¿Deseas riquezas?

1 Timoteo 6:8-10

“Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.”

CONCLUSIONES.

¿Hay maldad en el mundo? Claro que si, es tanto que la naturaleza gime esperando que un día sea liberada de la corrupción del hombre:  “Porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” Romanos 8:21-22.  La maldad del mundo se ha reflejado en los recursos naturales, pues estos son explotados sobremanera y de paso exterminados, dañados o contaminados.

Es claro según el texto bíblico que la raíz de toda la maldad del mundo es el amor al dinero.  El dinero trae poder y el poder subyuga, esclaviza y pervierte el derecho, lo que trae injusticia, soberbia, orgullo y vanidad para los que tienen el poder y dolorosa esclavitud para los que tienen que someterse a la voluntad de aquellos.  Y esto no solo se da hoy en día, pues al pueblo de Israel también le tocó vivir esto en carne propia:  “Oíd esta palabra, vacas de Basán, que estáis en el monte de Samaria, que oprimís a los pobres y quebrantáis a los menesterosos, que decís a vuestros señores: Traed, y beberemos”  Amós 4:1.

¿Y cuál es el remedio para estos males?  Al principio del texto dice:  “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto”. La solución es estar contentos cuando ya tenemos con que suplir nuestras necesidades básicas.  Pero, ¿Por qué el hombre no está contento con tener solo lo necesario para vivir dignamente?  Es simple, el mundo está lleno de avaricia y el que ya tiene, quiere tener aún más y aprovechará cualquier oportunidad, así tenga que pasar por encima de los restos de su prójimo.  Para muchos la vida no importa, lo que importa es tener riquezas, poder, solvencia económica; lo que importa para muchos es vivir una vida llena de placeres, llena de suntuosidades, donde puedan satisfacer todos sus caprichos, donde puedan tener muchos bienes con muy poco sacrificio. 

En síntesis, la felicidad de muchos hombres está en trabajar poco y tener mucho y por eso es que hay muchos “ladrones”, porque es más fácil despojar a otro de lo que ha conseguido con sacrificio, que sacrificarse para llegar a conseguir lo mismo.  La avaricia también lleva al hombre a meterse en los negocios ilícitos para conseguir dinero fácil y de paso le toca participar en una guerra causada por todos los que llegan a ese mundo lleno de competencias con el entusiasmo de hacerse ricos, donde el más fuerte aplastará a los más débiles.

Los que quieren enriquecerse, el diablo los hace caer fácilmente en las tentaciones, quedan fascinados por la riquezas, perdiendo así su moral y su razonamiento y por esto caen en muchas codicias necias y dañinas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición. No podía hablar más claro el Espíritu Santo a través del apóstol Pablo, claro está que no podemos desestimar la inclinación del hombre hacia el pecado, luego que fuera contaminado en el huerto del Edén. La naturaleza pecaminosa del hombre y la seducción permanente por parte de las tinieblas hacia aquellos que desean riquezas, poder y gloria, hacen que estos dos factores sumados lleven al desastre el corazón del hombre, quedando su alma expuesta al castigo eterno.

La codicia o la avaricia, hace aún que muchos cristianos se extravíen de la fe y sean llenos de dolores; pues este tipo de riquezas solo trae sufrimiento para el que las tiene y para todas las personas que están a su alrededor.  Por eso dice el texto que “raíz de todos los males es el amor al dinero”.  Si todos tuvieran que cultivar sus alimentos, confeccionar su ropa y construir sus casas para poder subsistir, de seguro no había tanta maldad en este mundo; pero el dinero ha hecho que las riquezas se puedan concentrar en unos pocos y que estos pocos generen injusticia sobre la mayoría y ya sabemos que ni los injustos, ni los ladrones, ni los ávaros heredarán el reino de los cielos:  “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.” 1 Corintios 6:9-10.

¿Entonces cuál es la riqueza que realmente nos llena sin quitarnos la paz y la tranquilidad?  “La bendición de Jehová es la que enriquece, Y no añade tristeza con ella.” Proverbios 10:22. Vivamos en comunión con Dios y Él nos dará todo lo necesario y aún nos añadirá gozo con ello.  Pero si nosotros con nuestras propias fuerzas y por nuestros propios méritos nos damos a la tarea de conseguir riquezas, seguramente nuestro corazón se va a llenar de codicia y de diversas injusticias, que harán que finalmente nuestra alma se pierda en el infierno.

También cabe recordar que muchos han hecho pactos con el diablo para conseguir riquezas, fama, poder y gloria; pero lamentablemente le tuvieron que entregar sus almas y estas solo podrán ser rescatadas por Jesucristo si estos hombres renuncian a dicho pacto y llegan arrepentidos a los pies de Cristo.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.  Y si estás en peligro de muerte y no estás en paz con Dios, puedes acudir a la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, clamando a gran voz por salvación: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Hechos 2:21.

  

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