Hay un solo mediador.

1 Timoteo 2:5-6

 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.”

CONCLUSIONES. 

Muchos creen que hay vida después de la muerte y si usted es uno de ellos, entonces hay esperanzas para su vida eterna; sin embargo hay personas que piensan que solo hay una vida, que es la que estamos viviendo actualmente y que una vez muertos finaliza todo para el hombre; pero no es así, mire que ya tenemos un programa establecido para después de la muerte:  “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” Hebreos 9:27.  Además de esto el segundo y tercer componente de nuestro ser son inmortales e indestructibles (alma y espíritu), por lo que disfrutarán o sufrirán eternamente según la decisión que hayamos tomado aquí en la tierra de aceptar o no a Jesucristo como nuestro único mediador.

Y si Dios dice que después de la muerte vendrá el juicio, es porque cuando muera su cuerpo no morirá totalmente, pues su alma y su espíritu siguen vivos y enfrentados ante una realidad diferente a la terrenal.  Así mismo no es posible que el alma del hombre reencarne en otro cuerpo y cumpla otro ciclo de vida, luego del cual dicen que vendrá otra muerte física; esto es imposible, dado que el hombre enfrentará el juicio final, donde se determinará el lugar de su morada eterna y solo hay dos lugares disponibles, donde NO se contempla de nuevo la tierra: La nueva Jerusalén en el cielo o el lago de fuego y azufre. Como puede verse, el primero es un lugar de gozo y el segundo uno de tormento.

Para los que desean llegar a ese lugar de gozo, la palabra les dice primeramente que solo hay un Dios, cuyo nombre es Jehová de los Ejércitos y como segundo les dice que solo hay un mediador que se llama Jesucristo.  Dado que el mundo tiene muchos dioses diferentes al Dios del cristianismo, en la misma medida también tienen muchos mediadores; pero si el Dios que creó los cielos, la tierra, el sol, la luna, las estrellas, las galaxias, los sistemas solares y también la vida vegetal, animal y humana es uno solo y también es el mismo que asegura que solo hay un Dios, entonces es menester creerle: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.” Romanos 1:20.  No hubo otro dios ni lo habrá, con la capacidad de crear cosas y criaturas de la nada y ante esta evidencia irrefutable, el evolucionismo usó artimañas para hacerle creer al hombre que todo fue creado por una explosión cósmica llamada el Big Bang.  En primer lugar una explosión destruye, no construye y como segundo mucho menos formará vida de algo que está muerto.

Si Jesucristo es el único mediador, entonces de nada sirve clamarle a los santos creados por las religiones, tampoco sirve clamarle a una estatua o escultura inerte que ni siquiera puede moverse, tampoco sirve de nada clamarle a la madre terrenal de Jesus, quien está en el paraíso junto a todos los salvados esperando el juicio de la humanidad; tampoco sirve despreocuparnos por el hecho de que Dios es amor y supuestamente no dejará sufriendo a nadie; tampoco sirve tratar de ser buenos a nuestro modo y creer que con esto tenemos ganada la salvación, tampoco sirve de nada ser un hombre famoso y prestarle muchos servicios a la humanidad; tampoco sirve ignorar que hay un cielo y un infierno y tampoco sirve abordar una nave espacial hasta la constelación de Orión donde se cree que está el universo espiritual y el trono de Dios.  Nada de esto sirve sino acudimos al único mediador que puso Dios, al único que murió en la cruz del calvario para derramar su sangre y con ella limpiarnos del pecado.

Solo la sangre de Jesucristo puede limpiar el pecado y ningún otro mediador derramó sangre sin mancha apta para redimir; ni siquiera la madre de Jesús derramó una gota de sangre que pudiera servir para la redención y si ella hubiese sido crucificada, tampoco serviría su sangre puesto que ella es una criatura y no un creador, en cambio Jesucristo es Dios (segunda persona) y se hizo hombre para poder cargar con los pecados del mundo en su cuerpo físico mientras era crucificado. Solo la sangre de Jesucristo tenía valor para Dios; puesto que era un cordero sin mancha y sin pecado, en parte Dios y en parte hombre; características imposibles de obtener por cualquier otra criatura.  Por estas razones si algún humano se hiciera crucificar para obtener la salvación, no sería un sacrificio de olor agradable a Dios, sino un sacrificio de olor repugnante, dado que la sangre humana estará muerta sin el espíritu; en cambio la sangre de Jesucristo está viva, porque Él es la vida y aunque estuvo muerto, resucitó al tercer día y hoy sigue vivo y está sentado a la diestra de Dios.

Cada religión tiene su dios y posiblemente su mediador, que en muchos casos fueron solo seres humanos como nosotros.  También muchos de sus dioses están representados por estatuas, ídolos o imágenes, dada la imposibilidad que tienen dichos dioses de manifestarse al hombre con grandes prodigios y señales, como sí lo hace Jehová de los Ejércitos.  Los ídolos han sido impuestos por el diablo para robarle la gloria a Dios; pues es más fácil hacerle creer al hombre que un objeto visible es su dios, que convencerlo que el verdadero Dios es invisible y que su trono está en el reino de los cielos y aunque este Dios invisible envía bendición para buenos y malos, el estado de ceguera espiritual en que vive el hombre, le hace pensar que las bendiciones son enviadas por sus ídolos y no por el Dios del verdadero del cristianismo.  He aquí un gran problema de la idolatría, pues todo lo que proviene de Dios, el hombre se lo atribuye a sus ídolos, así estos ni se puedan mover por su estado inerte.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.


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