Hay enemigos adentro.

1 Timoteo 4:16.

Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.”

CONCLUSIONES.

Siempre hablamos de un enemigo que está afuera asechando nuestras vidas:  “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” 1 Pedro 5:8. Pero nos hemos olvidado que hay otras cosas de las cuales debemos tener sumo cuidado y que dependen de nosotros mismos.

No hablo de los inconversos, porque ellos están perdidos y el diablo no tiene que preocuparse por perseguirlos y hacerlos caer, porque ya están caídos; entonces la preocupación del diablo es por hacer caer a los verdaderos hijos de Dios, aquellos que caminan por el sendero estrecho que lleva a la vida eterna.  Sin embargo, los verdaderos cristianos vivimos dentro de una fortaleza la cual es custodiada por el ejército de los cielos y el diablo no podrá penetrar en ella por los cercos ni por los muros; solo hay una parte por donde puede entrar y es por la puerta principal y solo si nosotros le abrimos la puerta.  Dios custodia todo, excepto la llave de la puerta principal que está en nuestras manos y que está representada por nuestra mente y nuestro corazón, allí llegan las tentaciones del diablo y también las de nuestra propia carne y nosotros tomamos la decisión de escucharlos o no, de abrirles la puerta o mantenerla cerrada. Todo esto porque Dios no puede violar la libertad que nos dio de escoger el bien o el mal.

Es por esto que el apóstol Pablo habla de dos cosas muy sensibles de las cuales debemos tener cuidado para poder salvarnos a nosotros mismos y de paso dar buen testimonio y pregonar la buena palabra, para que otros también puedan encontrar el camino.

1.  Ten cuidado de ti mismo. “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.  Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” Santiago 1:13-15.  Lo que contamina al hombre no es lo que entra por la boca; sino lo que sale del corazón; pues el corazón puede estar lleno de concupiscencia o de injusticia, entonces con una pequeña insinuación del diablo, esta se puede manifestar y empieza a enredar la mente del hombre y a hacer planes dentro de ella, para que esta tentación se materialice y se conciba el pecado. Es por eso que hay que vigilar cualquier pensamiento y si es pecaminoso, hay que desautorizarlo y llevarlo a los pies de Cristo; de lo contrario si se deja que haga nido en nuestra mente, seguramente nos llevará a cometer pecado y a desagradar a Dios, exponiéndonos a la muerte segunda, sino no hay un arrepentimiento verdadero y a tiempo. 

El diablo no pudo obligar a Eva a que comiera del fruto prohibido y más bien su estrategia fue convencerla de sus bondades, para que ella misma tomara la decisión de abrirle las puertas al pecado. Es por esto que podríamos decir que uno de nuestros mayores enemigos está dentro de nuestra fortaleza y nos puede atacar sigilosamente si no despertamos y actuamos a tiempo. Aquí cabe el dicho popular que reza: “Camarón que se duerme se lo lleva la corriente” que para el cristiano es: “Cristiano que se duerme se lo lleva el diablo”.

2.  Ten cuidado de la doctrina. “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.” 2 Juan 1:9.  Otra cosa muy importante es la doctrina o el evangelio de nuestro Señor Jesucristo; pues si nos descuidamos y albergamos o aceptamos una doctrina distorsionada, entonces esta indudablemente nos llevará a la perdición.  Además de que debemos cuidarnos de las falsas doctrinas, también tenemos que persistir en la sana doctrina; pues no basta solo con cuidarnos de lo malo para no pecar; pues dejando de hacer lo bueno, también caemos en pecado.  Es decir, la verdadera doctrina tiene unas exigencias y unos mandatos los cuales debemos cumplir para que esta nos transforme, nos limpie y nos santifique y si no hacemos nada de lo bueno, esto es similar a hacer lo malo. 

Estimado amigo y hermano, ten cuidado de ti mismo; pues Dios no condena a nadie y es el mismo hombre el que toma la decisión de pecar y entrar en el terreno del infierno.  También cuida de persistir en la sana doctrina o el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, pues si no lo hicieres tendrás doble culpa: 1. Por dejar de hacer lo bueno y 2. Por no obedecer a la sana doctrina.  El descuidado no obtiene nada, antes va dando tumbos y perdiendo oportunidades por donde quiera que vaya y la salvación no se obtiene con solo sentarse a esperar, hay que arrepentirse, llegar a los pies de Cristo y estar vigilantes de la sana doctrina y de nosotros mismos, persistiendo en la obediencia al evangelio de Jesucristo.

Que Dios los bendiga grande y abundantemente.

Estimado amigo, si deseas hoy entregar tu vida a Jesucristo haz esta sencilla oración en voz alta: “Señor Jesús, reconozco que soy pecador y me acerco a ti arrepentido, para que me perdones y me laves con tu sangre derramada en la cruz del calvario.  Yo te acepto hoy como el Señor y Salvador de mi vida y te pido que entres en mi corazón y me transformes, me purifiques y me santifiques, porque quiero ser el templo de tu Santo Espíritu.  A partir de hoy me comprometo a no practicar más el pecado, a leer tu Palabra, a meditar en ella y sobre todo a obedecerla, para que yo pueda estar en el reino de los cielos por una eternidad.  Amen”.

                

Comentarios

Entradas populares de este blog

El sueño espiritual. Romanos 13:11-14

El poder del evangelio (Romanos 1:16-17)

En ningún otro hay salvación. Hechos 4:11-12