El arrebatamiento de la iglesia.

1 Tesalonisenses 4:16-18

 “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.  Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.”

CONCLUSIONES.

El arrebatamiento o el rapto de la iglesia será uno de los mayores acontecimientos de la iglesia de Jesucristo en todo el mundo; pues en todo punto cardinal hay verdaderos hijos de Dios, aquellos que están en comunión con Dios, que gimen y claman de día y de noche, esperando que se desarrollen los tan anhelados eventos del fin del mundo, con la consecuente liberación del pueblo de Dios y su posterior conducción a la gran ciudad celestial, la Nueva Jerusalén, donde disfrutaremos de la compañía de Dios y gozaremos perpetuamente en su presencia.

Este magno evento solo puede darse en el cristianismo verdadero, dado que tenemos un Dios vivo que está sentado en el trono del reino de los cielos y que vive y reina desde los siglos y por los siglos. Los demás dioses son obra de manos de hombre, hechas de metal, de madera o de yeso, quienes ni siquiera pueden moverse; otras religiones se fundamentan en doctrinas dadas por líderes que están ya muertos, que por su condición humana no pudieron resistirse a la muerte y mucho menos pudieron resucitar. Y si no resucitaron, tampoco tienen poder para dar vida eterna a otros y es por esto que el cristianismo es real, porque Jesucristo murió crucificado, resucitó al tercer día, está sentado a la diestra de Dios y pronto volverá “con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios” para llevarse a su iglesia, a los verdaderos convertidos, a los nacidos de nuevo, a los que estén viviendo en obediencia y santidad a la Palabra de Dios, aquellos que fueron lavados de su pecado y de su maldad en la “sangre del cordero”; es decir en la sangre que Jesucristo derramó en la cruz del calvario.

Hago énfasis en los verdaderos cristianos, porque hay muchos que aún viven en pecado, pero se creen cristianos porque van a un servicio los domingos o porque tienen una estatua en la casa, a la cual honran con cirios, velas y flores, o porque tienen una gran biblia abierta en alguno de los salmos, o porque tienen en su casa una imagen de un santo fallecido.  Nada de eso, el verdadero cristiano no es de palabra ni mucho menos de papel, el verdadero hijo de Dios lee la biblia todos los días, la obedece, está alejado del pecado y no está esperanzado en que un “santo ya muerto” lo va a llevar al cielo, ni mucho menos una estatua inerte.

En este magno evento, el mismo Jesucristo descenderá de los cielos y resucitará primero a los muertos en Cristo, aquellos que cuando murieron estaban viviendo en santidad a Dios y luego los verdaderos hijos de Dios, que aún estemos viviendo en la tierra, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes y allí recibiremos al Señor en el aire, luego partiremos hacia el cielo y allí estaremos siempre con el Señor.  Los que murieron en Cristo serán resucitados con un nuevo cuerpo glorioso; pues de muchos de ellos ya no existirán ni los huesos y para los que estemos vivos, nuestros cuerpos físicos serán transformados en cuerpos incorruptibles, aptos para morar en el cielo.

¿Y qué pasará con los que se queden aquí en la tierra?  A partir de este evento, entonces comenzará la Gran Tribulación, que son 7 años de angustia, gobernados por el anticristo y la gran bestia.  En los primeros 3 años y medio habrá una aparente paz bajo un gobierno mundial fuerte y conciliador; pero en la segunda mitad, este presidente se dará a conocer como el anticristo y entonces empezará la guerra, la destrucción y persecución contra todo aquel que aun profese ser cristiano, hasta tal punto de que degüellen a su familia y luego a su cabeza, tratando con ello de que renuncien al nombre de Jesús, para que pasen a ser propiedad del diablo. En este tiempo no se podrá trabajar, ni comprar, ni vender, ni estudiar, ni viajar si las personas no tienen el sello del anticristo; es decir, si no son propiedad del diablo.  El que por causa de Jesús muera degollado se salvará, los demás se perderán definitivamente.  En la segunda mitad de este periodo, Dios derramará sus juicios sobre la tierra, hasta que el hombre y la naturaleza queden diezmados, periodo que terminará con la guerra de Armagedón, donde Jesucristo con su ejército saldrán vencedores.

Es por este gran evento, que los cristianos debemos estar gozosos y llenos de esperanza.  Si Dios pudo resucitar a Jesucristo al tercer día de su muerte, también podrá resucitar a sus hijos muertos y también podrá transformar y levantar a los que aún estemos viviendo aquí en la tierra.  Es decir, nuestro Dios Jehová de los ejércitos cumplirá lo que prometió porque es real y vive y reina para siempre.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.

 

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