La esencia del sacrificio de Cristo.

1 Timoteo 1:15

Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.”

CONCLUSIONES.

Una vez expulsados Adán y Eva del huerto del Edén, quedaron destituidos de la presencia de Dios y la comunión entre Dios y el hombre fue interrumpida bruscamente; pero gracias a Dios que su misericordia seguía inalterable; por tanto, Dios debía idearse un plan de redención para el hombre, ya que fuera del Edén estaba totalmente perdido.  Y fuera de estar perdido, no tenía forma de pagar su rescate; pues nada valioso hay en el hombre que pueda ser apetecido por Dios, exceptuando un corazón arrepentido y humillado delante de Él.

Por eso Dios tuvo en su pensamiento la idea de enviar a su Hijo Jesucristo a morir en la cruz del calvario, para que, por su único sacrificio, todos los hombres pudiéramos ser redimidos del pecado y así evitar que el hombre se perdiera definitivamente.  Esto debió ser así, porque la sangre de los animales sacrificados no podía limpiar definitivamente al hombre del pecado, solo lo podía limpiar por un corto periodo de tiempo, luego del cual tenía que ofrecer nuevamente sacrificios por sus pecados: Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” Romanos 8:3.

Por eso dice el apóstol Pablo: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos”, porque esta palabra es el anuncio o la revelación del misterio de Dios en relación con la salvación del hombre.  ¿Y cuál fue esa revelación? “Que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”.  Dios ya hizo todo lo que debía hacer, ahora le corresponde al hombre hacer su parte y esta se resume en tres acciones: 1. Escuchar las buenas nuevas de salvación, 2. Creer en la obra redentora de Jesucristo y 3. Correr arrepentido a los pies de Cristo.  Se podría decir que casi todos han escuchado sobre Jesucristo; pero que muy pocos han creído en su obra redentora y que un porcentaje mucho menor de quienes creen, deciden ser discípulos de Jesús: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” Lucas 9:23.

Por todo el mundo y por muchos medios de comunicación se proclama que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida; pero muchos no han creído en la fidelidad de esta palabra y tampoco le han dado la dignidad que le corresponde.  Por estas dos razones la mayor parte de la población mundial anda perdida, sin Dios y sin esperanza.  A muchos el diablo los tiene entretenidos en las religiones, sectas y filosofías; y con mentiras les ha prometido fama, renombre, reinos, riquezas, honor y gloria.  A otros tantos, el diablo los tiene entretenidos en las cosas materiales como las riquezas, los negocios, las fincas, los apartamentos, los vehículos, la fama, las fiestas, el turismo, etc.; sin darse cuenta de que un día todo esto perecerá junto con el hombre.

Estimado amigo, cree fielmente en la obra redentora de Cristo y cree que su palabra es digna de ser recibida; de lo contrario seguirás perdido por una eternidad; pues nada de lo que hay en este mundo puede darnos salvación: Ni las personas, ni los movimientos religiosos, ni las riquezas, ni los ídolos, ni aún el mismo diablo quien ya ha sido condenado.  Lastimosamente muchos son apáticos o desinteresados espiritualmente; pero sin hacer nada por su salvación están seguros de que al morir van para el cielo.  

Los cantantes del mundo creen que cuando mueran van a cantarle a Dios (como si Dios se deleitara con las pasiones del mundo), los famosos creen que Dios los hizo para eso y que al morir tendrán una gran mansión en los cielos con ángeles a su servicio, los asesinos también creen que se salvarán, porque supuestamente están quitando la “suciedad” de la tierra, los extremistas creen que irán al cielo, que porque le están ayudando a Dios a hacer justicia, los ricos creen que se salvarán por su ingenio y sabiduría para hacer negocios, los ladrones creen que se salvarán porque le están quitando al que tiene más que ellos y los idólatras están seguros que una imagen muerta los salvará; pero qué terrible equivocación en la que anda sumergida la humanidad, pues bien dice Dios que solo los perfectos de corazón y que andan en obediencia serán bienaventurados:  “Bienaventurados los perfectos de camino, Los que andan en la ley de Jehová.” Salmos 119:1. Y también nos dice que solo los pobres de espíritu entrarán al cielo, aquellos que se sienten pobres espiritualmente y que desean ser llenos de la gracia y la justicia de Dios: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.” Mateo 5:3.

Aún en estos tiempos de pandemia y de catástrofes naturales, se esperaría que el hombre ya hubiera reflexionado y que muchos ya se hubieran convertido a los caminos de Jesucristo, pero ¡oh sorpresa!, cuando la cuarentena y las medidas restrictivas bajan la guardia, entonces el hombre se acuerda de sus fiestas, se acuerda de los placeres del mundo; entonces empiezan los viajes, las reuniones sociales, las fiestas familiares, el alcohol, la pólvora y los apetitos desenfrenados; ¿pero en dónde quedó la búsqueda de Dios? ¿Acaso ha servido de algo el juicio de la pandemia? Parece que no, pues el hombre común vuelve a sus viejas andanzas luego del castigo: “Como perro que vuelve a su vómito, Así es el necio que repite su necedad.” Proverbios 26:11. El hombre en vez de aprovechar la oportunidad para acercarse a Dios, más bien está como una bomba a punto de explotar, ávido de complacer la carne con sus apetitos y deseos, ávido de celebrar estas fiestas de navidad con sus amigos y familiares, ávido de amanecer bailando y tomando trago, ávido de honrar a los ídolos de la navidad; pero no hay deseos de buscar a Dios, más bien ocurre que la mayoría mandan a Dios de vacaciones, para olvidarse de Él y hacer todo lo que se les antoje.

Jesucristo vino al mundo, padeció, fue crucificado, resucitó al tercer día, se presentó ante los apóstoles y a muchos más para dejar testimonio, ascendió a los cielos, se sentó a la diestra de Dios Padre y con esta obra venció al diablo y a las tinieblas y crucificó el pecado del mundo en su propia carne; pero más que esto, la verdad es que Jesucristo vino a salvar a los pecadores y solo a aquellos que crean que su santo evangelio es fiel y digno de ser recibido.  Aquellos que ni siquiera creen en Jesucristo, seguirán perdidos para siempre, aunque Jesucristo también haya derramado su sangre por ellos. Es deprimente que no los haya salvado a todos; pero es que el hombre recibió libertad para escoger entre los placeres del mundo o la salvación y muchos se quedan en el mundo pensando que la salvación es un cuento de hadas o pensando que por el gran amor de Dios serán salvados a la fuerza.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.


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