De los ídolos al Dios vivo.

1 Tesalonisenses 1:9-10.

 “Porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.”

CONCLUSIONES.

En 1 Corintios 15:17 dice: “Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.”  La diferencia entre el cristianismo y el paganismo es que Cristo nuestro Señor murió crucificado y resucitó al tercer día en un cuerpo glorioso y está sentado a la diestra de Dios, lo cual conforma el fundamento de la fe cristiana: “Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.” Marcos 16:19. Si miramos los líderes de otras religiones, ellos murieron un día, pero no resucitaron y de ellos tampoco existen ni los huesos.  Ni los muertos, ni los ídolos que por su naturaleza no tienen vida, ninguno de ellos puede hacer nada por la salvación del hombre.  En cambio, Dios y su Hijo Jesucristo viven y reinan para siempre y el hombre de fe puede evidenciar su existencia adentrándose en la comunión con Dios; allí podrá tener una relación personal con Él y su Santo Espíritu, dejando de lado el creer y viviendo experiencias totalmente reales.

Y en cuanto a las religiones más populares, ellas se apoyan en ídolos, que son imágenes hechas de metal de madera o de yeso, a través de las cuales han sustituido al Dios vivo.  “Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación.” 1 Samuel 15:23a.  El hombre deposita su confianza en los ídolos, se arrodillan delante de ellos, le prenden velas o cirios, se santiguan, los honran, los sacan cargados a caminar por las calles, les piden milagros y muchas veces testifican que los han recibido; pero nada se puede recibir de los muertos o de las imágenes mudas.  La verdad de todo esto es que el diablo es astuto y tiene poder limitado pero suficiente de tal forma que es capaz de tallar una imagen en un árbol y es capaz de hacer llorar lágrimas de sangre a una imagen, para convencer al hombre de que está en el camino correcto.  Pero no nos engañemos, pues algunos dicen que estos ídolos o imágenes solo son interlocutores entre el hombre y Dios y que de ninguna forma lo están sustituyendo; pero Dios dice que solo escucha al que se acerque a Él a través de su hijo Jesucristo: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” 1 Timoteo 2:5.

¿Por qué el mundo va de mal en peor?  Hay una respuesta para esto, muchas religiones son seguidores de líderes ya muertos, convirtiéndose esto en culto a los muertos. Y en algunas religiones populares, han cambiado la gloria de Dios por el culto a los ídolos.  En síntesis, tanto el paganismo como la idolatría le roban la gloria a Dios y eso se llama rebelión; lo que hace que la ira de Dios caiga sobre los hombres y no más bien su bendición.

¿Qué desea entonces Dios? Que nos convirtamos de los ídolos al Dios vivo, para que sirvamos a un Dios vivo y verdadero, cuyo nombre es Jehová de los Ejércitos.  De allí de los cielos tenemos una gran promesa: “Esperar de los cielos a su Hijo”, el cual vendrá un día a llevarse a los verdaderos convertidos, aquellos que adoran al Dios vivo y se han apartado de los falsos dioses, de las imágenes y de los ídolos.  El hecho de que Cristo esté con nosotros es garantía que seremos librados de la ira venidera; pues Jesús es la propiciación por nuestros pecados, Jesús es la reconciliación entre nosotros y Dios y por eso le es factible cumplir su promesa, lo cual no pueden hacer los muertos y mucho menos los ídolos.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.

 

 

 

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