos han podido ver con sus ojos físicos el momento cuando las almas de los recién fallecidos son tomadas y llevadas al cielo o al infierno y es por esto que no le temen al infierno; pero esto es una realidad porque lo dice Dios en su palabra y porque varios siervos de Dios han sido testigos, al ser llevados a conocer el cielo y el infierno y luego han vuelto a la tierra para dar testimonio de la existencia de estos lugares. También otros siervos de Dios han tenido el privilegio de estar presenciando la muerte de algunas personas y se les ha permitido ver a los ángeles de la muerte cuando tocan el cuerpo y lo dejan sin vida y también cuando los demonios o los ángeles del cielo sacan el alma del cuerpo para llevarla a su destino final.

Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” Mateo 10:28. La verdad es que nosotros nos preocupamos por el cuerpo que no prevalece luego de la muerte, pues en varias horas este ya empieza a descomponerse; en cambio el alma es eterna y esta se gozará en el cielo o llorará en el infierno dependiendo de si tenía o no a Jesucristo en su corazón y si estaba viviendo o no una vida de obediencia y santidad a la palabra de Dios.  Muchos creen que todo el que se muere se va a disfrutar de la compañía de Dios; pero eso no es cierto, pudo haber sufrido mucho, pero si no tenía a Cristo, se condena; pudo ser un ídolo de multitudes, pero si no tenía a Cristo se pierde; pudo ser un cantante que hacía llorar con su voz, pero si no tenía a Cristo, igual se condena; pudo ser una persona que ayudaba mucho a los demás, pero si no tenía a Cristo, igual va a parar al infierno; pudo ser una persona que tenía un altar en su casa y que tenía cirios encendidos para cada santo, igualmente va a parar al infierno por idólatra.  Según este texto, es una pérdida de tiempo temerle a aquellas cosas o circunstancias que pueden acabar con nuestra vida física y que solo es importante temerle a Dios, quien sí puede destruir el alma en el infierno.  Pero en el buen sentido de la palabra, no es Dios quien envía las almas al infierno; sino el mismo hombre, cuando decide rechazar el sacrificio de Jesucristo; en ese momento, su alma pasa a ser propiedad de satanás, quien enviará sus demonios a tomar posesión de ella, cuando abandone el cuerpo físico.  Esta es la pura verdad, Dios no condena a nadie, es el hombre quien se condena a sí mismo al rechazar a Jesucristo como su único camino de salvación.

Miremos el ejemplo que nos muestra este texto.  El rey Ezequías estaba sufriendo de una enfermedad terminal y Dios le mandó a decir: “ordena tu casa porque morirás”.  No era una enfermedad la que lo iba a matar, era Dios que ya lo había determinado, ya había decidido que debía abandonar esta existencia; es decir que Dios ya lo tenía “planillado” para partir de esta vida.  Sin embargo, la historia nos habla de una humillación, y dice que el rey oró, clamó, se humilló y ante todo derramó lágrimas delante de Dios, pidiendo clemencia por su vida y logró mover el corazón de Dios, tanto que le envía a decir nuevamente: “He oído tu oración y visto tus lágrimas; he aquí que yo añado a tus días quince años”.  Dios por el clamor de este hombre decidió sanarlo y darle muchos años más de vida; y ante todo lo escuchó porque era un hombre íntegro, que andaba en la verdad y que hacía todo lo que era agradable delante de Dios.  Y para que fuera creíble lo que había dicho, entonces Dios devolvió en 10 grados la inclinación del sol sobre la tierra: “Y esto te será señal de parte de Jehová, que Jehová hará esto que ha dicho: He aquí yo haré volver la sombra por los grados que ha descendido con el sol, en el reloj de Acaz, diez grados atrás. Y volvió el sol diez grados atrás, por los cuales había ya descendido.” Isaías 38:7-8.  Y efectivamente la sombra retrocedió y Dios sanó al rey de su enfermedad de muerte.

Ahora, ¿Usted cree que la pandemia es la que tiene el control de las vidas de muchas personas?  No, Dios es el mismo de ayer, de hoy y de siempre y sigue teniendo el control de toda la creación, incluso de los seres microscópicos como el coronavirus.  Dios decide hasta cuándo prolongar este juicio y cuando quitarlo.  El podrá quitarlo de una forma milagrosa cuando haya cumplido los propósitos para el que fue enviado o podrá dejarlo en manos de los científicos y darles la sabiduría para crear un medicamento o una vacuna; pero, aun así, Dios sigue teniendo el control sobre la vida y sobre la muerte.  Si se están muriendo muchas personas, no es que Dios haya perdido el control, es que Dios ya decidió llevárselos, posiblemente porque muchos de ellos, a pesar de los continuos llamados de atención tampoco se iban a arrepentir, tampoco iban a llegar a los pies de Cristo.  Y si algunos de los que han muerto, eran cristianos verdaderos, seguramente ya habían cumplido los propósitos que Dios tenía para ellos y como es natural, Dios se alegra en la muerte de los justos, porque los tendrá en su reino para siempre.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen

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