El misterio de la perfección.

Colosenses 1:27-28.

 “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”.

CONCLUSIONES.

Para comenzar mencionemos esta cita bíblica: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.” Juan 1:11. El pueblo elegido por Dios es el pueblo de Israel; pero lamentablemente ellos no le recibieron.  Aún después de que Jesucristo murió y resucitó, muchos siguen esperando la primera llegada del Mesías.  Esto por supuesto hizo que se revelara uno de los grandes misterios, guardados por Dios desde antes la fundación del mundo y revelado ahora a nosotros los gentiles, los que no éramos de su pueblo; pero que fuimos injertados en su pueblo, a causa de la incredulidad de ellos: “Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar.” Romanos 11:23. Ahora, Dios nos entrega tan preciado tesoro que es Cristo en nosotros, en nuestros corazones: “Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles”.

Este misterio revelado por Dios es Jesucristo, de quien Dios reveló al hombre todas las riquezas de su gloria especialmente entre los gentiles, a través de su palabra que es el Evangelio de Jesucristo.  Cristo es nuestra esperanza de gloria, no la gloria terrenal, sino la espiritual; pues seremos glorificados juntamente con Él en el reino de los cielos; esto es solamente si atendemos a un segundo “misterio”.

Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” Efesios 4:13.  Podríamos decir que el segundo misterio es la medida de la estatura de Cristo, a quien Dios colocó como la única medida de perfección y a quien todo hombre debe imitar.  No es que el hombre en su estado natural sea capaz de llegar a la perfección dada su naturaleza pecaminosa; sino que si imitamos la plenitud de Cristo, entonces mediante su perfección, Dios el Padre también nos vera perfectos a nosotros, ya que no nos está mirando como seres individuales sino como ramas de aquel árbol de Olivo que es Jesucristo; es decir, que nuestras imperfecciones son tapadas por la perfección de Jesucristo.

Hay dos pilares sumamente importantes en esta búsqueda de la perfección y es la unidad de la fe y el conocimiento del Hijo de Dios.  Apoyados en estos dos pilares podemos ir ascendiendo hasta alcanzar la estatura de Cristo y luego mediante Él ser presentados justos y perfectos ante el Padre Celestial.  Por supuesto, que no podemos llegar a esa perfección mediante otra persona o cosa alguna; pues el único sacrificio aceptado por Dios fue el de su Hijo Jesucristo, quien derramó su sangre en la cruz del calvario, llevando allí consigo todo el peso del pecado de la humanidad.  Es imposible que esto pueda ser sustituido por un líder religioso, que ni es hijo de Dios, ni murió en una cruz por la humanidad; tampoco puede ser sustituido por una imagen o ídolo que ni siquiera puede hablar; tampoco puede ser sustituido por hombres o mujeres terrenales que murieron tiempo atrás, que nunca resucitaron como Jesucristo y de quienes ya no quedan ni los huesos; aunque hayan sido catalogados como “santos” por el mismo hombre.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen

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