La vida y la muerte están en manos de Dios.
Isaías 38:1-5.
CONCLUSIONES.
Desde la creación del mundo y de todos los seres vivos a
través del Verbo que es Jesucristo, también toda la creación fue sujeta por el
Padre bajo los pies de su Hijo, quien tiene potestad y dominio sobre toda criatura
y sobre toda cosa creada. “Y quien sustenta todas las cosas con la palabra
de su poder”. Hebreos 1:3. Si Él es el que sustenta todo, entonces también
puede determinar hasta cuándo existirá alguien o algo y también cuándo dejará
de existir.
Ahora, ¿Dios se preocupa por cosas tan pequeñas como lo es
el ser humano dentro de un universo infinito?
Así es, Él tiene contados aún nuestros cabellos: “¿No se venden dos
pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro
Padre. Pues aún vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más
valéis vosotros que muchos pajarillos.“ Mateo 10:29-31. Un simple pájaro no se muere si no es la
voluntad de Dios, ¿Cuánto más nosotros que somos lo más bello de la creación
porque fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios? Si Dios tiene el control de
nuestros cabellos, ¿Cuánto más se preocupará por tener el control de nuestras
vidas?
Muchos le temen al coronavirus, que independiente de donde
provenga fue creado por Dios y si tiene capacidad de mutación, es porque así
fue hecho. Pudo ser manipulado en un
laboratorio; pero solo pudo ser creado por Dios; pues el hombre, así sea un
científico de renombre, no tiene el poder ni la facultad para crear vida, en
cambio Dios sí. Tampoco puede un virus
andar por ahí suelto sin que sea la voluntad de Dios; pues Dios tiene el
control desde lo más grande como el sol, hasta lo más pequeño como un
virus. El hombre le teme a la muerte
física porque es visible, pues se puede evidenciar cuando alguien está dando
sus últimos suspiros; es decir, cuando está “estirando la pata” como se dice
popularmente; pero muy pocos han podido ver con sus ojos físicos el momento
cuando las almas de los recién fallecidos son tomadas y llevadas al cielo o al
infierno y es por esto que no le temen al infierno; pero esto es una realidad
porque lo dice Dios en su palabra y porque varios siervos de Dios han sido
testigos, al ser llevados a conocer el cielo y el infierno y luego han vuelto a
la tierra para dar testimonio de la existencia de estos lugares. También otros
siervos de Dios han tenido el privilegio de estar presenciando la muerte de
algunas personas y se les ha permitido ver a los ángeles de la muerte cuando
tocan el cuerpo y lo dejan sin vida y también cuando los demonios o los ángeles
del cielo sacan el alma del cuerpo para llevarla a su destino final.
“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no
pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en
el infierno.” Mateo 10:28. La verdad es que nosotros nos preocupamos por el
cuerpo que no prevalece luego de la muerte, pues en varias horas este ya
empieza a descomponerse; en cambio el alma es eterna y esta se gozará en el
cielo o llorará en el infierno dependiendo de si tenía o no a Jesucristo en su
corazón y si estaba viviendo o no una vida de obediencia y santidad a la
palabra de Dios. Muchos creen que todo
el que se muere se va a disfrutar de la compañía de Dios; pero eso no es
cierto, pudo haber sufrido mucho, pero si no tenía a Cristo, se condena; pudo
ser un ídolo de multitudes, pero si no tenía a Cristo se pierde; pudo ser un
cantante que hacía llorar con su voz, pero si no tenía a Cristo, igual se
condena; pudo ser una persona que ayudaba mucho a los demás, pero si no tenía a
Cristo, igual va a parar al infierno; pudo ser una persona que tenía un altar
en su casa y que tenía cirios encendidos para cada santo, igualmente va a parar
al infierno por idólatra. Según este
texto, es una pérdida de tiempo temerle a aquellas cosas o circunstancias que
pueden acabar con nuestra vida física y que solo es importante temerle a Dios,
quien sí puede destruir el alma en el infierno.
Pero en el buen sentido de la palabra, no es Dios quien envía las almas
al infierno; sino el mismo hombre, cuando decide rechazar el sacrificio de
Jesucristo; en ese momento, su alma pasa a ser propiedad de satanás, quien
enviará sus demonios a tomar posesión de ella, cuando abandone el cuerpo
físico. Esta es la pura verdad, Dios no
condena a nadie, es el hombre quien se condena a sí mismo al rechazar a
Jesucristo como su único camino de salvación.
Miremos el ejemplo que nos muestra este texto. El rey Ezequías estaba sufriendo de una
enfermedad terminal y Dios le mandó a decir: “ordena tu casa porque morirás”. No era una enfermedad la que lo iba a matar,
era Dios que ya lo había determinado, ya había decidido que debía abandonar
esta existencia; es decir que Dios ya lo tenía “planillado” para partir de esta
vida. Sin embargo, la historia nos habla
de una humillación, y dice que el rey oró, clamó, se humilló y ante todo derramó lágrimas
delante de Dios, pidiendo clemencia por su vida y logró mover el corazón de
Dios, tanto que le envía a decir nuevamente: “He oído tu oración y visto tus
lágrimas; he aquí que yo añado a tus días quince años”. Dios por el clamor de este hombre decidió
sanarlo y darle muchos años más de vida; y ante todo lo escuchó porque era un
hombre íntegro, que andaba en la verdad y que hacía todo lo que era agradable
delante de Dios. Y para que fuera
creíble lo que había dicho, entonces Dios devolvió en 10 grados la inclinación
del sol sobre la tierra: “Y esto te será señal de parte de Jehová, que
Jehová hará esto que ha dicho: He aquí yo haré volver la sombra por los grados
que ha descendido con el sol, en el reloj de Acaz, diez grados atrás. Y volvió
el sol diez grados atrás, por los cuales había ya descendido.” Isaías
38:7-8. Y efectivamente la sombra
retrocedió y Dios sanó al rey de su enfermedad de muerte.
Ahora, ¿Usted cree que la pandemia es la que tiene el
control de las vidas de muchas personas?
No, Dios es el mismo de ayer, de hoy y de siempre y sigue teniendo el
control de toda la creación, incluso de los seres microscópicos como el
coronavirus. Dios decide hasta cuándo
prolongar este juicio y cuando quitarlo.
El podrá quitarlo de una forma milagrosa cuando haya cumplido los
propósitos para el que fue enviado o podrá dejarlo en manos de los científicos
y darles la sabiduría para crear un medicamento o una vacuna; pero, aun así,
Dios sigue teniendo el control sobre la vida y sobre la muerte. Si se están muriendo muchas personas, no es
que Dios haya perdido el control, es que Dios ya decidió llevárselos,
posiblemente porque muchos de ellos, a pesar de los continuos llamados de
atención tampoco se iban a arrepentir, tampoco iban a llegar a los pies de
Cristo. Y si algunos de los que han
muerto, eran cristianos verdaderos, seguramente ya habían cumplido los
propósitos que Dios tenía para ellos y como es natural, Dios se alegra en la
muerte de los justos, porque los tendrá en su reino para siempre.
Que
Dios los bendiga grande y abundantemente.
Estimado
amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en
voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido,
para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del
calvario. Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido
que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques,
porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu. A partir de hoy me
comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y
sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por
una eternidad. Amen”