¿En dónde estás buscando?

Colosenses 3:1-2.

 “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.”

 CONCLUSIONES.

Nosotros como humanos somos eternos en nuestra alma y espíritu; aunque nuestro cuerpo a duras penas podrá llegar a los 100 años y en unos pocos casos hasta los 115 años; esto quiere decir que una vez sin cuerpo físico, entonces tendremos que morar en algún otro lado, esto es la eternidad; pero lo traumático de esto es que no nos podemos llevar absolutamente nada de lo que tenemos ahora o lo que logramos conseguir con tanto esfuerzo.  Lo único que trasciende la vida y la muerte es el conocimiento de Dios y su justicia; pues en el juicio final seremos juzgados por nuestras obras buenas o malas en relación con los mandatos divinos; más no seremos juzgados por nuestros logros, ni por nuestras pertenencias, ni por lo que disfrutamos, ni por lo que construimos, ni por lo que vivimos.

Aquí quedan nuestros ideales, aquí queda nuestra descendencia, aquí quedan los frutos de nuestro trabajo, aquí se quedan las propiedades y las cuentas bancarias y nada de eso podremos llevar al otro lado; pues allá es un universo totalmente diferente, un ambiente totalmente espiritual.  Allá no servirán las tarjetas débito ni crédito, allá no servirán las afiliaciones a clubes, allá no servirán las membresías, allá no servirán las fincas campestres, allá no servirán las propiedades de lujo, allá no servirá la medicina prepagada, ni aún para el momento de la muerte. 

¿Entonces para qué tanto esfuerzo aquí en la tierra si no nos vamos a llevar nada?  La mayor parte de los seres humanos están en un estado de muerte espiritual, que solo les permite ver metas aquí en el ámbito físico y muchos andan pensando en este dicho popular: “Gocemos mientras estemos vivos, porque nada nos llevaremos”.  ¿Pero qué dice Dios de todo esto? Esto dijo Dios al rico insensato que no tenía suficiente espacio para almacenas todo lo que tenía y edificó unos graneros mucho más grandes de los que tenía para almacenar sus granos y sus bienes: “Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” Lucas 12:20.

Nos esforzamos mucho durante toda nuestra vida, cuidando nuestro empleo, cuidando nuestra familia, cuidando nuestras finanzas, cuidando nuestros negocios, cuidando nuestro prestigio, cuidando nuestros bienes; pero estamos descuidando el alma y el espíritu que son los que realmente van a convivir toda una eternidad. ¿Estás buscando las cosas de arriba del cielo o sigues buscando las cosas de la tierra? Para saber qué riquezas hay en el cielo y cómo se accede a ellas, hay que leer la biblia, y si aún le da pereza leerla, entonces no esperes que un día vas a llegar al cielo.

Hay que buscar las cosas de arriba, máxime si somos unos verdaderos cristianos, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.  Las cosas de aquí son temporales, las cosas de arriba son eternas.  Es de aclarar que luego de la muerte física hay dos caminos por los cuales puede transitar el alma y el espíritu:  El primero es hacia el cielo, si en verdad la persona resucitó con Cristo mientras vivía en la tierra.  El segundo camino es hacia el infierno, esto es si la persona siguió con su mirada puestas en las cosas materiales y no se acordó que había un Dios que lo estaba llamando al arrepentimiento, que lo estaba llamando a morir al viejo hombre de pecado y a resucitar en una nueva criatura en Cristo Jesús.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.

 

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