El misterio de la piedad.

1 Timoteo 3:16

“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.”

CONCLUSIONES.

Según la Real Academia de la Lengua, piedad es: Lástima, misericordia, conmiseración. Y este es el gran misterio de la piedad, en que Dios nos amó tanto, aún siendo nosotros sus adversarios por causa del pecado y en que Dios tuvo misericordia de nosotros, cuando no éramos dignos de misericordia.  Esto expresó el rey David delante de Dios ante este misterio: “Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?”.  Salmos 8:4. 

¿Qué necesidad tenía Dios de crear unos seres semejantes a Él y con libertad, para que finalmente la mayoría resultaran escogiendo el mal? Y al escoger el mal, de continuo estarían irritando a su creador: “Respondiendo Jesús, dijo: !!Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá.” Mateo 17:17.  También nuestras fiestas resultaron aborrecibles para Dios: “Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas.”. Isaías 1:14.

Dios es infinito en poder, en sabiduría, en inteligencia y como consecuencia de esto no necesita nada del hombre, entonces ¿Para qué hacer unas criaturas que se convirtieran en una piedra en sus zapatos?  Esto sí que realmente es un misterio; pues Dios sabiendo de antemano lo que le esperaba, entonces ¿Para qué hizo al hombre? Cabe anotar que hay un pequeño remanente justo, que se ha arrepentido, se ha convertido de verdad a Dios y no lo irrita sino que es un olor fragante en su presencia: “Hacer justicia y juicio es a Jehová Más agradable que sacrificio.” Proverbios 21:3.  En síntesis, Dios creó una canasta con cien manzanas sabiendo de antemano que ochenta de ellas se iban a dañar, por lo cual sigue siendo una incógnita; pues el hombre normal diría que botaran toda la canasta; pero Dios se alegra con cada manzana limpia que esté delante de su presencia.

Este gran misterio de la piedad tiene varios acontecimientos muy importantes y de grandes connotaciones, llevados a cabo en la personalidad de su Hijo Jesucristo.

1.  Dios fue manifestado en carne. Jesucristo vino en Carne y habitó entre nosotros y este es un evento irremplazable, es decir que ni siquiera el diablo puede imitarlo: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” Juan 1:14.

2.  Fue justificado en el Espíritu. Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán, recibió testimonio desde el cielo de que era Hijo de Dios:  “Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Mateo 3:17

3.  Fue visto de los ángeles.  Jesús en su preparación para el ministerio en el desierto, aún allí le servían los ángeles del cielo: “Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.” Marcos 1:13.

4.  Fue predicado a los gentiles.  Por cuanto a los suyos vino y los suyos no le recibieron, entonces los que no eran pueblo también fueron partícipes de la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo: “Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: !!De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!” Hechos 11:18.

5.  Fue creído en el mundo. Muchos en todo el mundo han creído en el evangelio de Jesucristo y ellos como recompensa recibirán la vida eterna: “Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.” Mateo 21:32.

6.  Y finalmente fue recibido arriba en gloria.  Luego de culminar su obra redentora, Jesús fue crucificado, no para terminar con su ministerio, sino para someter al diablo y a su ejército bajo sus pies, mediante la resurrección de entre los muertos.  Luego para que se cumplieran las escrituras, tenía que resucitar al tercer día y pasados 40 días ascendió nuevamente al reino de los cielos: “y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.” Hechos 7:56.  También lo relata el evangelista Marcos: “Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios.” Marcos 16:19.

Dios no ha escatimado ningún esfuerzo para asegurarse que cada ser humano pueda entrar en el reino de los cielos, sea cual fuere su situación, si así lo desea; por eso no debemos desestimar el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo para darnos salvación y vida eterna; pero para que esto se haga realidad, hay que llegar arrepentidos a los pies de Cristo.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.

  

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