Convertíos pues y viviréis.

Ezequiel 18:31-32.

“Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel? Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.”

CONCLUSIONES.

Hay que hacer diferencia entre las dos clases de vida de las cuales pude disfrutar el hombre:  La vida terrenal, la cual muchos estamos disfrutando hoy y la vida eterna la cual está reservada para todo aquel que haya nacido de nuevo a través de la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo.

Un aproximado de siete mil millones de personas en el mundo están vivas materialmente; pero espiritualmente la mayoría están muertos, debido a que nunca han acudido arrepentidos a los pies de Jesucristo, ni tampoco le han recibido como su Señor y Salvador.  Es por eso que el texto dice “convertíos, pues, y viviréis”, pues Dios le habla a un pueblo que está vivo materialmente, pero que espiritualmente está muerto. Esto quiere decir que el hombre que está sin Cristo en su corazón está muerto, esta es la muerte primera y que luego que muera físicamente y se presente ante el juicio final, entonces será lanzado al lago de fuego y azufre, esta es la muerte segunda, donde el hombre espiritual (alma y espíritu) quedará perdido por una eternidad.  Entonces, si hoy todos los hombres llegaran a convertirse a Cristo, estarían vivos tanto material como espiritualmente.

Para vivir hoy y para vivir después de la muerte, es necesario echar fuera de nosotros todas las transgresiones, que son las violaciones a los mandamientos de Dios, o lo que es el pecado en forma más directa.  También es necesario hacernos un corazón nuevo y un espíritu nuevo y esto se obtiene mediante el nacimiento del agua y del Espíritu; pues sin una renovación total es imposible la segunda resurrección, que es la entrada al reino de los cielos: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.”. Juan 3:3.

Nos dice Dios: “¿Por qué moriréis?.  No es necesario que nos perdamos espiritualmente, pues Dios quiere que todos lleguemos al arrepentimiento y que seamos salvos.  Dios no quiere que nadie se condene; pero el mismo hombre con sus malas obras, entrega su vida al diablo y le concede los derechos para que haga con él lo que quiera.  El problema que tenemos hoy es que el hombre quiere disfrutar de la vida terrenal, haciendo lo que a Dios no le agrada, pero también quiere que Dios lo salve; es decir, que quiere disfrutar del pecado, pero también quiere disfrutar de la santidad de Dios y esto es incompatible.  Por eso muchos invocan el amor y la misericordia de Dios, a ver si con esto logran conmoverlo y les regala la salvación; pero esto no funciona así, hay que nacer de nuevo, tenemos que ser nuevas criaturas totalmente apartadas del pecado y reservadas solo para Dios, de esta forma habremos nacido de nuevo aquí en lo terrenal y una vez muertos y entremos al cielo, entonces tendremos la segunda resurrección.

Dice Dios: “Porque no quiero la muerte del que muere”.  Eso suena redundante, pero es que cuando una persona está muerta espiritualmente y muere físicamente, entonces le sobrevendrá la muerte segunda, es decir la muerte espiritual definitiva.  En síntesis, muchos de los que ahora viven, están muertos espiritualmente y al sobrevenirles la muerte física, entonces lo que viene después será contado como una segunda muerte.

Convertíos, pues y viviréis” lo que significa es reconocer que somos pecadores, acudir arrepentidos a Jesucristo, recibirle como nuestro Señor y Salvador y vivir una vida de obediencia y santidad a su palabra; solo esto nos puede garantizar que seremos nuevas criaturas, y que tendremos la vestimenta espiritual adecuada para poder entrar y morar en el reino de los cielos.  Si está conforme con su vida lejos de Jesucristo, entonces usted está muerto espiritualmente y después de muerto físicamente ya no habrá solución para su problema, solo el llanto y crujir de dientes por una eternidad:  “Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.” Lucas 13:28.

Esto es serio, no estamos viviendo un sueño y las señales de la segunda venida de Jesucristo se hacen más visibles cada día que pasa.  Sea usted misericordioso consigo mismo y con su alma, no se conforme con su vida de incredulidad, con su vida de pecado, con su indiferencia delante de Dios, no se conforme sirviéndole al mundo con sus pasiones y deseos, no se conforme sirviéndole a una religión; reaccione hoy que mañana podrá ser tarde, su alma se lo agradecerá infinitamente.  

Si aún no ha sido lavado con la sangre de Jesucristo y tampoco está inscrito en el libro de la vida del Cordero, su situación está crítica, está a solo un paso del infierno y debe entender que esta situación es tan real como saber que usted respira o que su corazón palpita.  También debe entender que si hace el siguiente paso de fe, su vida será transformada de inmediato y usted pasará de muerte a vida en esos pocos segundos que demora repitiendo dicha oración en voz alta y haciéndolo de corazón y de verdad. 

Y si usted es un famoso, un adinerado, un empresario o un político, tenga en cuenta que esto de nada servirá cuando usted muera; pues no podrá comprar el cielo con su dinero porque allá es un mundo diferente, ni Dios le abrirá la puerta porque usted fue famoso o porque perteneció a un grupo religioso; pues ciertamente todo lo que tenemos y conseguimos aquí en la tierra fuera de nuestra salvación, es “basura” delante de Dios y nuestro único boleto de entrada es tener a Cristo en el corazón: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.  Filipenses 3:8. 

Imagínese llegar a una ciudad amurallada, donde nadie de los que está adentro le conoce, ¿será que alguien se arriesgará a abrirle la puerta? Es por eso que tenemos que hacernos conocidos de Dios mientras vivimos aquí en la tierra, para que una vez muertos físicamente, Dios tenga preparado un séquito de ángeles para nuestro recibimiento y que luego seamos transportados al cielo.  Qué rico es ser conocidos por Dios y no por el mundo: “Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”. Mateo 7:23.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.

  

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